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Un bonito ¿día de julio de 1946 paseaba un caballero, en camisa y pantalones sport, por el césped de su confortable casita en Grünwald, en las afueras de Munich. El caballero estaba pálido y parecía resignado. A su lado paseaba, en el mismo atuendo deportivo, un gigante muy musculado que parecía estar muy contento de la vida, y que llevaba el cabello rojizo como si fuera un cepillo.
—Bonita casita la que nos hemos comprado, ¿verdad, Bastián? -dijo Thomas Lieven.
—Y todo con dinero del Ejército francés -gruñó el antiguo miembro de una banda de los bajos fondos de Marsella, que desde unas semanas atrás hacía las veces de ayuda de cámara de Lieven.
Se dirigieron hacia la entrada de la casita.
—Esta noche he calculado cuánto debemos a la Hacienda francesa por nuestras transacciones -dijo Thomas.
—¿Cuánto?
—Unos treinta millones -dijo Thomas, muy modesto».
—Vive la grande armée! -gritó Bastián, fuera de sí de contento.
El teléfono repiqueteaba en el interior de la casa. Westenhoff estaba al aparato.
—¿Quieres venir esta noche a casa de Eva Braun?
—¿Qué?
—Quería decir a su antigua casa. Esquina María Theresia-Prinzregentenstrasse.
—Pero si allí está instalado el CIC.
—Exacto, muchacho, exacto.
—Te dije que nunca más volvería a trabajar para un servicio secreto. ¡Y tampoco para vosotros!
—No queremos que trabajes como agente secreto, sino como cocinero.
—¡Tus amigos deben tener a un cocinero!
—Lo tienen. De primera categoría, incluso. Fue, años atrás, propietario de un gran restaurante. Y, además, uno de los miembros más antiguos del partido nazi...
—Te felicito. No cabe la menor duda de que tus amigos tienen buen gusto.
—El cocinero lo tiene aún mucho mejor. Cuando fue arrestado denunció, sin vacilaciones de ninguna clase, a todos sus amigos en el partido. Por este motivo el CIC no le ha mandado a un campamento. Está con arresto domiciliario y cocina. Pero hoy no puede cocinar, tiene diarrea. Ven y ayúdanos esta noche, Thomas. Por amor a mí. Tienen asado de corzo. Un special agent lo ha cobrado. Con el arco...
—Kurt, no deberías beber tanto durante el día.
—Digo la pura verdad. Le conozco personalmente. Sólo va de caza con el arco y flechas. Dice que esto es mucho más humano.
Hartos como hoy andamos por el mundo, no recordamos ya cuál era la situación allá por el año 1946.
En el mes de junio del año 1946 eran distribuidas, diariamente, solamente ochocientas calorías a los «consumidores normales» en la región del Ruhr. En el sur del país eran novecientas sesenta calorías. Los obreros que se dedicaban a los trabajos más pesados recibían dos mil cien y los mineros tres mil cuatrocientas.
Solamente siete (!) gramos de grasa correspondían en septiembre del año 1947 al «racionamiento base». Antes de la guerra consumía cada ciudadano ciento diez gramos.
Solamente catorce gramos de carne correspondían en septiembre del año 1947 al «racionamiento base». Antes de la guerra consumía cada ciudadano ciento veintitrés gramos.
Los médicos alemanes afirmaban, el verano del año 1947, que la cantidad mínima de grasa para poder subsistir era, por cabeza y día, de cuarenta a sesenta gramos.
Un consuelo: el antiguo combatiente del partido nazi, que durante aquellos tiempos tan míseros se defendía trabajando como cocinero al servicio del CIC americano, contra el peligro de morirse de hambre, superó muy bien la diarrea que le aquejaba. Lo sobrevivió todo. Hoy día es propietario de un conocido restaurante en una gran ciudad en el sur de Alemania...