JARABE DE PROZAC
Casos de anorexia y bulimia en niñas de ocho años. Ansiedad galopante e irritabilidad permanente en niños de once. Apatía, indolencia, tristeza vital, suicidios... La depresión infantil es un mal cada vez más prematuro y desconcertante. Padres y maestros se sienten impotentes ante una epidemia silenciosa que afecta ya al 8 % de los niños. Las sesiones del psicólogo salen demasiado caras. ¿Solución? Jarabe de Prozac.
«La depresión perjudica; Prozac ayuda». El mensaje, que tan hondo ha calado entre los adultos gracias a una agresiva campaña publicitaria, está haciendo estragos entre la población infantil. El consumo del famoso antidepresivo entre los menores de doce años se multiplicó por cuatro en Estados Unidos entre 1995 y 1996.
Los psiquiatras, que hasta entonces mantenían ciertas reservas, empezaron a recetarlo a espuertas, aun ignorando sus posibles efectos secundarios sobre los cerebros en crecimiento. El Prozac regula los niveles de serotonina y basta. La solución es instantánea; los resultados «cantan». Miles de padres abrazan la fórmula mágica y prefieren dejar enterradas las raíces de la depresión de sus hijos. Ni por un momento se cuestionan si estarán usando a los niños como cobayas.
Uno de los contadísimos estudios sobre los efectos de los antidepresivos «adultos» en menores lo realizó en 1994 el doctor Graham Eslie, de la Universidad de Texas. Un total de noventa y seis niños y adolescentes menores de dieciocho años tomó Prozac. La mitad superó los episodios depresivos, aunque una veintena volvió a experimentarlos al cabo de unos meses. En diecisiete casos, se apreciaron efectos secundarios como tics nerviosos, hipersensibilidad o ataques de euforia.
Otro conflicto que divide a los especialistas es la dificultad para diagnosticar la depresión infantil y para decidir cómo y cuándo introducir los fármacos. «Si damos a los niños medicamentos para regular sus estados de ánimo, tal vez nunca aprenderán a canalizar por sí mismos sus emociones —alerta la psicóloga Marsha Levy Warren—. No debemos forzar a los adolescentes a tomar medicamentos para evitar que se comporten como adolescentes».
En España, la fiebre del Prozac no ha prendido entre los niños, pero hay mucho donde elegir: hasta setenta variantes de antidepresivos, algunos con sabor a menta, para conquistar el paladar de los más pequeños. Los psiquiatras no dudan en recurrir a ellos «cuando está indicado», como reconoce María Jesús Mardomingo, autora de Psicofarmacología del niño y el adolescente.
Con medicamentos o sin ellos, el hecho de que decenas de miles de niños se estén contagiando de males adolescentes o adultos es todo un síntoma... Los pequeños son el rompeolas donde frecuentemente se estrellan los problemas de los mayores. Sus días están jalonados de ausencias, soledades, incomprensiones, violencia. Y ese vacío no lo llena una cucharada de Prozac.