¡FINES DE SEMANA DE TRES DÍAS!
«Mirando al siglo XXI, no es ninguna utopía irrealizable pensar en jornadas de trabajo semanales de treinta y dos horas, organizadas en cuatro días, por más que no sea posible imponerlo ahora por decreto».
La feliz propuesta pudo escucharse en el 34 Congreso del PSOE. Nuestros políticos se hacen por fin eco de una idea revolucionaria que lleva experimentándose en algunas empresas centroeuropeas y norteamericanas desde principios de los noventa... ¡Fines de semana de tres días!
En Estados Unidos lo llaman flex time, tiempo flexible, y cuenta ya con respaldo parlamentario: el trabajador puede negociar la extensión de la jornada diaria y, a cambio, acumular tiempo que luego canjeará por días libres, preferentemente los viernes. A lo largo del año, disfrutará de veinticinco a treinta fines de semana a lo grande.
Glenette Alston, administrativa a sueldo de Bechtel, el gigante de la construcción, se apuntó en 1995 a la nueva tendencia. Decidió trabajar nueve horas al día, en vez de las ocho de rigor, y a cambio ganarse a pulso el sueño de dos viernes libres al mes.
«El cambio ha sido decisivo en mi vida —dice la interesada, que entra a trabajar a las nueve y sale a las seis (media hora para el almuerzo)—. Llego un poco más tarde a casa, sí, pero cuando pienso en el viernes libre se me hace la boca agua. Disfrutar de tres días seguidos de descanso no tiene precio, sobre todo si tienes hijos».
Glenette, divorciada, vive en San Francisco con su hija, y a ella le dedica gran parte de su nuevo tiempo libre: «Las mañanas las aprovecho para hacer las compras; luego la recojo en cuanto sale del colegio y nos vamos juntas a un parque, a ver una película, a cenar fuera. Los viernes que no trabajo se han convertido en nuestros días por excelencia. Yo, personalmente, me relajo mucho más y he podido superar ese estado de ansiedad que a menudo me impedía disfrutar de los domingos».
«Flexibilidad es la palabra —sentencia Susan Seitel, presidenta de la Work and Family Connection, una asociación que aboga por el cambio del mercado laboral—. Las familias están pidiendo a gritos más tiempo libre para poder pasarlo juntos. No podemos funcionar con los mismos esquemas laborales de los años cuarenta».
Otra mujer, Suzanne Smith, directora de New Ways lo Work, lleva años vigilando de cerca las nuevas tendencias de trabajo: «En los ochenta vivimos una época de paroxismo laboral, pero en los noventa la gente valora bastante más el tiempo para su disfrute personal. Muchos profesionales han comenzado a exigir a sus empresas semanas laborales de cuatro días o cuatro días y medio».
En España, la jornada «intensiva» de los viernes comienza a ser una práctica bastante habitual, pero las empresas son aún bastante reticentes a negociar el intercambio de horas extras por jornadas de asueto...
Por la peculiaridad de su trabajo, María José Manteiga, periodista de Antena 3 TV, pudo saborear las mieles de tres días libres a la semana: «Te cambia por completo el concepto del tiempo; los días que no trabajas se estiran y, a veces, hasta no sabes qué hacer con ellos. Yo aproveché para acabar la carrera, después de tantos años, y para meterme en cursos de cocina, apuntarme a un gimnasio, regalarme un masaje de cuando en cuando y, en fin, todas esas cosas para las que normalmente nunca tienes tiempo».
Al cabo de cuatro años, sin embargo, María José volvió a engancharse a la dinámica trepidante: «Fue una decisión más profesional que personal. Me notaba un poco pasada de vueltas, como que iba siempre contra la corriente y me costaba coger el ritmo. Necesitaba, por así decirlo, una inyección de adrenalina. Pero ahora me doy cuenta de que el tiempo se me va de las manos y que es muy difícil echar el freno. Si me ofrecen otra vez los tres días libres, firmo ya mismo».