¿VIVIR SIN TELEVISIÓN?

¿Vivir sin televisión? No es fácil hacerse a la idea. La verdad es que cuesta. El ruido de fondo de la televisión ha sido desde niños nuestra inseparable compañía. Ya de adultos, nuestro mejor consuelo.

Pero llega un momento en que conviene hacer un alto. Esconder el mando a distancia y meditar, con la pantalla apagada. Reflexionar seriamente sobre hasta qué punto nuestros días están «programados» por la televisión. Pensar si de verdad nos relaja o si nos crea estrés, ansiedad, compulsión. Si une o incomunica a la familia. Si nos ayuda a hacer más llevadera la existencia o si nos está llenando de pájaros la cabeza.

Jerry Mander, el autor de Cuatro argumentos contra la televisión, nos sugiere, para desintoxicarnos, que probemos varias veces con el Test de los Efectos Técnicos: abstraerse de lo que se está viendo y prestar únicamente atención a la manipulación de las imágenes y del sonido, concentrarse exclusivamente en todo lo que sea «antinatural» (el movimiento del zoom, los cambios repentinos de plano, la voz en off, la música de fondo). Al cabo de diez minutos, asegura, sentiremos pura náusea visual.

Otras variantes del Test de los Efectos Técnicos consiste en dejar las imágenes sin voz durante quince minutos, y averiguar qué están diciendo. O la voz sin más, e imaginar lo que no estamos viendo... El objetivo, al final, es el mismo: cogerle el truco a la televisión, ver más allá de lo que aparentemente vemos. Tal vez así seremos capaces de sustraernos a su poder hipnótico.

Personalmente, mi ruptura con la televisión se remonta a 1994, al poco de llegar a Estados Unidos. Llegué a la abstinencia por vía del exceso. Demasiados canales, demasiado ruido, demasiada publicidad. Tomé la decisión de ver solamente programas informativos, y si aún la mantengo es por motivos estrictamente profesionales. En mis días de asueto no malgasto un solo minuto delante de la pantalla.

Envidio sanamente al 1 % de españoles que no tiene televisión en sus hogares y me considero dentro de ese 15 % que prefiere no verla regularmente. Hace tiempo que perdí el impulso mecánico de encenderla nada más volver a casa (sé de quien la deja puesta incluso cuando sale, «por si llegan ladrones, se figuren que estamos dentro»). A veces la miro —apagada— y pienso que aún ocupa un lugar muy visible en el salón, que convendría relegarla a un segundo plano (conozco también a quien la tiene guardada en el armario y bajo llave).

Con el tiempo, he aprendido a valorar el silencio en casa. Y lo gratificante que resulta marcharse a la cama sin las imágenes sangrantes de la última guerra, el último estupro o el último accidente aéreo.

Pero lo que no tiene precio es el haberse liberado del bombardeo abrumador, insidioso, insultante de la publicidad. Lo agradece mi mente; también mi bolsillo.

Reconozco el papel de la televisión como gran catalizador en momentos históricos, pero esa función ya la cubría antes la radio. En cuanto a la información, cada día estoy más convencido de que la tele entretiene o distrae, que lo que de verdad informan son los periódicos. Por lo demás, suscribo totalmente aquello de «El cine, en el cine».

Desde que no veo televisión leo más, para mí mismo o en voz alta. Me entretengo con muchas otras cosas, le dedico tiempo a lo que de verdad me interesa. Tengo menos ansiedad, paso más tiempo al aire libre. Percibo las cosas de otra manera, me noto con los pies más en la tierra. Me siento más comunicado con mi entorno inmediato; aunque, bien es cierto, no acabo de conectar con quienes hablan de lo que vieron u oyeron la otra noche en televisión...

La vida simple
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml
sec_0115.xhtml
sec_0116.xhtml
sec_0117.xhtml
sec_0118.xhtml
sec_0119.xhtml
sec_0120.xhtml
sec_0121.xhtml
sec_0122.xhtml
sec_0123.xhtml
sec_0124.xhtml
sec_0125.xhtml
sec_0126.xhtml
sec_0127.xhtml