LA SALUD AMBIENTAL

Todos nos hemos preguntado alguna vez por qué nos levantamos tan cansados por las mañanas, o por qué somos incapaces de relajarnos en nuestra propia casa, o qué es lo que nos saca de nuestras casillas nada más pisar la oficina. De cuando en cuando sentimos una descarga de malas vibraciones, se nos enciende la luz de alerta. Luego lo olvidamos y volvemos donde estábamos: dolores de cabeza, malestar general, cansancio permanente.

Tal vez los chinos tengan la respuesta. Más concretamente, los chinos de Hong Kong, expertos en un arte, religión o ciencia que llaman feng shui y que es como la medicina oriental aplicada a la «curación» de los espacios.

Hasta hace un par de décadas, el feng shui (literalmente, «viento y agua») se consideraba poco menos que una superchería, cosa de brujos y chamanes. Hoy por hoy trabajan en Hong Kong más de un centenar de expertos dedicados a diseñar hogares y oficinas de acuerdo con sus principios, que combinan la geomancia, la astrología, las creencias taoístas y el sentido común.

En Estados Unidos, la vieja sabiduría —cuatro mil años de antigüedad— está pasando por el filtro occidental y son ya una larga veintena las empresas especializadas en descifrar y aplicar «el lenguaje invisible de las cosas». La preocupación por la salud ambiental ha llegado también a España, donde existe ya una asociación nacional de feng shui y varios arquitectos e interioristas especializados.

Daniel Villegas, del estudio Arquieco, ha sido uno de los pioneros en nuestro país: «Existe mucho desconocimiento todavía, pero la gente está comenzando a darse cuenta de que hay edificios verdaderamente "enfermos". Me llaman sobre todo para realizar "curas" en viviendas donde los moradores sufren insomnio u otras alteraciones psicosomáticas... Y los resultados suelen ser sorprendentes».

Un giro en la orientación de la cama, un cambio en la disposición de los muebles o una hábil combinación de espejos pueden bastar para que el chi o energía vital circule sin barreras. A veces, el mal de la casa es más profundo, como cuando existen «zonas muertas» detrás de una columna o en el hueco de una escalera. Los expertos en feng shui, en cualquier caso, tienen remedios para todo y están convencidos de que no sólo la salud, también la fortuna y las relaciones personales dependen en gran medida de los espacios en que nos movemos.

«El feng shui sirve para corregir los desequilibrios y restablecer la armonía con nuestro entorno», sostiene William Spear, autor de uno de los mejores libros sobre el tema y tal vez el experto más cotizado en Norteamérica. «Más que como una ciencia o un dogma, lo veo como una capacidad intuitiva. El equilibrio interior, que es la llave de la salud, se puede lograr con pequeños ajustes en el exterior. Lo ideal sería imitar el orden de la naturaleza, que es donde mejor solemos sentirnos».

Spear despacha unos trescientos encargos al año: bancos, tiendas, espacios públicos, oficinas... A los lugares de trabajo les da tanta importancia como a los hogares, pues es donde más horas solemos estar activos a lo largo de la semana. El color de las paredes, la ausencia de luz natural, la calidad de la luz artificial o la profusión de columnas con sus inoportunas aristas (fuentes de energía negativa) son aspectos que tienen muy en cuenta los expertos en feng shui.

Los edificios «enfermos» pueden acabar contagiándonos el mal y hacernos más proclives a la depresión, al estrés y a un sinfín de dolencias musculoesqueléticas. Tenemos la ingenua idea de que, trabajando en una oficina, los riesgos son mínimos. Craso error: el aire que respiramos es un centrifugado de compuestos orgánicos volátiles, sustancias que desprenden los materiales artificiales y que pueden ocasionarnos todo tipo de dolencias (neuralgias, alergias, fatiga, congestión, irritación en los ojos).

La Organización Mundial de la Salud dio la voz de alarma en 1984: el 30% de las nuevas construcciones en todo el mundo presentaban graves deficiencias de calidad ambiental. El problema es más que preocupante en los edificios «eficientes», diseñados exclusivamente para el ahorro de energía: la falta de ventilación, combinada con los, productos tóxicos utilizados en barnices, pinturas y moquetas, puede tener un efecto decisivo e insospechado en nuestra salud. El humo de los cigarrillos y la contaminación electromagnética causada por la profusión de ordenadores, impresoras y celulares contribuyen también lo suyo al desolador panorama.

En nuestras manos está, como sufridos trabajadores, el reclamar ambientes laborales menos «eficientes» y más humanos, menos nocivos y más respetuosos con la salud. Mientras las oficinas no se adapten, la solución está en las plantas de interior, capaces no sólo de dar color y alegría a la rutina diaria, sino de absorber los contaminantes y reciclar el aire tantas veces irrespirable.

La vida simple
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