CAPÍTULO 2
Toda la Comunidad, no sólo Proyecto Hollywood, parecía sumida en una senda descendente, tan peligrosa como inestable. Los partes de sargeo ya no hablaban sólo de chicas, sino también de peleas por las que, cada vez con más frecuencia, los MDLS eran echados a patadas de bares y discotecas. Además, los miembros de la Comunidad empezaron a seguir los acontecimientos que estaban teniendo lugar en Proyecto Hollywood como el que sigue un reality show. Además, estaba Jlaix, un imitador de Elvis aficionado a las armas y al karaoke al que Tyler Durden y Papa habían descubierto en San Francisco, cuyos boletines tenían un gran seguimiento.
Grupo MSN: Salón de Mystery
Asunto: La primera stripper de Jlaix (las drogas se venden aparte)
Autor: Jlaix
Acabo de volver de Las Vegas y estoy muerto. Anoche me echaron de un karaoke por tirarme al suelo y ponerme a gritar durante la canción de Journey Separate Ways (Worlds Apart).
Pero no es de eso de lo que quiero hablaros, sino de la stripper a la que me follé. Así que vamos al grano.
Llegué a Las Vegas el miércoles por la tarde y empecé a beber inmediatamente. Tenía una habitación con unos amigos del trabajo en el hotel Hard Rock, igual que los protagonistas de «OC» en el episodio de la semana pasada. Estábamos en el Hard Rock Café, preparando cócteles de carne. Un cóctel de carne puede estar hecho, por ejemplo, de carne de vaca, bacon, cerveza, puré de patatas, más cerveza, costillas, hielo, cebollas, mostaza, salsa de carne, sal, pimienta, sacarina, y puede que un poco de vodka. Cuando uno de mis compañeros de trabajo vomitó ahí mismo, sobre la mesa, decidimos que había llegado el momento de ir al club de striptease Olympic Gardens.
Yo estaba mosqueado, porque lo que quería era sargear, no ver un patético striptease. Siempre estoy hablando de lo bien que se me dan las mujeres y quería demostrarles a mis compañeros de trabajo que era verdad. Llevaba mucho tiempo planeando ese viaje, y la verdad es que estaba un poco nervioso, porque si no me acostaba con alguna tía quedaría como un bocazas. La otra razón por la que no me gustan los clubes de striptease es porque me niego a comprar los favores sexuales de una mujer. Pero aun así, acompañé a los demás y me senté a beber una cerveza mientras ellos se divertían.
Una chica se sentó delante de mí, en el asiento que había al otro lado de la mesa. Resulta que trabajaba allí, pero que había decidido tomarse el día libre porque no había suficientes clientes. Empecé a trabajármela. Mis amigos me miraban como si estuviera loco, porque yo no dejaba de decirle que era una boba.
Ella me dijo que yo era un chulo; se veía que le gustaba. Mis amigos nos miraban con la boca abierta. Le dije a la chica que nos íbamos al hotel y que se viniera con nosotros. Además le dije que llamara a alguna de sus «amigas putas». Ella se mosqueó porque la había llamado puta, así que yo cambié de tema. «No te lo vas a creer —le dije—. Tengo una amiga que es muy rara. Se come los limones enteros, como si fueran naranjas. Bla, bla, bla». Hasta que a ella se le pasó el cabreo. Luego seguí con más técnicas: una y otra y otra. Finalmente nos fuimos juntos.
Al salir, en la puerta del club de striptease, el encargado intentó convencerla de que volviera a entrar y trabajara un par de bailes, pero yo la agarré del brazo y cogimos un taxi. Ella me dijo que aunque fuese una stripper no tenía por qué ser tonta. Yo le hice las técnicas del «somos tan parecidos» de Mystery y de las dentaduras con forma de C y de U de Style.
Al llegar al hotel, subimos a dejar sus cosas en mi habitación. Una vez arriba, le hice la técnica del cubo. Después le dije: «Cuando le hice este test a Paris Hilton me dijo que su cubo era grande como un hotel. ¡Qué creída!». Así conseguí que ella pensara que me paso el día con famosos, aunque, de hecho, el que había estado con Paris Hilton era Papa.
También usé la técnica de Tyler Durden de mostrarse exigente. Le dije: «Estoy harto de salir con chicas que se pasan el día drogándose o en el cirujano plástico. No me entiendas mal. Me gusta meterme rayas en el retrete de un bar tanto como a cualquiera. ¡Pero no todos los días! Seguro que tú no eres una de ésas». Ella se validó. Entonces le pregunté qué tal besaba y ella me hizo una demostración práctica. Al cabo de un rato, la detuve y sugerí que bajáramos a tomar una copa.
En el casino, empecé con una técnica para hacer que se sintiera cómoda. Repasando distintos momentos clave de mi vida, le conté «Supercortes», «Verano de abdominales», «Globos en el parque», «Babysitter-stripper» y «Mi gato ha echado un polvo». Todas son historias verdaderas, aunque, creedme, los títulos son mucho más interesantes que las historias en sí.
Buscamos a mis compañeros de trabajo, pero no los encontramos. Entonces yo le dije que estaba cansado y que subiera conmigo. Le dije que quería que me contara un cuento en la cama y que me arropara.
Mientras subíamos, ella me preguntó si íbamos a hacer cosas malas.
Yo le respondí que, desde luego, esperaba que no. «Tengo que levantarme pronto —le dije—. Así que espero que me dejes dormir. Además, con todo lo que he bebido, no creo que se me levante».
Funciona siempre. Deberíais probarlo.
Al llegar al cuarto, nos encontramos a mis tres compañeros de trabajo. Aunque estaban completamente borrachos, conseguí convencerlos de que bajaran a apostar al casino. Cuando se fueron, ella se acercó a una mesa y me dijo que habían estado esnifando coca. Me dijo que las strippers se daban cuenta de esas cosas.
Le canté On the wings of love, de Jeffrey Osborne. Después le dije que quería acurrucarme con ella en la cama y estuvimos hablando un rato. Entonces le dije que quería hacerle un truco. Me puse de rodillas y empecé a lamerle las piernas. Al quitarle los pantalones vi que no llevaba bragas. Antes de empezar a chuparla, me aseguré de que no tenía ninguna llaga. Lo que sí tenía era un piercing en el clítoris; algo que yo nunca había visto antes. Era muy raro. Además, chocaba todo el rato contra mis dientes. La cosa es que, al final, le metí los dedos y seguí chupándola hasta la sumisión. Entonces le dije que era una pena que hubiera bebido tanto y que no se me fuese a levantar. «Eso lo arreglo yo en un momento», me dijo ella.
Follamos toda la noche como locos.
Nunca había visto a una chica tan delgada con las tetas tan grandes. ¡Joder! Estaba buenísima. Era la tía más maciza que me había tirado en toda mi vida. Mi primera stripper y mi primer 9. Al acabar de follar me preguntó por qué tenía tantas cicatrices. Yo la besé suavemente y le dije que no se preocupara, que no era un maníaco, que tan sólo hacía como si lo fuera, que así era como me enfrentaba al absurdo de la existencia: metiéndole por el culo el absurdo a la existencia.
Ella me dio su número de teléfono y me pidió que la llamara.
La noche siguiente, en el karaoke, usé la frase de aproximación de «Mi pequeño poni» («Oye, ¿te acuerdas de “Mi pequeño poni”? Tenía poderes especiales. ¿Verdad? Bla, bla, bla»). Al final me echaron del karaoke. Estaba tan borracho que me acercaba a todas las tías cantando «Miiiii pequeeeño pooni». Al final, también me echaron de un club de striptease.
Lo último que recuerdo es que estaba sentado en la cama, en la habitación del hotel, viendo la tele. «¿Qué cojones es esto? —le gritaba a la tele—. Esto no es “OC”. ¿Qué cojones es esto?». Hasta que me di cuenta de que era un programa en el que estaban parodiando a los personajes de «OC». Después me desmayé.
JLAIX