CAPÍTULO 5
El avión de Mystery y de Tyler Durden no salía hasta la tarde, así que se quedaron con las chicas y yo cogí un taxi al aeropuerto. Durante el vuelo tuve un sueño.
Sargeo con una mujer y ella me lleva a su casa. Pero, al llegar, me paso mucho tiempo luchando contra su resistencia de última hora. Empujar y tirar, sucumbir y resistirse… Toda la noche igual. Finalmente me doy por vencido y me duermo.
A la mañana siguiente, estoy sentado en un sofá en el salón. Su compañera de apartamento, una mujer de origen hispano con abundante carmín, se acerca a mí y me dice: «Siento que mi amiga no se haya acostado contigo. Si quieres, puedes hacerlo conmigo».
Se sienta en el sofá, abre las piernas y las levanta. Está desnuda de cintura para abajo. Me repite su oferta y yo acepto.
Su lápiz de labios me mancha la cara al besarnos. Cuando llega el momento de follar, aunque parece que estoy empalmado, realmente no la tengo dura. Me siento como si estuviera intentando meterle un Bucanero.
De repente, mi objetivo inicial entra en la habitación. Así es como la llamo en el sueño: mi objetivo. Mientras hablamos, intento cubrirme la boca manchada de carmín. Al oír a su amiga reírse detrás de mí, me doy cuenta de que, al engañar a mi objetivo con su amiga, acabo de suspender la prueba a la que me habían sometido las dos. Ahora que mi objetivo sabe cómo soy realmente, ya nunca conseguiré gustarle.
Esa noche, las chicas celebran una fiesta. Mystery aborda a mi objetivo. Le regala el mando a distancia de la puerta de un garaje. Me aseguro de que nadie está mirando, cojo el mando y salgo afuera. Lo aprieto una y otra vez. Tiene que abrir algún garaje, y estoy seguro de que en ese garaje, me espera un regalo espectacular.
Mystery sale al jardín buscando a la chica. Resulta que el regalo era una técnica para conseguir aislarla en el jardín. Huyo de él, corriendo por la calle a toda velocidad, pero Mystery me alcanza al cabo de pocos segundos.
—Has intentado robarme el objetivo —le digo.
—Tú ya has tenido tu oportunidad con ella y no has conseguido nada —contesta él—. Ahora me toca a mí.
Al despertarme, entendí inmediatamente el significado de la prueba que había suspendido. Yo había sargeado con el objetivo de Tyler Durden. Y, después de lo ocurrido con la estrella porno, lo de la impotencia se explicaba por sí solo. Lo que no conseguía entender era la parte del sueño en la que Mystery intentaba robarme a mi objetivo; o, mejor dicho, no la entendí hasta que llegué a casa y recibí la llamada de Mystery.
—Espero que no te importe —me dijo—, pero Tammy acaba de hacerme una mamada. Hasta se ha tragado la lefa.
En algún lado en su estómago, mi esperma se mezclaba con el suyo.
—No te preocupes —le dije yo—. No me importa. —Y era verdad. Lo ocurrido formaba parte de la amistad; no era más que una rivalidad amistosa entre MDLS—. Pero no olvides que yo llegué primero.
Tyler Durden, sin embargo, no lo veía así. Para él, en el sargeo no había cabida para la amistad. Para Tyler, el sargeo era toda su vida.
Y no me perdonaría nunca que hubiera besado a su objetivo.