CAPÍTULO 5
Cada palabra que había empleado Papa con París Hilton era mía; desde la frase de apertura de la novia celosa hasta la rutina de las dentaduras con forma de C y de U. Incluso su manera de exponer la rutina del cubo era exactamente igual, prácticamente palabra por palabra, a la que Papa había grabado durante su primer taller en Toronto. Papa era un magnífico robot que acababa de superar a su programador.
Volvimos a la casa que habíamos visto por la mañana para conocer al dueño y firmar el contrato. No era la supermansión, sino la antigua casa de Dean Martin (que después perteneció al actor cómico Eddie Griffin), la guarida del Rat Pack. Estaba en Sunset Boulevard, justo encima de Mel’s Diner, y costaba treinta y seis mil dólares menos al mes que la supermansión. Además, estaba tan cerca de los locales nocturnos de Sunset Boulevard que podíamos ir andando todas las noches.
El salón parecía el de un hotel de montaña. Tenía una chimenea, una pista de baile, a un nivel un poco más bajo que el resto del suelo, un techo de diez metros de altura, una pared con un gigantesco mural con incrustaciones de madera y una barra en una esquina. Cabrían en él fácilmente doscientas personas. Junto al salón había dos dormitorios. Delante de cada uno de ellos nacían sendas escaleras que llevaban a otros dos dormitorios. Y, finalmente, había un pequeño dormitorio para el servicio al lado de la cocina.
La joya de la casa era el jardín aterrazado. A una determinada altura se abrían dos patios con palmeras y limoneros. En la siguiente altura había una amplia terraza de ladrillo con una piscina con forma de cacahuete, un jacuzzi y un comedor con una barbacoa y una nevera. Detrás ascendía una cuesta perfectamente ajardinada con un camino que serpenteaba hasta la pequeña terraza que coronaba el jardín. Desde ahí, podían admirarse las luces parpadeantes y los inmensos carteles publicitarios de la ciudad sobre la que pronto descenderíamos. Aquel lugar iba a ser un imán para las chicas; allí no podíamos fallar.
Papa firmó el contrato. Además de a pagar el alquiler más alto, eso le daba derecho a quedarse con el dormitorio principal, que venía equipado con una plataforma elevada para la cama, un gran ventanal y una chimenea. El cuarto de baño incluía una ducha circular rodeada por una pantalla de cristal, dos vestidores y una bañera con chorro de agua para tres personas.
Las posibilidades de Proyecto Hollywood eran prácticamente ilimitadas. Papa hablaba de alquilar la casa para celebrar fiestas después de los Grammy, de premières de películas, de grandes acontecimientos empresariales… Papa ya no sargeaba con chicas cuando salía; en lugar de eso, seducía a promotores y a celebridades, buscando las conexiones necesarias para promocionar las fiestas de Proyecto Hollywood. Incluso llegó a usar técnicas de Seducción Acelerada y de PNL para hipnotizar a promotores y a millonarios con el fin de que invirtieran en la casa.
Durante el tiempo que le quedaba libre, Papa pujaba por cabinas de bronceado, mesas de billar y barras de strippers en eBay. Su meta era convertir Proyecto Hollywood en un lugar al que Paris Hilton quisiera ir todos los fines de semana. Quedaban dos dormitorios por llenar, así que colgamos un anuncio en el Salón de Mistery. La respuesta fue abrumadora: todo el mundo quería formar parte de Proyecto Hollywood.