FRUSTRACIÓN SEXUAL
por Neil Strauss
La única razón por la que sales,
el único objetivo de tu vida,
atisbar un par de piernas conocidas en una calle transitada.
Un breve contacto con una chica
a la que sólo puedes llamar amiga.
Una noche a dos velas fomenta la hostilidad.
Un fin de semana a dos velas fomenta la rabia.
A través de ojos inyectados percibes el mundo.
Vives irritado con los amigos, con la familia,
por razones que ellos no logran comprender.
Sólo tú sabes el por qué de tu ira.
Está la que sólo es una amiga,
esa a la que hace tanto tiempo que conoces,
esa que tanto te respeta;
y con quien no es posible hacer lo que realmente deseas.
La que ya no coquetea, la que ya no se molesta en fingir,
pues cree que te gusta así, como ella es en realidad,
cuando lo que más te gustaba de ella era su disfraz.
Cuando tu propia mano se convierte en tu mejor amante,
cuando tu semilla, aquella que guarda el don de la vida,
cae desaprovechada en un Kleenex y es arrojada al retrete,
te preguntas si algún día dejarás de preguntarte
por lo que podría haber pasado aquella noche.
Está la chica tímida que te sonríe,
la chica que te mira como si quisiera conocerte.
Pero no consigues reunir el valor para acercarte.
Y la chica finalmente se convierte en fantasía nocturna,
y con tu mano sustituye a la suya en aquello que podría haber sido,
pero nunca será.
Sacrificas los estudios,
sacrificas a aquellos que de verdad te quieren;
todo por perseguir un objetivo que nunca llegas a alcanzar.
¿Acaso tienen más suerte todos los demás,
o es que ellas no desean aquello que tú anhelas?
Nada había cambiado desde que escribí ese poema. Yo seguía sin saber escribir poemas y, lo que era aún más importante, seguía sintiéndome igual de incapaz con las mujeres. Después de todo, puede que apuntarme al taller de Mystery no hubiera sido tan mala idea. Al menos, por una vez, estaba haciendo algo para cambiar mi lamentable realidad afectiva.
Incluso los hombres sabios habitan en el engaño.