CAPÍTULO 4

Como Comunidad, habíamos alcanzado la cumbre de la arrogancia. —Empiezo a sentirme como si estuviera cazando moscas a cañonazos —me dijo un día Maddash.

Acababa de vivir uno de los episodios de sargeo más peculiares de la historia de la Comunidad. Jackie Kim, una oficinista de Chicago, había enviado accidentalmente a todos los contactos de su libreta de direcciones una descripción altamente crítica de una cita. Era tan superficial como los partes de sargeo de algunos MDLS.

«¿Qué pienso de la cita? —había escrito—. Pienso que su coche, su dinero, su puesto, su apartamento, su barco (en el que, por cierto, sólo caben seis personas; así que no me parece tan alucinante) y sus buenas maneras probablemente le valgan para conseguir otra cita, pero, si no se corta el pelo y me hace un buen regalo, todo lo que tiene no le bastará para nada más que para ser mi amigo treintañero».

El mensaje se convirtió en un fenómeno de Internet que recorrió todo el mundo, e incluso llegó a publicarse en el Chicago Tribune. Maddash fue una de las personas que recibió el e-mail. Tras leerlo, le envió un mensaje de apoyo a Jackie. Ella le contestó diciéndole que recibir su e-mail había sido lo mejor que le había pasado últimamente, y que lo leía para consolarse cada vez que alguien le mandaba un correo metiéndose con ella. Tras varios mails, un intercambio de fotos y una cita, Jackie acabó en la cama de Maddash. No hicieron falta ni regalos ni barcos ni cortes de pelo. Tan sólo un sólido ejercicio de seducción.

El éxito de Maddash inspiró a muchos miembros de la Comunidad. De repente, salir a sargear a un bar y traerte a una chica a casa parecía demasiado fácil, demasiado normal.

Vision llamó a una chica de compañía y le pagó 350 dólares la hora. Su objetivo consistía en mostrarse tan interesante y seductor que fuese ella quien pagara por pasar la siguiente hora con él; finalmente consiguió sacarle ochenta dólares, a veinte dólares la hora, y después siguieron viéndose gratis.

Grimble sedujo a una chica de diecinueve años que había llamado a su puerta vendiendo revistas. Aunque abrió la puerta en calzoncillos y con una camiseta sucia, tres cuartos de hora después estaban follando, y ni siquiera le compró una revista. Al oír hablar de las últimas hazañas de Maddash, de Vision y de Grimble, cualquier MDLS que se hubiera alejado de la Comunidad tras la crisis de Mystery volvió a incorporarse con plena dedicación, y Papa más que ningún otro.

Los buenos propósitos de Papa apenas duraron un mes. Transcurrido ese tiempo, Papa decidió embarcarse en un viaje, visitando a MDLS, a lo largo y ancho de Norteamérica. Todas las semanas me mandaba su calendario: el miércoles iba a ver a Orion y a Maddash a Chicago; después conduciría a Michigan para conocer a Juggler, y finalmente pasaría el fin de semana en Toronto con Captain BL (un MDLS sordo) y Number9. La siguiente semana la pasó en Montreal con Cliff y David X. La posterior fue a California, donde condujo de San Francisco a Los Ángeles y, de ahí, a San Diego. Además, Papa estaba en contacto permanente, ya fuese por teléfono o por Internet, con MDLS de todo el mundo.

Con el tiempo, empecé a preguntarme si realmente quería aprender a sargear o si lo que realmente deseaba era ampliar su círculo de amigos; aunque no creo que ni él mismo lo supiera. Sencillamente estaba haciendo lo que me había visto hacer a mí: viajar y conocer a MDLS mientras me convertía en el mejor.

Papa se había hecho especialmente amigo de un canadiense de veintidós años que había descubierto la Comunidad al entrar su madre por casualidad en una página web de seducción. Se hacía llamar Tyler Durden, en homenaje al sedicioso personaje de El club de la lucha. Y, al igual que lo haría un virus o un demagogo (elegid el símil que más os guste), con el paso del tiempo, Tyler llegaría a cambiar el curso de la Comunidad y de todos los que formábamos parte de ella.

Tyler estudiaba filosofía en la universidad de Queens, Ontario. Además de eso, apenas sabíamos nada sobre él; ni llegaríamos a descubrirlo nunca. Sostenía que había sido uno de los principales traficantes de drogas de Kingston y decía venir de una familia rica, haber escrito y publicado rigurosos ensayos filosóficos y haber sido culturista. Pero nadie sabía si todo eso era verdad.

Tyler aterrizó en los foros de seducción como un tornado. Una cosa sobre él sí estaba clara; su obsesión por el sargeo alcanzaba un nivel desconocido por todos nosotros hasta el momento. Se había leído los archivos con todos los partes de sargeo de cada MDLS —miles de páginas en total—, y estaba devorando la lista de los libros recomendados —desde Introducción a la PNL hasta Cómo dominar tu huna interior— a una velocidad inusitada. Tyler era un adicto a la información.

Al cabo de un par de meses, había devorado prácticamente toda la información disponible sobre el mundo de la seducción y se había reinventado como una autoridad en la materia que escribía y colgaba en la red partes de sargeo llenos de impresionantes hazañas y bravuconerías.

Como era de esperar, los chicos de la Comunidad se sintieron atraídos por Tyler como las chinchetas por un imán; era una voz nueva y exaltada, un gurú imprevisto y autodidacta.

Pronto se convirtió en el alade confianza de Papa y se unió a él en sus visitas a los mejores seductores del país. Y, naturalmente, uno de ellos era yo.

Tyler Durden me mandaba correos electrónicos continuamente. Era un tipo insistente, como supongo que también lo había sido yo en su momento. Pero Tyler parecía enorgullecerse de ser un provocador.

Durante años, a modo de iniciación, se les había pedido a los TTF que se incorporaban a la Comunidad que realizaran la prueba del novato, que consistía, sencillamente, en ducharse, vestirse con su mejor ropa, ir al centro comercial más cercano y, con una sonrisa en los labios, saludar a todas las mujeres que pasaran por su lado. Hacerlo ayudaba a los TTF a superar su timidez y, en algunos casos, incluso les ofrecía la oportunidad de conocer a alguna chica.

Pero Tyler Durden quería cambiar la prueba de iniciación por una de su propia invención. La llamaba Proyecto Caos, en homenaje a El club de la lucha, y consistía en acercarse corriendo a una mujer atractiva y, sin decir una sola palabra, darle un golpe en la cabeza con algo blando o acosarla físicamente de cualquier otra manera igualmente juguetona.

Antes de nada, hay que explicar que en los foros de seducción la mayoría de la gente no piensa; sólo obedece. Si yo hubiera escrito que esnifar Vivarin me ayudaba a sargear, toda la Comunidad hubiera estado aterrorizando a chicas con subidones de cafeína. El resultado fue que, tras leer acerca del Proyecto Caos, cientos de MDLS empezaron a atropellar a mujeres con carritos de la compra y a atacarlas con sus bolsas de deporte. Más que un ejercicio de seducción parecía el recreo de un colegio de primaria.

Y ahí residía precisamente su atractivo: Tyler Durden conseguía que la seducción pareciese divertida y subversiva; al contrario que, por ejemplo, la Seducción Acelerada, que exigía estudiar, tomar apuntes, memorizar frases y hasta hacer ejercicios de meditación.

Pero había algo extraño en Tyler Durden. Vision lo había echado de su casa; decía que era un huésped arrogante y desagradecido que exigía continuamente que le enseñase nuevas técnicas. Además, aunque los partes de sargeo de Tyler eran divertidos, cada vez que tenía la oportunidad de acostarse con una chica parecía echarse atrás.

El método
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