CAPÍTULO 12
La noche anterior a la publicación de la historia sobre mi doble vida como MDLS casi no conseguí dormir. Había creado a Style y, ahora, iba a destruirlo con dos mil palabras impresas en un periódico. Estaba seguro de que en la Comunidad me verían como a un traidor. Soñé que un grupo de sargeadores se reunían alrededor de mi casa con antorchas para quemarme vivo.
Pero toda mi inquietud y mis preocupaciones fueron en vano; no ocurrió nada.
Sí, hubo alguna queja a media voz sobre los posibles efectos negativos del artículo para la Comunidad. Algunos MDLS criticaron el tono del artículo, y Mystery se lamentó de ser descrito como un maestro de la seducción en vez de como un maestro venusiano, que era como le gustaba llamarse a sí mismo últimamente. Pero la credibilidad de Style no se vio amenazada. Lo cierto era que había calado tan hondo en la Comunidad que, a ojos de sus compañeros de sargeo, yo siempre sería un maestro de la seducción primero y un periodista después. Así que, en vez de enojarse con Neil Strauss por infiltrarse en la Comunidad, se sentían orgullosos de Style por haber conseguido publicar un artículo en el New York Times.
Yo no podía creerlo. No sólo no había acabado con Style, sino que lo había hecho más popular. Sargeadores de todo el mundo buscaban mi nombre en Google, compraban mis libros en Amazon y colgaban posts describiendo los detalles de mi carrera. Cuando pedí que no mezclaran mis dos identidades, sobre todo porque no quería que las mujeres con las que sargeaba buscaran los partes que había escrito sobre ellas, todos me hicieron caso. Style seguía al mando.
Pero lo que resultaba todavía más sorprendente era que no quería abandonar la Comunidad. Yo era un gurú para esos chicos y tenía una misión que cumplir. Y amistades que conservar. Aunque ya hacía mucho que había cumplido mis objetivos como MDLS, durante el proceso había encontrado un sentido de la camaradería y de pertenencia al grupo que me había eludido a lo largo de mi vida anterior. Me gustara o no, yo era parte integral de la Comunidad. Los chicos tenían razón al no sentirse traicionados; yo era uno de ellos.
En lo que a las mujeres se refiere, el artículo tampoco tuvo grandes consecuencias. A la mayoría ya les había hablado de la Comunidad y, al hacerlo, había descubierto un interesante fenómeno: si antes de acostarme con una mujer le decía que era un MDLS, ella me hacía esperar un par de semanas, para asegurarse de que era distinta de las demás, antes de acostarse conmigo. Si les decía que era un MDLS después de haberme acostado con ellas, reaccionaban divertidas y se sentían intrigadas por la idea, convencidas de que, en su caso, yo no había utilizado ninguna de mis técnicas de seducción. No obstante, esa tolerancia sólo duraba hasta que rompíamos o dejábamos de vernos, momento a partir del cual mi condición de MDLS jugaba en mi contra. El problema de ser un MDLS es que para las mujeres los conceptos de sinceridad y confianza tienen una grandísima importancia. Y las mismas técnicas, que tan eficaces se revelan a la hora de empezar una relación, violan principios que son necesarios para prolongarla.
Al poco tiempo de publicar mi artículo en el New York Times recibí una llamada de Will Dana, de la revista Rolling Stone.
—Vamos a abrir el próximo número con un reportaje sobre Tom Cruise —me dijo.
—Parece una buena idea —le dije yo.
—Sí. Quiere que lo escribas tú.
—¿Te importaría ser más concreto? ¿A quién te refieres cuando dices «quiere»?
—Tom Cruise nos ha pedido que seas tú quien escriba el artículo. —¿Por qué? Yo nunca he entrevistado a un actor.
—Ha leído el artículo que escribiste sobre el asunto ese del ligue. Pero puedes preguntárselo tú mismo cuando lo conozcas. Ahora mismo está en Europa, buscando localizaciones para la siguiente entrega de Misión imposible, pero quiere que te reúnas con él en una escuela de caballitos en cuanto vuelva de Europa. —¿Qué es una «escuela de caballitos»?
—Un sitio donde te enseñan a hacer caballitos con motos.
—Suena bien. Cuenta conmigo.
Se me olvidó decirle a Will que no había conducido una moto en toda mi vida; aunque era algo que estaba en la lista de habilidades relacionadas con la seducción que quería adquirir, entre las clases de improvisación y las clases de autodefensa.