Notas

[1] Los mismos romanos debían tener problemas para conjugar mitos tan diversos como la Guerra de Troya y el origen de Cartago. Esta última, según la tradición, que concuerda bastante bien con la arqueología, fue fundada el año 814, mientras que la Guerra de Troya se habría librado en torno al 1200. <<

[2] El historiador Julio Mangas calcula que en España, antes de la conquista romana, el consumo de sal por persona y año era de unos treinta kilos. En esta cifra se incluía la sal usada para consumo humano y del ganado, y también para condimentar alimentos, curar y conservar carne, curtir pieles y otros usos. El cálculo puede extrapolarse a Italia en los tiempos de los que estamos hablando. <<

[3] Pensemos, por ejemplo, en la boda y el nacimiento. La diosa Juga o Yuga estaba presente durante el cortejo. Domidico guiaba a la novia en el camino a casa de su nuevo marido. Cinxia la ayudaba a quitarse el cinturón y el resto de la ropa. Virginense a perder la virginidad. De Pertunda, considerando que significa «taladradora», mejor no diremos nada. Volupia hacía que la primera experiencia sexual fuera placentera. Cuando la joven esposa se quedaba embarazada, Rumina llenaba de leche sus pechos. En el parto, Antevorta protegía a madre y bebé si éste venía de cabeza y Postvorta, que lo tenía más difícil, lo hacía en caso de que el crío se presentara de nalgas. Vagitanus no era lo que parecía: se encargaba de abrir la boca del bebé para su primer llanto o inhalación. Intercidona guardaba el ombligo, etc. <<

[4] Los griegos lo habían recibido de los fenicios. En realidad, en los siglos VII y VI a.C., la época del llamado «arte orientalizante» se producía un constante mestizaje cultural por todo el Mediterráneo. <<

[5] Las calendas, palabra que los latinos solían escribir con K, eran el primer día de cada mes. Otra fecha señalada eran los idus, el día 15 de los meses de marzo, mayo, julio y octubre y el 13 el resto de los meses. (Los idus más famosos fueron los de marzo del año 44 a.C., fecha del asesinato de Julio César). Las nonas eran el noveno día anterior a los idus. Para expresar una fecha como el 3 de mayo, los romanos dirían que era el día quinto antes de las nonas de mayo. Quienes quieran calcular fechas con este sistema tan engorroso, pueden hacerlo en http://www.educadormarista.com/pqedison/roman.htm. <<

[6] En realidad, durante las primeras décadas de la República los cónsules no se llamaban así, sino pretores. Pero es mejor no entrar en detalles, pues el sistema ya resulta bastante lioso incluso sin profundizar demasiado. <<

[7] Y no sólo las clases bajas. Las centurias también se dividían por edades entre seniores y juniores, términos que se explican por sí solos. Aunque los seniores eran menos —la pirámide de población de Roma no era como la de los países desarrollados del siglo XXI, sino como los del Tercer Mundo—, tenían más centurias. Eso aseguraba que los mayores ganaban a los jóvenes. En Roma no se daba sólo una lucha de clases sociales, sino también una lucha de clases de edad. (En realidad, ese conflicto existe también en nuestra sociedad, aunque soterrado. O no tan soterrado, como han puesto de relieve las manifestaciones de los «indignados»). <<

[8] Los clientes eran personas que estaban bajo la protección de un patricio, al que llamaban patronus o patrón y juraban fidelidad. Podían provenir de familias pobres, ser esclavos liberados o extranjeros domiciliados en la ciudad. Aunque sea una comparación un tanto tosca, podríamos pensar en los clientes como la clase de tropa de una familia de la Mafia. Por las mañanas, los clientes se presentaban ante la casa del patrón para saludarlo, y éste les entregaba la sportula, una cesta con provisiones. A cambio, ellos prestaban su apoyo al patrón votándolo, hablando en su favor, aclamándolo en el Foro, abucheando a sus rivales políticos o usando puños y palos si era menester. Cuando hoy día los periodistas hablan de «clientelismo político» piensan, de forma consciente o no, en esta curiosa institución romana. <<

[9] Por lo que sabemos, debía de tratarse de malaria. En las zonas pantanosas abundaba el mosquito anofeles, vector de contagio de la enfermedad. Los antiguos no lo sabían, aunque ya instalaban mosquiteras —que algunos autores romanos consideraban como afeminadas—. En general, sabían que los pantanos eran perniciosos y por eso hablaban de «paludismo», término derivado de palus, «lago, pantano». La malaria era más habitual en verano, y experimentaba picos cada cinco o seis años, cuando las fluctuaciones del clima aumentaban la población de mosquitos. Los romanos adinerados procuraban ausentarse de la ciudad y viajar a climas más sanos, fuera en la montaña o en costas sin marismas: así pues, el origen de las vacaciones de verano fue la búsqueda de lugares más saludables. <<

[10] Normalmente, un nombre romano se componía de tres partes: praenomen o nombre de pila, nomen o apellido de la gens o linaje, y cognomen o nombre de una familia concreta dentro de la gens. Los praenomina más normales eran poco más de veinte, por lo que se repiten muchísimo: Cayo, Tiberio, Tito, Marco, Publio, etc. De ese modo, un nombre romano completo adoptaría una forma como Publio Cornelio Escipión, es decir, Publio de la gens Cornelia de la rama de los Escipiones, o Cayo Julio César, Cayo de la gens Julia de la rama de los Césares.

Cuando un romano era adoptado por otra persona, algo muy común, tomaba su nombre, al que añadía su cognomen con el sufijo –anus. Así, cuando Octavio fue adoptado por Julio César se convirtió en Cayo Julio César Octaviano (más conocido por su título imperial de Augusto).

Las mujeres normalmente recibían el nombre de la gens familiar, lo que daba lugar a muchas confusiones. Las mujeres de la gens Cornelia, por ejemplo, se llamarían todas ellas Cornelia. Para distinguirlas se usaban números ordinales como Prima o Tercia, o los comparativos Mayor y Menor, o sufijos diminutivos co- mo –ila: Livila, de la gens Livia. Con el tiempo, muchas mujeres también adoptaron el cognomen o apellido de la rama familiar, por ejemplo, Pompeya Magna.<<

[11] De todos modos, había que tener en cuenta los problemas logísticos de mantener a ejércitos tan grandes, no sólo por el suministro de provisiones, sino también por los inconvenientes sanitarios: las aguas estancadas y las enfermedades provocadas por toneladas de excrementos de hombres, caballos y bestias de carga mataban a veces más soldados que las mismas batallas. Era lógico que los cónsules prefiriesen no concentrar en el mismo sitio todas las legiones que podían movilizar, aprovechando sus reservas para crear maniobras de distracción. Y también era lógico que los miembros de la cuádruple alianza decidieran dividir fuerzas. De ese modo, además, evitaban pelearse entre ellos. <<

[12] Recomiendo a los lectores consultar este artículo: http://es.wikipedia.org/wiki/Las_Médulas. Y, si pueden acercarse a las Médulas de León, que traten de visitarlas. En ese lugar los romanos provocaron un auténtico desastre ecológico con el procedimiento de la ruina montium, «destrucción de los montes», para conseguir oro. Pero el resultado de ese desastre es un paisaje espectacular, y que ha creado ahora su propia ecología. Por encima de todo, revela el empeño de los romanos por vencer a la naturaleza. <<

[13] En el siglo I a.C., el historiador Tito Livio especuló con lo que habría podido suceder si Alejandro hubiese vivido más años y se hubiese enfrentado a Roma, en el libro 9 de Ab urbe condita. Eso significa que debía tratarse de una cuestión popular entre los romanos, que discutían a menudo quién era el mejor general de la historia, si Alejandro, Aníbal, Pirro o su propio Escipión. Por supuesto, para Livio los romanos habrían vencido, pero me temo que él extrapolaba el inmenso poder de Roma en la época de Augusto a un tiempo muy anterior. Este posible enfrentamiento entre Alejandro y las legiones es el argumento central de mi novela ucrónica Alejandro Magno y las águilas de Roma. <<

[14] El término latino para los cartagineses era poeni o «púnicos», derivado de phoenici. <<

[15] Resulta curioso que los romanos castigaran a menudo a soldados o unidades enteras por perder batallas, pero nunca a sus generales. La razón es que pensaban que el resultado del combate dependía del favor de los dioses —por eso insistían tanto en la importancia de los rituales previos— y de la calidad de sus soldados. Por tanto, el papel del general no era tan importante, ni para bien ni para mal. Realmente no se puede decir que hubiera en Roma generales profesionales como Pirro. Lo más parecido a él sería un Escipión, ya en la Segunda Guerra Púnica, o un Mario en torno al año 100 a.C. <<

[16] Por comparación, en el Titanic murieron mil quinientas personas, y en el Wilhelm Gustloff, un barco alemán cargado de refugiados y hundido por los soviéticos en 1945, perecieron unas diez mil personas en el que se considera el mayor naufragio de la historia —hablamos de un solo barco, evidentemente. <<

[17] La guerra de los mercenarios es el tema de la magistral Salambó, novela de Gustave Flaubert que recomiendo a todos los lectores. <<

[18] Prefiero utilizar el término «Hispania» sólo cuando hablo desde el punto de vista romano. Por supuesto, es una cuestión arbitraria. <<

[19] Aún había más legiones movilizadas, hasta un total de dieciséis, pero en otros escenarios como el valle del Po, España y Sicilia. El problema era tener juntos a tantos hombres, pues consumían los recursos de los alrededores como una plaga de langosta, y sus basuras y excrementos ocasionaban problemas sanitarios. <<

[20] Podría transcribirse también «Jerónimo». <<

[21] Se ha discutido mucho si esta especie de rayo láser de la Antigüedad era factible. En 1973, el ingeniero griego Ioannis Sakkas llevó a cabo un experimento en Atenas con resultado positivo. Pero su blanco era la silueta de un trirreme de contrachapado, untado además con brea. En 2006 los presentadores del programa Cazadores de mitos pusieron a prueba un dispositivo similar, y esta vez los espejos ustorios no tuvieron éxito. <<

[22] Aunque el propio Ptolomeo I difundió el rumor interesado de que él era un hijo bastardo de Filipo: eso lo convertía a él en un sucesor más legítimo de su supuesto hermano Alejandro. <<

[23] Los ejércitos romanos que libraron estas campañas se alimentaban con grano enviado desde Cartago, que como «amiga de Roma» cumplía las condiciones del tratado firmado unos años antes. En cuanto a los elefantes de Flaminino, también debían de ser una contribución de los cartagineses. <<

[24] Para los romanos era 4 de septiembre. Pero en aquella época su calendario oficial estaba muy adelantado con respecto al astronómico, problema que no se corregiría hasta la dictadura de Julio César. <<

[25] El escaso número de muertos romanos parece demostrar que en realidad no hubo choque frontal contra las sarisas. Mientras éstas se mantuvieron en su sitio, con los batallones cerrados, los legionarios debieron de quedarse a escasa distancia de sus puntas, avanzando o retrocediendo conforme lo hacían los macedonios. Hasta que por fin se abrió la formación de la falange, la batalla debió de ser más de nervios y amagos que de estocadas y heridas reales. <<