II
LA REPÚBLICA ROMANA:
FUNCIONAMIENTO
Para los romanos, el término res publica significaba «cosa o asunto público», y podía referirse al conjunto de intereses colectivos que nosotros traduciríamos como Estado. En ese sentido, en época imperial todavía seguían hablando del «bien de la república».
Sin embargo, desde el punto de vista histórico, denominamos República al periodo que abarca desde la expulsión de Tarquinio el Soberbio en 509 a.C. hasta el 29 a.C., año en que Octavio se convirtió en amo indiscutible de la política romana con el título de Augusto. Pero Octavio, por prudencia, nunca se hizo llamar rex: el juramento que había hecho Bruto en nombre de todos los romanos —no aceptar jamás a otro rey— conservó su fuerza simbólica a través de los siglos.
Para comprender cómo esta República se convirtió en la mayor potencia del mundo occidental, conviene que conozcamos algo sobre su funcionamiento. Hablamos de casi cinco siglos de historia. Hay que entender que las magistraturas y las asambleas sufrieron cambios y evoluciones. Por no embrollar a los lectores, procuraré simplificar lo más posible. El panorama que voy a presentar es el de la República ya avanzada y consolidada. Lógicamente, no nació así el mismo día de su proclamación.
La República heredó muchas instituciones de los tiempos de la monarquía. Como se suele decir de las madres, los romanos nunca tiraban nada. En realidad, ésa constituía una característica común de los pueblos antiguos, que solían ser muy respetuosos con sus tradiciones. Pero los romanos llevaron ese rasgo de su personalidad más lejos que nadie. Su respeto por las costumbres de los antepasados, la mos maiorum, era tanto que otros pueblos lo tildaban de superstición.
¿Quiere eso decir que los romanos jamás innovaban? No. Continuamente creaban o reformaban las magistraturas, las asambleas y los tribunales, y en lo relativo a la guerra no tenían reparo en adoptar las armas de otros pueblos. Pero no abolían nada de lo anterior; como mucho, reducían las competencias de las viejas instituciones hasta convertirlas en simbólicas. Sólo que para ellos el poder de lo simbólico se elevaba a magia.
Por conservar, conservaron hasta el título de rey para un caso muy especial: el rex sacrorum o rey de lo sagrado. Este rex, siempre un patricio, servía de por vida como sacerdote y no podía desempeñar ningún otro cargo. Sus funciones eran puramente religiosas, como hacer sacrificios en las calendas y anunciar los días de fiesta en las nonas de cada mes[5] En cuanto al poder militar y político de los antiguos reyes, había pasado a los cónsules.