El rapto de las Sabinas
La nueva ciudad andaba muy corta de mujeres, lo que no le auguraba un porvenir muy largo. El senado, recién fundado por Rómulo, le aconsejó que pidiera a las ciudades de los alrededores jóvenes casaderas. Pero todos los vecinos rechazaron la petición.
Rómulo decidió entonces recurrir a un engaño. Celebró unos juegos en honor del dios Neptuno e invitó a los sabinos, un pueblo emparentado con los latinos que habitaba en la orilla oeste del río Tíber. Los sabinos acudieron en masa junto con sus familias. Mientras contemplaban el espectáculo, los romanos raptaron a las mujeres más jóvenes y se las llevaron a sus casas.
De momento, los sabinos regresaron a sus ciudades, pues habían dejado las armas para contemplar los juegos. Pero enseguida se organizaron como ejército y, guiados por su rey, Tito Tacio, sitiaron el monte Capitolio.
El asedio debía ser bastante relajado, porque permitía extrañas confraternizaciones. El jefe de la ciudadela era un tal Espurio Tarpeyo, que tenía una hija llamada Tarpeya.
(Existe cierta incoherencia en esto: ¿no quedamos en que los romanos no tenían mujeres? Pero los mitos y las leyendas suelen abundar en contradicciones, así que haremos la vista gorda).
Tarpeya, asomada a la muralla, se dedicaba a coquetear con los sitiadores. Al percatarse de que uno de ellos llevaba un brazalete de oro en la muñeca izquierda, le prometió que les franquearía el paso a la ciudad si todos los guerreros le entregaban al entrar lo que llevaban en el brazo izquierdo.
Cuando la joven abrió las puertas, los primeros en pasar la enterraron bajo sus pesados escudos, que también cargaban en el brazo izquierdo, y la aplastaron. Después, su cadáver fue arrojado por un peñasco del Capitolio, que desde entonces fue conocido como Roca Tarpeya y por el que se despeñaba a aquellos que traicionaban a Roma. Los sabinos, como luego dirían los romanos de sí mismos, no pagaban a los traidores. A cambio, bien que se aprovechaban de sus servicios.
Tras la toma del Capitolio, sabinos y romanos se enzarzaron en una batalla en el valle que separaba este monte del Palatino. Las mujeres raptadas, que al parecer se habían encariñado de sus nuevos maridos, se interpusieron entre ambos bandos diciendo que no querían quedar viudas ni huérfanas.
Merced a la intervención de las féminas, Tito Tacio y Rómulo hicieron las paces y acordaron convertirse en un solo pueblo con dos reyes, tomando el nombre colectivo de Quírites. Tito Tacio tan sólo vivió cinco años, lo que evitó previsibles problemas entre ambos gobernantes.
En estos primeros tiempos, los romanos se organizaban de una manera peculiar. Había entre ellos tres tribus cuyos miembros se llamaban Ramnes, Tities y Luceres. El nombre de los primeros derivaba del propio Rómulo, el de los segundos del rey sabino Tito y el de los terceros de un caudillo etrusco que ayudó a Rómulo llamado Lucumón. Esta división podría ser la reliquia de una fusión entre elementos latinos, sabinos y etruscos, aunque —como todo en este periodo— es discutible.