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Danny leyó el reportaje en The Times, mientras Molly servía café. En el Parlamento había tenido lugar un tira y afloja entre la ministra de Deportes y Billy Cormack, diputado por Stratford South; salía reproducido al final del artículo sobre la actividad parlamentaria.

Cormack (Laborista, Stratford South): ¿Puede la ministra confirmar que ha preseleccionado dos solares para el velódromo olímpico propuesto?

Ministra: Sí, y estoy segura de que mi honorable colega se sentirá complacido al saber que el solar situado en su circunscripción es uno de los dos que se están estudiando.

Cormack: Agradezco a la ministra su respuesta. ¿Sabe que el presidente de la Federación Británica de Ciclismo me ha escrito para comunicarme que su comité votó unánimemente a favor del solar de mi circunscripción?

Ministra: Sí, en parte porque mi honorable colega fue tan amable de enviarme una copia de dicha carta (risas). Permítame asegurarle que tendré muy en cuenta las opiniones de la Federación Británica de Ciclismo antes de tomar la decisión definitiva.

Andrew Crawford (Conservador, Stratford West): La ministra será consciente de que esta noticia no será bien recibida en mi circunscripción, donde se halla situado el otro solar preseleccionado, pues tenemos planes de construir un nuevo centro de ocio en ese terreno y jamás quisimos el velódromo.

Ministra: Tendré en cuenta la opinión de mi honorable colega antes de tomar la decisión definitiva.

Molly dejó dos huevos pasados por agua delante de Danny justo cuando su móvil sonaba. No le sorprendió ver que el nombre de Payne destellaba en la pequeña pantalla, aunque no había esperado que llamara tan temprano. Abrió el móvil.

—Buenos días.

—Buenos días, Nick. Siento llamar a estas horas, pero me estaba preguntando si habrías leído el informe parlamentario en el Telegraph.

—No leo el Telegraph —replicó Danny—, pero he leído el diálogo con la ministra en The Times. ¿Qué dice tu periódico?

—Que el presidente de la Federación Británica de Ciclismo ha sido invitado a dirigir la palabra al Comité de Organización la semana que viene, cuatro días antes de que la ministra tome la decisión definitiva. Al parecer, no es más que una formalidad. Una fuente interna ha dicho al Telegraph que la ministra solo está esperando el informe del perito para confirmar su decisión.

The Times dice más o menos lo mismo —dijo Danny.

—Pero no he telefoneado por eso —señaló Payne—. Quería que supieras que ya he recibido una llamada de los suizos esta mañana, y que han rechazado tu oferta de cuatro millones.

—No me sorprende, dadas las circunstancias —repuso Danny.

—Pero han dejado claro que aceptarían seis —continuó Payne—, siempre que paguemos el total de la cantidad antes de que la ministra anuncie su decisión definitiva dentro de diez días.

—Aun así, es pan comido —dijo Danny—, pero yo también tengo noticias, y temo que no son tan buenas. Mi banco se niega a adelantarme toda la cantidad ahora.

—Pero ¿por qué? —preguntó Payne—. ¿No se dan cuenta de la oportunidad que se presenta?

—Sí, pero piensan que es demasiado arriesgado. Tal vez tendría que haberte advertido de que en este momento estoy un poco desbordado, por culpa de un par de proyectos que no han salido tan bien como esperaba.

—Pero creía que habías hecho un negocio estupendo con el solar de Mile End Road.

—No salió tan bien como había esperado —dijo Danny—. Acabé con unos beneficios de algo más de trescientas mil libras. Como le dije a Gary Hall hace un tiempo, mi último agente me falló bastante, y ahora he de pagar sus errores.

—¿Cuánto puedes reunir? —preguntó Payne.

—Un millón —dijo Danny—. Lo cual significa que faltarán cinco millones, de modo que no habrá trato, me temo. Siguió un largo silencio, durante el cual Danny bebió café y quitó la tapa de los huevos.

—Nick, supongo que no me darías permiso para ofrecer este trato a alguno de mis otros clientes, ¿verdad?

—¿Por qué no? —replicó Danny—. Con todo el trabajo que has hecho… Estoy furioso por no haber conseguido reunir el capital suficiente para el mejor negocio con el que me he topado en años.

—Es muy generoso por tu parte —señaló Payne—. No lo olvidaré. Te debo una.

—Desde luego —dijo Danny, y cerró el móvil.

Iba a empezar a comer uno de los huevos, cuando el teléfono sonó de nuevo. Consultó la pantalla para ver si podía pedir a quien fuera que llamara más tarde, pero decidió contestar cuando destelló la palabra «voz». Abrió el teléfono y escuchó.

—Ya hemos recibido varias llamadas esta mañana con ofertas por su solar, incluida una de ocho millones. ¿Qué quiere que haga con el señor Payne?

—Recibirá una llamada con una oferta de seis millones. Acéptela —dijo Danny antes de que la voz pudiera hacer comentarios—, con dos condiciones.

—Dos condiciones —repitió la voz.

—Debe depositar seiscientas mil libras en el banco antes de que termine la jornada laboral de hoy, y tiene que pagar toda la cantidad antes de que la ministra haga su anuncio dentro de diez días.

—Volveré a llamarle en cuanto se haya puesto en contacto con nosotros —dijo la voz. Danny contempló una yema digna del comedor de la cárcel.

—Molly, ¿podrías prepararme otro par de huevos?