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Nunca te impliques emocionalmente en un caso, le había aconsejado su padre con frecuencia. Aunque Alex no había dormido la noche anterior, prestó toda su atención a cada palabra que pronunció el juez durante sus conclusiones de cuatro horas.

El resumen del juez Sackville fue magistral. En primer lugar, pasó revista a todas las cuestiones de derecho que se aplicaban al caso. A continuación, procedió a ayudar al jurado a repasar las pruebas, punto por punto, con la intención de dotar de coherencia, lógica y sencillez al caso, para que pudieran seguirlo. No exageró ni se mostró parcial en ningún momento, y solo ofreció un punto de vista imparcial a la consideración de los siete hombres y cinco mujeres.

Aconsejó que debían tomarse muy en serio la declaración de los tres testigos que habían afirmado de manera inequívoca que solo el señor Craig había salido del bar para ir al callejón, y solo después de oír el grito de la mujer. Craig había declarado bajo juramento que había visto cómo el acusado apuñalaba varias veces a Wilson, y después regresaba al bar para llamar a la policía.

La señorita Wilson, por su parte, contaba una versión diferente, y afirmaba que fue el señor Craig quien había arrastrado a sus acompañantes a una pelea, y fue él quien debió de apuñalar al señor Wilson. Sin embargo, ella no había sido testigo del asesinato; solo contaba lo que su hermano le había dicho antes de morir.

—Si aceptan esta versión de los acontecimientos —dijo el juez—, tal vez se pregunten por qué el señor Craig se puso en contacto con la policía, y quizá más importante aún: por qué, cuando el oficial de policía Fuller le interrogó en el bar unos veinte minutos después, no había rastros de sangre en la ropa que llevaba.

Alex maldijo para sus adentros.

—Miembros del jurado —continuó el juez Sackville—, nada en el pasado de la señorita Wilson indica que no sea una ciudadana honrada y decente. Sin embargo, tal vez piensen que su declaración está condicionada por su devoción y lealtad a Cartwright, con quien piensa casarse si es declarado no culpable. Pero eso no debe influir en su decisión. Deben dejar de lado la compasión que puedan sentir porque la señorita Wilson esté embarazada. Su responsabilidad consiste en sopesar las pruebas del caso y prescindir de elementos secundarios irrelevantes.

El juez prosiguió subrayando que Cartwright carecía de antecedentes criminales, y que durante los últimos once años había trabajado en la misma empresa. Advirtió al jurado de que no debía extraer excesivas conclusiones del hecho de que Cartwright no hubiera prestado declaración. Era su prerrogativa, explicó, aunque su decisión podía dejar perplejo al jurado, si no tenía nada que ocultar.

Una vez más, Alex maldijo su falta de experiencia. Lo que había sido una ventaja cuando pilló a Pearson por sorpresa, y hasta había provocado que el CPS ofreciera una sentencia menor por una declaración de culpabilidad; ahora se volvía contra él.

El juez concluyó aconsejando al jurado que no tuviera prisa. Al fin y al cabo, subrayó, estaba en juego el futuro de un hombre. Sin embargo, no debían olvidar que otro hombre había perdido su vida, y si Danny Cartwright no había asesinado a Bernie Wilson, podían plantearse la pregunta de quién había cometido el crimen.

A las dos y doce minutos, el jurado salió de la sala para empezar las deliberaciones. Durante las siguientes dos horas, Alex procuró no reprenderse por haber evitado que Danny subiera al estrado. ¿Obraba en poder de Pearson, como había insinuado su padre, más material comprometedor que les habría pillado por sorpresa? ¿Habría sido capaz Danny de convencer al jurado de que no había asesinado a su mejor amigo? Preguntas ociosas a las que Alex, no obstante, continuaba dando vueltas mientras esperaba a que el jurado regresara.

Pasaban de las cinco cuando los siete hombres y cinco mujeres volvieron a la sala y ocuparon sus asientos. Alex no logró interpretar su semblante inexpresivo.

—Miembros del jurado —dijo el juez Sackville—, ¿han alcanzado un veredicto? El portavoz se levantó de su nuevo asiento, al final de la primera fila.

—No, señoría —contestó, leyendo un escrito preparado—. Todavía estamos examinando las pruebas, y necesitaremos más tiempo para llegar a una decisión. El juez asintió y dio las gracias al jurado por su diligencia.

—Ahora voy a enviarles a casa, para que puedan descansar antes de continuar sus deliberaciones mañana por la mañana. No obstante —añadió—, recuerden que, una vez abandonen esta sala, no podrán hablar del caso con nadie, ni siquiera con sus familiares.

Alex volvió a su pequeño piso de Pimlico y pasó una segunda noche de insomnio.