LA VIDA COMO EFECTO SECUNDARIO
CARL ZIMMER
Periodista; autor de The Tangled Bank: An Introduction to Evolution; creador del blog titulado The Loom.
Hace ya más de ciento cincuenta años que Charles Darwin publicó El origen de las especies, pero todavía nos resulta problemático apreciar la sencilla y brillante intuición que vertebra esa obra. Y lo que nos viene a decir esa comprensión genial es que la diversidad biológica no existe porque constituya una necesidad para los seres vivos. Si los pájaros tienen alas no es para volar. Si tenemos ojos no es para poder leer. Antes al contrario: tanto los ojos como las alas o el resto de las maravillas del mundo vivo son en realidad un efecto secundario de la vida misma. Los seres vivos luchan por la supervivencia y se reproducen, pero las réplicas que hacen de sí mismos no son perfectas. La evolución revela ser un subproducto de ese ciclo, igual que el calor que se desprende de un motor en marcha. Estamos tan acostumbrados a pensar que detrás de cada acontecimiento hay un agente causal que nos resulta sumamente difícil entender que la vida pueda constituir en realidad un efecto secundario. Creo que sería muy positivo que todos superásemos de una vez el impulso que nos lleva a ver agentes causales en situaciones que desde luego carecen de un propulsor concreto. Es algo que, sin ir más lejos, ayudaría a entender incluso por qué ponemos tanto ahínco en encontrar agentes causales en general.