EL JUEGO DE LA VIDA Y LA BÚSQUEDA DE GENERADORES LÓGICOS[*]

NICK BOSTROM

Director del Instituto para el Futuro de la Humanidad; catedrático de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Oxford.

El Juego de la Vida es un autómata celular inventado en el año 1970 por el matemático británico John Horton Conway. Son ya muchas las personas que se hallan familiarizadas con esta creación de Conway. No obstante, para quien no se encuentre en ese caso, la mejor forma de comprender de qué se trata consiste en experimentar con alguna de las versiones gratuitas que pueden encontrarse en Internet (aunque todavía hay una solución mejor, ya que si cuenta usted con unas nociones, siquiera rudimentarias, de programación, tendrá la posibilidad de construir un Juego de la Vida por sí mismo).

Explicado sucintamente, el juego consta de una rejilla, y cada una de las celdas puede hallarse en uno de estos dos estados: muerta o viva. El juego comienza colocando en la rejilla una distribución inicial de celdas vivas. Después solo tiene que dejar que el sistema evolucione por sí mismo, ateniéndose a tres sencillas reglas.

¿Qué interés tiene este juego? Desde luego, no puede considerarse que el Juego de la Vida sea realista desde el punto de vista biológico. No hace nada útil. Ni siquiera se trata de un juego en el sentido habitual de la palabra. Ahora bien, es una plataforma con la que poder realizar todo un conjunto de demostraciones vinculadas con varios conceptos importantes, de modo que puede decirse que constituye una especie de «laboratorio virtual de filosofía de la ciencia». El filósofo Daniel Dennett ha afirmado que todo estudiante de filosofía tiene la responsabilidad de familiarizarse con dicho juego. Este autómata nos ofrece la posibilidad de contemplar un microcosmos lo suficientemente sencillo como para comprender con facilidad el modo en que suceden las cosas, sin que carezca por ello de una fuerza generatriz capaz de producir fenómenos interesantes.

Si dedicamos una hora a observar la evolución del Juego de la Vida podremos desarrollar una comprensión intuitiva de los siguientes conceptos e ideas:

  • Complejidad emergente: esto es, aprenderemos cómo surgen pautas complejas a partir de una serie de reglas muy sencillas.
  • Conceptos dinámicos básicos: es el caso, por ejemplo, de la distinción entre las leyes de la naturaleza y las condiciones iniciales.
  • Niveles de explicación: no tardamos en percibir una serie de pautas (como la aparición de un «planeador», es decir, de un concreto tipo de patrón que recorre la pantalla). Pueden describirse eficazmente estas pautas utilizando la terminología propia de los niveles superiores, pero lo cierto es que resulta muy engorroso describirlas valiéndonos únicamente del lenguaje de la física elemental que da lugar al surgimiento del patrón en sí (afirmando, por ejemplo, que se trata de píxeles individuales que están muertos o vivos).
  • Superveniencia[**]: esto nos lleva a pensar en la relación existente entre las diferentes ciencias que existen en el mundo real. ¿Puede decirse de igual manera que la química superviene de la física, que la biología superviene de la química o que la mente superviene del cerebro?
  • Formación de conceptos y disección minuciosa de los más íntimos detalles de la naturaleza[***]: es decir, la averiguación de cómo y por qué alcanzamos a reconocer ciertos tipos de pautas, asignándoles un determinado nombre. De este modo, por ejemplo, resulta posible distinguir en el Juego de la Vida lo que llamamos «vida estática», esto es, pequeñas pautas que se muestran estables e invariables; «osciladores», es decir, pautas que se mueven en un ciclo perpetuo, pasando por una secuencia fija de estados intermedios; «naves espaciales», o lo que es lo mismo, patrones que se desplazan a lo largo de la rejilla (como ya vimos que ocurría con los «planeadores»); «cañones», o patrones estacionarios que emiten de manera incesante un flujo de naves espaciales; y «locomotoras a vapor», o sea, patrones formales que se desplazan por la rejilla dejando restos tras de sí. Cuando uno empieza a construir estos y otros conceptos, el caos que aparece en la pantalla resulta cada vez más comprensible. El desarrollo de nociones capaces de explorar minuciosamente los más recónditos detalles de la naturaleza es el primero y más decisivo paso que se revela preciso dar para empezar a comprender una cosa —y esto no solo en el contexto del Juego de la Vida sino también en el terreno de la ciencia y en la esfera de la vida cotidiana.

En un plano más avanzado, descubrimos que el Juego de la Vida es un sistema de Turing completo, lo que significa que podemos construir una pauta que actúe a la manera de una Máquina Universal de Turing (esto es, como un ordenador facultado para simular el comportamiento de cualquier otro ordenador). De este modo, llegamos a la conclusión de que en el Juego de la Vida puede ponerse en marcha cualquier función computable, incluyendo tal vez una función capaz de describir un universo similar a aquel en el que nosotros mismos habitamos. En el Juego de la Vida también es posible fabricar un constructor universal, es decir, una pauta capaz de generar un gran número de objetos complejos, incluyendo copias de sí misma. No obstante, las estructuras que vemos evolucionar en el Juego de la Vida son distintas de las que encontramos en el mundo real, ya que las estructuras del Juego de la Vida tienden a ser frágiles, en el sentido de que es muy frecuente comprobar que la modificación de una única celda puede acabar provocando la disolución de todas las demás. Un ejercicio interesante consiste en tratar de imaginar cuáles son exactamente los elementos que explican dichas diferencias, cotejando para ello las reglas del Juego de la Vida con las leyes de la física que rigen en el universo que nosotros mismos habitamos.

Es posible que la mejor forma de entender el Juego de la Vida ideado por Conway no consista en considerar que se trata de una abstracción taquigráfica singular sino en verlo más bien como un generador de ese mismo tipo de abstracciones. Gracias al Juego de la Vida de Conway conseguimos un conjunto de abstracciones útiles —o al menos disponemos de un método para generarlas—, y todo ello con el mismo coste energético que el que nos supondría la obtención de una sola. Esta circunstancia señala además la presencia de una abstracción taquigráfica particularmente fructífera: la derivada de aplicar la estrategia denominada «búsqueda de generadores». Es habitual que nos enfrentemos a un gran número de problemas. Podemos tratar de resolverlos uno a uno, pero se nos ofrece también la alternativa de intentar crear un generador capaz de producir soluciones a múltiples problemas.

Pensemos, por ejemplo, en el reto que supone hacer progresar el conocimiento científico. Podríamos avanzar en ese sentido abordando directamente unos cuantos problemas científicos al azar. No obstante, es posible que pudiésemos incrementar el ritmo de nuestros progresos dedicándonos a buscar generadores y centrando nuestros esfuerzos en una serie de subconjuntos concretos de esos mismos problemas científicos —a saber, aquellos cuyas soluciones tienen más posibilidades de facilitar el descubrimiento de otras muchas soluciones—. Desde este planteamiento podríamos prestar la máxima atención a las innovaciones metodológicas de más amplia aplicación potencial, al desarrollo de aquellos instrumentos científicos capaces de permitir la concepción de una gran cantidad de experimentos nuevos, y a la introducción de mejoras en los procesos institucionales, como el de la revisión por homólogos, ya que todo ello puede ayudarnos a tomar decisiones relacionadas con la persona que más nos conviene contratar, financiar o promover —decisiones que, de este modo, reflejarían más exactamente el verdadero mérito de los candidatos.

En este mismo sentido, es muy probable que nos interese sobremanera desarrollar un conjunto de potenciadores cognitivos eficaces en el campo de la biomedicina, fomentando al mismo tiempo otras fórmulas capaces de mejorar las capacidades pensantes de los seres humanos —dado que, a fin de cuentas, el cerebro es el generador por excelencia—.

Este libro le hará más inteligente
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