EL ENTRELAZAMIENTO CUÁNTICO

MARCO IACOBONI

Neurocientífico; catedrático de psiquiatría y ciencias de la conducta; director del Laboratorio de Estimulación Magnética Transcraneana del Centro de Cartografía Cerebral Ahmanson-Lovelace de la Facultad de Medicina David Geffen de la Universidad de California, Los Ángeles; autor de Las neuronas espejo. Empatía, neuropolítica, autismo, imitación o de cómo entendemos a los otros.

El entrelazamiento cuántico es una «acción fantasmal a distancia», como solía afirmar Einstein (y lo cierto es que este era un concepto que no le gustaba en absoluto, pese a que en un momento determinado no le quedara más remedio que admitir su existencia). En física cuántica, dos partículas se hallan entrelazadas cuando la ocurrencia de un cambio en una de las partículas se asocia inmediatamente con un cambio en la otra partícula. Y aquí es donde interviene la parte fantasmagórica, ya que podemos empeñarnos en separar todo cuanto sea posible a nuestros «entrelazados amiguitos» sin que dejen por ello de seguir entrelazados. El surgimiento de un cambio en uno de ellos queda instantáneamente reflejado en el otro, aunque se encuentren físicamente muy alejados entre sí (¡y cuando digo muy alejados me refiero a que se hallen ubicados en países diferentes!).

El entrelazamiento cuántico parece cosa de magia. Se trata de un hecho que resulta realmente difícil de comprender. Y, sin embargo, constituye un fenómeno muy real, susceptible de ser medido y reproducido en el laboratorio. Y la cosa no acaba aquí. Si durante muchísimos años se ha venido pensando que el entrelazamiento cuántico era un fenómeno extremadamente sutil que únicamente podía observarse en la infinitesimal pequeñez del universo de la física cuántica («¡Ah, bueno, menos mal! ¡Por lo menos nuestro mundo es inmune a tan extrañas realidades!»), siendo además notablemente volátil, las pruebas más recientes sugieren que dicho entrelazamiento pudiera ser de hecho mucho más sólido y hallarse bastante más extendido de lo que en un principio se pensaba. Es posible que la fotosíntesis tenga lugar por medio de un fenómeno de entrelazamiento cuántico, por no mencionar el hecho de que los últimos datos relativos al funcionamiento cerebral sugieren que el entrelazamiento cuántico desempeñaría un papel en la difusión sistemática de la actividad eléctrica que actúa en grupos de neuronas situadas en zonas del cerebro mutuamente alejadas entre sí.

El entrelazamiento cuántico posee un notable peso cognitivo, dado que representa un desafío para nuestras intuiciones cognitivas. Da la impresión de que nuestra mente ha sido diseñada para preferir las narrativas que nos proporcionan una explicación de los fenómenos naturales basada en un conjunto de relatos causales de carácter relativamente mecánico. Y si no nos resulta posible concebir uno de esos relatos, tendemos a recurrir al pensamiento irracional —es decir, al tipo de sentimiento mágico que solemos experimentar al darle vueltas al fenómeno del entrelazamiento cuántico—. La existencia de partículas entrelazadas nos enseña que las creencias en las que sustentamos la idea que nos hacemos acerca del funcionamiento del mundo pueden llegar a chocar gravemente con nuestro modo de comprenderlo. Sin embargo, también nos señalan que si nos atenemos a los principios de la buena práctica científica —consistente en observar primero para medir después y pasar a reproducir finalmente los fenómenos que logremos enmarcar en una teoría (o que se hallen incluidos entre las predicciones de una teoría científica ya existente)— tenemos a nuestro alcance la posibilidad de hallar sentido a las cosas. Incluso a aquellas que presenten unas características tan sumamente extrañas como las del entrelazamiento cuántico.

Otra de las razones que sustentan la afirmación de que el entrelazamiento cuántico posee un considerable peso cognitivo radica en el hecho de que venga a susurrarnos al oído que los fenómenos de causa y efecto que nos resultan aparentemente evidentes en sí mismos podrían no hallarse en modo alguno en una relación causal propiamente dicha. La aplicación de las modernas tablas de vacunación, con las correspondientes indicaciones de las dosis y las secuencias de administración —en lo que constituye un esquema que representa probablemente el mayor logro de la medicina contemporánea—, coincide con la declaración de un conjunto de síntomas asociados con la aparición de diversos casos de autismo entre la población infantil. Esta concomitancia en el tiempo podría inducirnos a creer, erróneamente, que la vacunación podría haber generado esos síntomas, y por consiguiente la propia enfermedad del autismo. Al mismo tiempo, dicha correspondencia temporal debería ponernos en guardia contra toda asociación directa entre una causa y su pretendido efecto, invitándonos a examinar una segunda vez las cosas y a realizar experimentos controlados a fin de averiguar si existe realmente o no algún vínculo entre la administración de las vacunas y la incidencia del autismo. Actualmente hemos conseguido saber que no cabe pensar que haya ningún vínculo de esa clase. Por desgracia, dicha creencia resulta muy difícil de erradicar, y está haciendo que algunos padres tomen la decisión, potencialmente desastrosa, de no vacunar a sus hijos.

La historia del entrelazamiento cuántico es un gran ejemplo de la capacidad que tiene la mente humana para comprender casi más de lo que creemos que alcanza efectivamente a comprender. En este caso, la palabra más importante es «casi». Dado que ya hemos «estado ahí», es decir, puesto que actualmente ya entendemos la idea del entrelazamiento cuántico, se hace a todas luces evidente que teníamos la capacidad de «llegar a dicho punto», o lo que es lo mismo, que siempre hemos tenido luces suficientes para comprender tal noción. Sin embargo, antes de lograrlo, no teníamos en absoluto esa impresión. En tanto que no dimos con científicos susceptibles de ser reproducidos, el fenómeno del entrelazamiento cuántico que predice la teoría cuántica se nos antojó prácticamente tan espeluznante como la existencia de los fantasmas. (Y aun así continúa presentando todo el aspecto de una cuestión un tanto peliaguda, ¿no creen?). Los seres humanos muestran una propensión natural a rechazar los hechos que no se ajustan a sus creencias, y lo cierto es que al vernos enfrentados a esos hechos tendemos automáticamente a reforzar nuestras convicciones y a ocultar los datos adversos bajo la alfombra. Las hermosas vicisitudes del entrelazamiento cuántico nos recuerdan que podemos «ir más allá de nosotros mismos», que no tenemos por qué aferrarnos desesperadamente a nuestras creencias, y que podemos encontrar sentido a las cosas. Incluso a aquellas que se revelan un tanto inquietantes.

Este libro le hará más inteligente
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