PRAGMAMORFISMO
EMANUEL DERMAN
Profesor de ingeniería financiera de la Universidad de Columbia; director de la empresa Prisma Capital Partners; exjefe del Quantitative Strategies Group de la Equities Division de Goldman Sachs & Co.; autor de My Life as a Quant: Reflections on Physics and Finance.
La palabra «antropomorfismo» significa atribuir las características de los seres humanos a los objetos inanimados o a los animales. Yo he inventado la voz «pragmamorfismo» como una abstracción taquigráfica que permite asignar las propiedades de los objetos inanimados a los seres humanos, ya que uno de los significados de la palabra griega pragma es precisamente el de «objeto material».
Profesar el pragmamorfismo parece equivaler, por tanto, a adoptar una actitud científica en relación con el mundo, aunque no sería difícil que dicha actitud evolucionara y terminase convirtiéndose en un romo cientificismo.
Es pragmamórfico equiparar una serie de correlatos materiales con un conjunto de estados psicológicos de los seres humanos —considerar por ejemplo que los resultados de una tomografía por emisión de positrones del cerebro son equivalentes a las emociones—. Y es igualmente pragmamórfico omitir sin más aquellas cualidades humanas que no son susceptibles de medición.
Hemos descubierto formas de cuantificación útiles y aplicables a los objetos materiales —valorando así su longitud, su temperatura, su presión, su volumen, su energía cinética, etcétera—. El vocablo «pragmamorfismo» es un término muy adecuado para describir el empeño consistente en atribuir esa misma métrica unidimensional y deificada a las cualidades mentales de los seres humanos. El cociente de inteligencia, una especie de «escala de longitud» pensada para cuantificar la capacidad de análisis de la mente humana, es el resultado de una actitud pragmamórfica. No obstante, lo cierto es que la inteligencia constituye una realidad más difusa que lineal.
La función de utilidad de la economía se revela de una índole similar. Está claro que la gente muestra determinadas preferencias. Ahora bien, ¿puede considerarse igualmente claro que exista una función capaz de describir esas preferencias?