EL MUNDO ES IMPREDECIBLE
RUDY RUCKER
Matemático; informático; precursor del cyberpunk; novelista; autor de Jim and the Flims.
Los medios de comunicación buscan las causas inmediatas tanto de las ganancias inesperadas que nos ofrece la vida como de los desastres que pueden surgir en ella. El público quiere que se bloquee la incidencia de los acontecimientos negativos y que, en cambio, se canalicen las fuerzas que contribuyen a los positivos. Los legisladores proponen nuevas normativas, permanentemente empeñados en sofocar infructuosamente incendios apagados hace un año y apostando eternamente por los caballos ganadores de ayer.
He aquí una verdad escasamente conocida: todos los aspectos del mundo son fundamentalmente impredecibles. Es algo que los informáticos han demostrado hace ya mucho tiempo.
¿Y cómo lo han logrado? Predecir un acontecimiento equivale a conocer un atajo para prever el resultado. Un simple recuento muestra que no hay suficientes atajos para todos los acontecimientos posibles. De aquí se deduce que la mayor parte de los procesos no pueden predecirse. Otro argumento, de mayor calado en este caso, juega con el hecho de que si uno pudiese predecir sus propias acciones no le resultaría difícil violar deliberadamente las previsiones realizadas, lo que significa que, en último término, dichas predicciones resultarían erróneas.
A menudo suponemos que el carácter impredecible de los acontecimientos se debe bien a los cambios aleatorios que los espíritus superiores introducen en el desarrollo de las cosas, bien a la vil espuma cuántica. Sin embargo, la teoría del caos y las ciencias informáticas nos indican que los sistemas no aleatorios son perfectamente capaces de generar sorpresas de su propia cosecha. Un tornado imprevisto, la caja de caudales de dibujos animados que aterriza en el cráneo del pobre tío George, el golpe de palanca ganador que se da a una máquina tragaperras…: las cosas raras eluden toda forma de cálculo. El mundo se las arregla para revelarse a un tiempo determinista e impredecible.
En el mundo físico, el único modo de conocer con detalle el tiempo que puede hacer mañana consiste en esperar veinticuatro horas y ver lo que ocurre realmente, pese a que ninguno de los mecanismos implicados esté en modo alguno gobernado por el azar. El universo es la única entidad capaz de calcular el clima de mañana del modo más eficiente y rápido posible. Y como todo modelo realizado a inferior escala se revelará inexacto, el menor error terminará por amplificarse y concretarse en consecuencias de magnitud palpable.
En el plano personal, y a pesar de que el mundo sea tan determinista como un programa informático, sigue resultando imposible predecir lo que se va a hacer. Esto se debe a que nuestro método de predicción implica una simulación mental de nuestra propia persona, construyéndose así un modelo que genera sus resultados a menor velocidad que uno mismo. No es posible pensar más rápido de lo que ya se piensa. No podemos encaramarnos sobre nuestros propios hombros.
Perseguir el sueño imposible de una diminuta y mágica teoría capaz de permitirnos realizar rápidos y detallados cálculos relacionados con el futuro es una simple pérdida de tiempo. Nos es imposible predecir, e igualmente imposible resulta controlar el mundo. La aceptación de este hecho puede constituir un motivo de liberación y paz interior. Somos parte del mundo, un mundo que se halla en constante despliegue, de modo que todo cuanto podemos hacer es surcar las caóticas olas que ese avance genera.