LA LEY DE LA VENTAJA COMPARATIVA
DYLAN EVANS
Conferenciante de ciencias de la conducta de la Facultad de Medicina del Colegio Universitario de Cork, Irlanda; autor de Introducing Evolutionary Psychology: A Graphic Guide.
No es difícil identificar la disciplina en la que ha de buscarse el concepto científico que optimiza el equipamiento cognitivo de la gente, ya que el campo en cuestión tiene que ser necesariamente el de la economía. No se trata en realidad de que no exista ningún otro campo de estudio que contenga tantas ideas, o de que en ningún otro se pasen por alto con tanta frecuencia esas mismas ideas, se trata de que no es posible señalar ninguna otra área en la que ese comportamiento tenga un coste tan elevado para quienes cultivan la disciplina y para el resto del mundo. Lo difícil es contenerse y no tomar sino una de las muchas ideas de ese tipo que han sabido desarrollar los economistas.
Tras una seria reflexión, he optado por escoger la ley de la ventaja comparativa, una ley que explica los beneficios que el comercio puede aportar a las dos partes de una transacción dada, incluso en el caso de que una de ellas se revele más productiva que la otra en todos los sentidos. En una época marcada por el creciente proteccionismo resulta más importante que nunca reafirmar el valor del libre comercio. Dado que los intercambios comerciales relacionados con la mano de obra equivalen poco más o menos al comercio vinculado con las mercancías, la ley de la ventaja comparativa explica por qué la inmigración constituye casi invariablemente un factor positivo —extremo que también es preciso subrayar en un período de tiempo en el que la xenofobia va en aumento—.
Al topar con la bien intencionada pero en último término errónea oposición a la globalización, hemos de celebrar los notables beneficios que nos han reportado el comercio internacional y la lucha por conseguir un mundo más integrado.