SOMOS INCAPACES DE PERCIBIR GRAN PARTE DE CUANTO CONFIGURA NUESTRA VIDA MENTAL

ADAM ALTER

Psicólogo; profesor auxiliar de mercadotecnia de la Escuela de Empresariales Stern; adscrito profesionalmente al Departamento de Psicología de la Universidad de Nueva York.

El cerebro humano es una herramienta de una complejidad inconcebible. Mientras nos mantenemos atareados en las labores de la vida cotidiana, nuestro cerebro procesa una enorme cantidad de información bajo la superficie de nuestra consciencia vigil. Entretanto, este trabajo de procesamiento de la información periférica moldea de forma sutil tanto nuestros pensamientos como nuestros sentimientos y nuestras acciones, dando así forma a algunas de las deducciones más decisivas de nuestra vida. Voy a ilustrar a continuación este extremo ofreciendo tres breves ejemplos entresacados de un más amplio conjunto de casos pertenecientes a los trabajos de preparación del libro que me propongo publicar en breve con la editorial Penguin.

1. El color.

Los colores son una característica omnipresente en el entorno, pese a que rara vez nos fijemos en ellos, a no ser que sean particularmente brillantes o se aparten espectacularmente de lo esperable. Lo cierto, no obstante, es que pueden dar forma a toda una gama de efectos o consecuencias: un reciente estudio realizado por Andrew Elliott y Daniela Niesta, de la Universidad de Rochester, ha logrado mostrar que las mujeres se sienten ligeramente más atraídas por los hombres que visten camisas de color rojo, siéndoles en cambio más indiferentes los demás colores. Y lo mismo les ocurre a los hombres, que juzgan más seductoras a las mujeres si las fotografías en que aparecen presentan un borde de color encarnado. El rojo constituye una señal tanto de la intención romántica de la potencial pareja como del carácter dominante de esa persona, que se alzaría así sobre los otros miembros de la especie. Y se trata además de una señal que se aplica tanto a los hombres como a las mujeres. Esta relación entre el color rojo y una posición dominante explica los hallazgos de los antropólogos evolutivos Russell Hill y Robert Barton, de la Universidad de Durham. En su obra del año 2005, estos constataban que «en una amplia gama de deportes», los atletas que visten de rojo tienden a obtener mejores resultados que los que utilizan otros colores. Sin embargo, el rojo tampoco se revela invariablemente beneficioso, ya que también se asocia con los errores y con la necesidad de aplicar alguna medida de precaución, de manera que a pesar de incitarnos a mostrarnos más vigilantes, también puede contribuir a reducir nuestra creatividad (véase, por ejemplo, el artículo titulado «Blue or Red? Exploring the Effect of Color on Cognitive Task Performances», de Ravi Mehta y Rui Zhu, publicado en el número del 27 de febrero de 2009 de la revista Science).

Todos estos efectos encuentran un sólido fundamento en la biología y la psicología humanas, aunque eso no determina que resulten menos notables ni sorprendentes.

2. El clima y la temperatura ambiente.

A nadie le sorprende que la soleada calidez del verano contribuya a hacer que la gente se sienta más feliz, pero lo cierto es que tanto las condiciones climáticas como la temperatura ambiente tienen otros efectos en nuestra vida mental —unos efectos realmente más inesperados—. Con el clima lluvioso tendemos más a la introspección y a mostrarnos reflexivos, circunstancia que a su vez contribuye a mejorar nuestra memoria (véase Joseph Forgas y otros, Journal of Experimental Social Psychology, 2009). En el estudio de Forgas se revelaba que la gente lograba recordar con mayor exactitud las características de una determinada tienda en los días de lluvia que en las jornadas soleadas. La bolsa tiende a subir en los días hermosos y bañados por el sol, mientras que los días fríos y pasados por agua fomentan la pereza y tienden a provocar breves bajadas de los valores bursátiles (véase por ejemplo, David A. Hirshleifer y Tyler Shumway, The Journal of Finance, 2001; junto con Edward Saunders, American Economic Review, 1993). Todavía más sorprendente resulta el hecho de que exista una relación entre los cambios de tiempo y los índices de suicidio, depresión, irritabilidad y diversos tipos de accidentes. Todo ello provocado, según se dice, como reacción a la ocurrencia de cambios en la situación eléctrica de la atmósfera (véase J. M. Charry y F. B. W. Hawkinshire, Journal of Personality and Social Psychology, 1981).

La asociación entre las temperaturas cálidas y la amabilidad humana es algo más que una metáfora. Varios estudios recientes han mostrado que la gente tiende a juzgar que los desconocidos le resultan más agradables si se forma sus primeras impresiones en torno a una taza de café (véase por ejemplo, Lawrence E. Williams y John A. Bargh, Science, 2008). La metáfora que vincula la calidez con la amabilidad se hace incluso extensiva a la exclusión social, puesto que la gente siente frío, literalmente, cuando queda socialmente excluida.

3. Símbolos e imágenes.

En los paisajes urbanos puede constatarse la presencia de miles de símbolos e imágenes que, inadvertidamente, influyen en el modo en que pensamos y nos comportamos. Mis colegas y yo hemos descubierto que las personas que se consideran cristianas tienden a mostrar conductas más honestas cuando se les presenta la imagen de un crucifijo, aun en aquellos casos en que no conservan ningún recuerdo consciente de haber visto dicho símbolo. En el año 1989, el psicólogo Mark Baldwin, del Centro de Investigación en Dinámica de Grupos de la Universidad de Míchigan, realizó un experimento mediante el que consiguió mostrar que el sentimiento de virtud de los cristianos disminuía tras exponérseles a la visualización subliminal de una imagen del papa Juan Pablo II, dado que esa fotografía les recordaba la imposibilidad de ceñirse a las elevadas exigencias de virtud que les exigía esa autoridad religiosa.

En otro orden de cosas, bastante más festivo, se ha constatado que las personas tienden a pensar de un modo más creativo cuando contemplan subliminalmente el logotipo de la compañía de ordenadores Apple (según los experimentos realizados por Gráinne M. Fitzsimons y otros, publicados en el año 2008 en el Journal of Consumer Research), o en caso de que trabajen bajo una bombilla de tipo incandescente (véanse los trabajos de Slepian y otros, 2010, publicados en el Journal of Experimental Social Psychology). La imaginación popular acostumbra a asociar con la creatividad estos dos elementos, tanto el icono característico de la marca Apple como la bombilla encendida, lo que unido a los experimentos nos permite afirmar que los símbolos que se hallan profundamente anclados en el imaginario social pueden configurar la forma en que pensamos.

Una lógica asociativa de carácter muy similar sugiere que las banderas nacionales suscitan en la gente un sentimiento de unidad y, de hecho, se ha constatado que los individuos de una muestra de población integrada tanto por israelíes de partidos de izquierdas como por compatriotas suyos militantes de formaciones de derechas se revelaron mejor dispuestos a contrastar sus distintos puntos de vista políticos tras verse expuestos a la observación subliminal de una imagen de la bandera de Israel (véase Hassin y otros, Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 2007).

De manera similar, existen también informes que señalan que los miembros de una muestra de estadounidenses sentados frente a una amplia bandera de los Estados Unidos terminan por defender un conjunto de actitudes más positivas hacia los musulmanes (según los datos aportados por Butz y otros, en el Personality and Social Psychology Bulletin, 2007).

Estos tres ejemplos —el de los colores, el de las condiciones climáticas y el de los símbolos y las imágenes— no son los únicos posibles: hay decenas de casos alternativos diferentes en los que también se observa la existencia de mecanismos dotados de la sorprendente facultad de influir en nuestro modo de pensar, de sentir, de comportarnos y de tomar decisiones. Y una vez que hayamos comprendido en qué consisten esos factores de predisposición y la forma en que inciden en nuestra vida mental nos encontraremos mejor pertrechados, ya sea para aprovechar sus virtudes o para desechar su influencia.

Este libro le hará más inteligente
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