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Alba Torres estaba sentada en su apartamento. Se encontraba inmersa en una terrible lucha con la sensación de soledad que la oprimía. Sola en un país extranjero, lejos de su familia y con el trágico recuerdo de la muerte de su hermano reverberando en su cabeza, había tomado la valiente decisión de descubrir al culpable, pero la verdad demoledora era que no sabía ni por dónde empezar. En esos momentos, se sentía cualquier cosa menos valiente. Lloraba en silencio, con los ojos cerrados, y tenía todos los músculos de su cuerpo entumecidos.
Pero había llegado hasta donde había llegado sola, sin la ayuda de nadie. Eso era algo, ¿no? ¿No había sido ella quién le había dicho a la policía dónde podían encontrar a Walter Delgado? ¿No había sido ella quién había descubierto el bar de Tetuán? Sin embargo, de la misma manera que se había animado con tales pensamientos, se desinfló como un globo expuesto al sol demasiado tiempo. El descubrimiento del lugar en el que se reunía Walter Delgado con sus camaradas de los Latin Kings había sido un golpe de suerte, y muerto el criollo, no tenía ninguna otra pista que seguir.
Entonces, una idea fugaz le cruzó por la mente. Una idea fugaz y terrible. Blanca como un cadáver, Alba sopesó la idea en su cabeza durante interminables minutos. Fuera de sí, su cuerpo se sacudía con violentas sacudidas pero, a medida que la idea cobraba forma, los espasmos fueron mitigando hasta terminar desapareciendo.
El corona San de Muerte.
El líder de la temible banda latina era el único en ese momento que podía arrojar algún tipo de luz sobre las muertes de su hermano y de Walter. Aunque solo pensar que debía hablar con él, la ponía los pelos de punta y hacía que volviese a temblar incontroladamente. Sin embargo, sabía dónde encontrarle y estaba segura de que podía convencerle para que la ayudase. Al fin y al cabo, ¿qué peligro podía suponer ella para alguien tan poderoso? Y únicamente quería saber la verdad.
Alzó la muñeca y miró la hora en su reloj de pulsera. Si se daba prisa estaba a tiempo de llegar al bar antes de que lo cerrasen.
Solo esperaba que el Corona San de Muerte se encontrase allí.