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Ahora vuelve a estar a oscuras. No recuerda cuánto tiempo lleva en ese estado. El tiempo es elástico, los minutos parecen horas, las horas, días.

La habitación del dolor es como una criatura viva, un monstruo que tortura y consume las almas de quienes tienen la desdicha de caer en sus garras. Personas que el día anterior habrían sonreído, abrazado a sus seres queridos o pensado que la vida era maravillosa. Dentro de la habitación del dolor aquellos pensamientos se convierten automáticamente en tortura y sufrimiento.

Echa de menos la luz pero también la teme, porque entonces es cuando aparece el hombre que le atormenta.

Su captor se encuentra cernido sobre él, en la mano porta una jeringuilla y, presionando el émbolo, libera cien mililitros de adrenalina en su sistema nervioso, haciendo regresar su cuerpo a la consciencia con la misma dolorosa sensación que experimenta un buceador cuando emerge a la superficie después de haber contenido su respiración más tiempo del debido. Amarrado como está a la silla de dentista, trata de cerrar los ojos para escapar a la lacerante y cruda luz de los potentes tubos fluorescentes, pero tiene la impresión de estar dando vueltas. Así que los abre inmediatamente.

—Se encuentra a mi completa y absoluta merced y solo hará lo yo le permita que haga. —Dice en su oído. Tan cerca que puede sentir su aliento erizándole el vello de la oreja—. No tiene voluntad, no tiene el control sobre su cuerpo. Ahora es mío.

Trata de protestar pero de su maltratada garganta solo brotan quejidos incoherentes.

La figura sale de la penumbra y se sitúa delante de su vista. Viste completamente de oscuro, de la cabeza a los pies. En sus manos reposa la caja de plástico con la tapa puesta, no puede imaginar qué se encuentra en su interior, pero sospecha que es un horror como nunca antes había visto.

Un horror que está aguardando a ser mostrado.

Intenta morderse el labio para no sucumbir al terror que se apodera de su cuerpo. Trata de separar sus pensamientos de su cuerpo, cierra los ojos para huir de la figura que tiene ante sí. Y, entonces el dolor le traspasa, de nuevo. Sus brazos se contraen en espasmódicas contracciones, su cuerpo se queda inerte, mientras se vacía su vejiga por segunda vez.

—Ahora, va a hacer exactamente lo que yo le diga. —Dice la figura de oscuro.

Y comienza a gritar.

Antemortem
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