Vuelta al inicio
Volvamos al principio. Al autor que saca a la luz su novela La familia de Pascual Duarte en una época en la que nadie se atrevía a publicar nada que se apartase ni un ápice de la visión de la España reglamentaria, del país dependiente de los designios del Glorioso Movimiento Nacional, vencedor poco antes de una guerra fratricida y terrible. En clave que se definió al poco como tremendista, pero que no era ni por asomo más tremenda que el mundo de entonces, ése fue un primer aldabonazo. Volvamos a La colmena, al libro que es, por encima de cualquier otra cosa, la crónica de una asfixia. Se ha dicho a menudo que no se trata de una novela al uso sino de un mosaico de mil historias. No es cierto. La colmena narraba una muerte del mismo modo que lo hacía el Pascual Duarte, con la diferencia de que es, ahora, una muerte colectiva por ahogo disfrazada de levísima esperanza en un respiro inexistente, igual que el náufrago adorna su muerte con el gesto inútil destinado a atrapar las burbujas de aire que se hunden con él.
A partir de ahí Camilo José Cela se volvió hacia un mundo igual y distinto que le aguardaba en lo más profundo de las dos Castillas. Los cronistas llaman a las páginas que reflejan, por ejemplo, el paisaje y las gentes de la Alcarria «libros de viajes», pero CJC había advertido ya antes —y lo haría no pocas veces más tarde— de su desprecio por la literatura de género, por los libros que deben llevar un apellido para convencer al lector acerca de lo que cabe encontrar en sus entrañas. No hay un Camilo José Cela que retrata el Madrid de la posguerra y otro que hace lo propio con los campos de Ávila. Es el mismo. Habrá otros CJC diferentes (el de Mrs. Caldwell habla con su hijo, por ejemplo, y no digamos nada ya de aquél de los diccionarios y enciclopedias, con un pie instalado casi en la vejez) pero el que hace de pintor, o quizá de notario, de ese universo ahora perdido es fiel a la cartilla que guarda en la mochila, a la bota que le acompaña cinto abajo y a la boina que le protege de las ideas correctas y complacientes.