Una novela venezolana
El contrato de la novela venezolana suponía una suma enorme de dinero para un cronista de la postguerra española y hasta para un potentado del momento: tres millones de pesetas de aquella época en la que la palabra «millonario» servía sólo para definir a los ricos. El euro ha devuelto el mismo sentido a esa cantidad.
Todas las miserias y estrecheces desaparecieron, de pronto, como por ensalmo. Pero a mi padre le costó muchísimo trabajo y varios meses de gestiones cobrar su anticipo; la nube de funcionarios que se interponía entre él y el ansiado cheque, además de constituir una especie de barrera natural propia de toda burocracia que se precie, pretendía llevarse las comisiones habituales. CJC contaba una versión la mar de novelesca de aquellas peripecias, incluyendo atentados, amenazas de muerte, atracos y tiroteos, en los que él figuraba siempre como el héroe que, con la abnegada ayuda de la colonia gallega de Caracas, se salva en el último momento. Como no acabo de estar seguro de la fidelidad histórica de esos episodios, los elimino de este científico tratado de la vida del escritor.
En el mes de noviembre, al volver a España, el mundo de Charo y Camilo José cambió de una forma radical. Las carencias anteriores quedaban sepultadas en el lujoso mausoleo del oro venezolano. Con un criterio encomiable mis padres decidieron que, una vez acabada la novela que CJC tenía que escribir con trasfondo venezolano (una novela que ya tenía nombre: La catira) y nada más cobrar todos los derechos de autor, no harían otra cosa que dedicarse en cuerpo y alma a gastarse el dinero, dólar a dólar, hasta el último céntimo, Camilo José y Charo se habían dado cuenta, de repente, de que podían irse de viaje, cenar fuera de casa, comprar una cubertería de plata y hacer todas esas cosas que antes les quedaban demasiado lejos; resulta comprensible que no estuvieran dispuestos a perderse la ocasión. Quienes opinan que La catira no es una de las novelas importantes de Camilo José Cela seguro que nunca les preguntaron a mis padres su parecer.