Algo acerca de la censura
Si La familia de Pascual Duarte había lanzado a Camilo José Cela a la fama, La colmena significó su consagración definitiva, Y a ese éxito contribuyó en cierto modo la torpeza de la administración franquista. Es difícil saber si alguna de las versiones anteriores de la novela habría gustado más a los censores, pero la última, desde luego, no les hizo ni la menor gracia. La colmena fue prohibida, y su primera edición tuvo que salir en Buenos Aires, en la editorial Emecé. La verdad es que CJC había tenido desde los mismos comienzos de su carrera literaria sus más y sus menos con la censura. Tomás Cerro Corrochano y Pedro Rocamora, directores generales de Prensa y Propaganda, por este orden, se cruzaron en el mes de junio de 1946, justo cuando yo iba por mis cinco meses de vida, unas cartas bien curiosas cuyo contenido, por aquello del valor histórico, merece la pena reproducir. Las reproduzco sin más enmienda que la de un par de errores de mecanografía, respetando el particular criterio ortográfico y sintáctico de los próceres en cuestión.
En la primera de ellas, el director general de Prensa escribe al de Propaganda:
Querido Rocamora:
He tenido un pequeño incidente en censura, con motivo de una novela de D. Camilo José Cela, titulada «La familia de Pascual Duarte», que, en su cuarta edición, lleva un prólogo del Dr. Marañón. Me figuro que esta novela se ha publicado con la debida autorización. Por si te es de alguna utilidad, te diré que el protagonista describe el adulterio de su madre y el de su propia mujer, la vida de prostitución de su hermana, la escena en que viola a una chica de su pueblo en el cementerio y sobre la tumba en que acaba de ser enterrado su hermano (fruto adulterino de los amores de su madre antes aludidos) y todo ello lo hace «con tan brutal crudeza» (La frase no es mía sino de la referencia bibliográfica publicada en el número 140 de ECCLESIA), que sinceramente te confieso que por mi parte lo considero en absoluto intolerable. Si necesitas la novela, la tengo a tu disposición. Por cierto que me costó cuarenta pesetas.
Un abrazo, Tomás Cerro.
Una semana después el director general de Propaganda mandaba su respuesta:
Querido Tomás:
Contesto a tu carta del 11 del cte. sobre la novela de Camilo José Cela, titulada «LA FAMILIA DE PASCUAL DUARTE».
Camilo José Cela me parece un hombre anormal. Tengo la satisfacción de haberle suspendido en derecho civil. Su novela me la leí el otro día a la vuelta de Barcelona, en las dos horas que duró el viaje en avión. Después de llegar a mi casa me sentí enfermo y con un malestar físico inexplicable. Mi familia lo atribuía al avión, pero yo estoy convencido que tenía la culpa Cela. Realmente es una novela que predispone inevitablemente a la náusea.
Esta novela fue autorizada antes de llegar aquí yo; la única novela que ha intentado publicar el genial Sr. Cela siendo yo Director General, he tenido la enorme satisfacción de prohibírsela. Creo que en peñas y cafés enseña alegremente la hoja de censura en que consta esta prohibición.
Te envía un fuerte abrazo.
Firmado: Pedro Rocamora.
El original de la carta de Rocamora y la copia de la de Cerro Corrochano llegaron a manos de CJC gracias a la intervención de una secretaria del segundo, una chica muy mona que las robó de su despacho oficial. A la moza, por lo visto, le caía mejor mi padre que su jefe. Como podrá adivinar el lector sin gran esfuerzo, la persecución oficial organizada por semejantes caballeros no impidió en absoluto que las novelas de Camilo José Cela se vendiesen en España, y muy bien. La mayor parte de los ejemplares de La familia de Pascual Duarte esquivaron la orden de secuestro porque CJC fue por las librerías de Madrid una a una, dando el aviso, antes de que llegase la policía. La novela que se jacta de haber prohibido el señor Roca— mora, por su parte, es una primera versión de La colmena que mi padre presentó a la censura justo diez días antes de que yo naciese. La colmena, como quedó ya dicho, acabó por salir en su forma definitiva en febrero de 1951 en Buenos Aires. En el pie de imprenta de las siguientes ediciones, las de la editorial Noguer, figuraba México pero se hacían en realidad en Barcelona y estaban a disposición del lector en casi todas las librerías españolas por el acreditado sistema de esconderlas en la trastienda o guardarlas, sin más, bajo el mostrador.