Entresijos de Papeles

La lista de los colaboradores de Papeles de Son Armadans sirve para escribir la crónica del mundo intelectual español de los años cincuenta del pasado siglo en adelante. Si nos limitamos a examinar los ejemplares de los dos primeros años, para no aburrir en exceso al lector, encontramos allí, citados en desorden y sin prestar demasiada atención al hecho de que se haya escapado algún nombre, los que siguen: José María de Cossío, los ya citados Marañón, Castellet, Zamora Vicente, Moreno Galván, Gullón y Ferlosio, Aranguren, Carlos Barral, Carlos Bousoño, Julián Marías, Lázaro Carreter, Perucho, José María Souvirón, Luis Felipe Vivanco, Ferrater Mora, Caballero Bonald, Gerardo Diego, Jorge C. Trulock, Pío Baroja, Paulino Garagorri, Josep Pía, Carmen Conde, Miguel Pérez Perrero, José Luis Cano, Gil de Biedma, Laín Entralgo, Julio Caro Baroja, Ángel Crespo, Lauro Olmo, Antonio Tovar, Vicente Gaos, Américo Castro, Antonio Vilanova, Luis Cernuda, Guillermo de Torre, Juan Goytisolo, Max Aub, Juan Eduardo Cirlot, José García Nieto, Lafuente Ferrari, Santos Torroella, José María Llompart, Rof Carballo, Jaime Ferrán, José María Val verde, Vicente Aleixandre... ¿Para qué continuar? Seguro que me he saltado ya algún nombre importante. Pero sería injusto interrumpir aquí la nómina sin añadir un detalle digno de ser resaltado. Desde los primeros números se incluyeron en Papeles poemas en gallego (Aquilino Iglesia Alvariño, Manuel María, Emilio Ferreiro) y en catalán (Caries Riba, J.V Foix, Salvador Espríu, Blai Bonet). La revista se mandaba a la censura previa, como era preceptivo, pero a ninguna autoridad competente le llamó jamás la atención ese detalle. Puede que la autoridad competente no sea demasiado partidaria de leer poemas.

Uno de los misterios que más intrigaron a la intelligentsia madrileña fue la manera cómo se las arreglaba para subsistir una revista literaria que se editaba, además, en provincias. La opinión más extendida sostenía que Papeles la pagaban los March, pero no es cierto. En el artículo «Breves palabras de despedida» con el que CJC entonó el adiós de la revista se daba cuenta de las ayudas que llegaron: el Club Urbis pagó los números extraordinarios dedicados al pintor Solana y a Gaudí; Tomeu Buadas se hizo cargo del Poemario de Formentor; la Sociedad de Estudios y Publicaciones, de la mano de José Antonio Muñoz Rojas (asiduo colaborador de Papeles, por otra parte) dio los dineros necesarios para sacar a tiempo el número de homenaje a Jaime Ferrán, con éste ya en su lecho de muerte. La única subvención que tuvo que no estuviese encaminada a pagar un número extra en su larga historia fue, muy al final de su vida, la que supuso la compra de algunos ejemplares por parte de los ministerios de Asuntos Exteriores y de Cultura, Eso es todo. Papeles de Son Armadans nació y vivió gracias a tres fuentes de ingresos. La venta de ejemplares en las librerías nunca fue muy saneada, así que Papeles dependió para sus finanzas de las otras dos. La primera y más importante fue la de los suscriptores: al principio alcanzaron el número de trescientos, amigos de CJC casi todos ellos. Algunos de esos mecenas iniciales fueron luego dándose poco a poco de baja, pero gracias a ellos pudo sostenerse la revista en su primera y más difícil época. Aunque el capítulo de suscriptores fue siempre crucial para la economía de Papeles, una vez que arrancó la revista no costó apenas ningún esfuerzo tener una cartera de suscripciones holgada; el cupo quedaba más que cubierto ya con los pedidos de las universidades americanas.

La última de las fuentes de ingresos fue la publicidad. Desde el primer número se reservó una parte de las páginas finales, de las de papel de color, para anuncios. Unos eran de pago (y debidos al compromiso), como los de Galerías Preciados, Radio Nacional de España o las editoriales (Gustavo Gili, Noguer, Destino, Seix Barral); otros, sobre todo más tarde, se publicaban en régimen de intercambio con alguna otra revista literaria. Ni la CIA, ni la KGB mandaron nunca cheque alguno, pese a los rumores en contra. Pero se puede asegurar que CJC, en caso de que lo hubiesen hecho, habría sabido hallar entre los antiquísimos grabados de la colección Guasp alguno bien a propósito para el adorno de sus respectivos anuncios.

Cela, mi padre
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