Capítulo 96
Semisótano, nivel C.
Millennium Tower.
Manhattan, Nueva York.
—¡Corred! —gritó Madison.
Tambaleante, agarró a Grace del brazo y la empujó hacia la puerta abierta.
—¡Saca a Ambergris de aquí, Quiz!
Quiz entró en acción y tiró del doctor Ambergris hacia un estrecho pasillo, fuera del alcance de Crowe y su pistola. Crowe se incorporó despacio.
Madison se encaró a él: separó los pies a la anchura de las caderas y dobló un poco las rodillas, para conservar el equilibrio.
«No vas a matar a nadie más. No lo permitiré.»
Madison echó una rápida mirada a Grace.
—¡Vete! ¡Sal de aquí! —le gritó.
Al otro lado de la puerta, Grace titubeó un instante. Luego se percató de la decisión que manaba de los ojos de Madison. Mantuvo su mirada durante un momento, asintió una vez y salió corriendo.
Crowe apretó las manos, entrecerró los ojos y cargó contra Madison. Las luces de alarma llenaban la sala de oleadas rojas, proyectando largas y distorsionadas sombras en los nudos de claves y conductos metálicos que surcaban el estrecho techo.
Mientras Madison se concentraba en el fuerte cuerpo de Crowe que se dirigía hacia él, percibió algo de reojo. En un hueco, apoyado contra la pared, fuera de su alcance, había un tubo de metal de un metro y medio de largo y dos centímetros de diámetro.
Madison fue a por el tubo, pero Crowe se movía a una velocidad sorprendente.
Mientras la mano de Madison se cerraba en torno al tubo, Crowe se lanzó contra él con todas sus fuerzas y lo derribó contra la pared. El peso de Crowe dejó a Madison sin aire, aplastado contra el muro. Su cabeza chocó contra el cemento mientras sus pulmones intentaban recobrar el aire. Pero, haciendo gala de una voluntad de hierro, mantuvo el tubo agarrado.
Con toda la fuerza que pudo reunir, Madison propinó un puntapié a la entrepierna de Crowe. Las rodillas de éste se doblaron, pero no cayó.
Con una mueca de dolor maldijo a Madison entre dientes. Éste se abalanzó contra su pecho y consiguió alejar a Crowe de la pared.
Cogido de improviso, Crowe retrocedió tambaleante, moviendo los brazos para recuperar el equilibrio. Como un bateador de béisbol, Madison dobló el codo, echó el brazo hacia atrás y se abalanzó sobre Crowe empuñando el tubo metálico.
Pero los reflejos de Crowe seguían siendo excelentes.
Mientras el tubo dibujaba un arco en el aire, éste cerró los brazos en una postura de taekwondo, protegiéndose la cara y el cuello, listo para encajar el golpe con sus potentes antebrazos.
Pero al ver que Crowe intentaba proteger la parte superior de su cuerpo, Madison alteró la dirección y golpeó con fuerza las piernas de su oponente. Incapaz de reaccionar a tiempo para evitar el impacto, Crowe lanzó un aullido de ira y dolor cuando el tubo de metal estaba a punto de chocar con la rodilla izquierda, y giró sobre sus pies para evitar un golpe directo en el hueso.
La tubería fue a dar en el músculo y el ligamento, justo por debajo del menisco. La pierna cedió, se dobló bajo su peso y Crowe empezó a desplomarse.
A Madison le dolían las manos debido a la fuerza del golpe. Una ráfaga de dolor le subió por la muñeca izquierda. Madison retrocedió para preparar un segundo impacto, listo para rematar a Crowe con un directo a su cabeza.
Pero Crowe no cometió dos veces el mismo error. Incluso mientras caía al suelo, seguía observando el extremo del tubo con la intención de zafarse del segundo golpe. Aprovechándose del impulso de Madison, se agarró del tubo y tiró de él con fuerza, arrancándoselo de las manos.
Mientras Crowe caía al suelo sobre el hombro izquierdo, el tubo de metal se le escapó y rodó sobre el hormigón con un fuerte estruendo. Crowe hizo lo propio, para minimizar el efecto del impacto y evitar cualquier herida grave.
«No puedo con él.» Madison era consciente de ello. «Enfrentarse cara a cara con este monstruo es un suicidio.»
Dio media vuelta y echó a correr.