Capítulo 19

 

Cubículo de Donald Ebersole.

WXNY, Canal 10.

Queens, Nueva York.

 

Ebersole prosiguió con su improvisada conferencia mientras Flavia tomaba notas en su cuaderno.

—Cada segundo mueren alrededor de cincuenta millones de células en el cuerpo humano. Increíble, ¿verdad? A partir de la fórmula contenida en el ADN se crean nuevas células para que ocupen su lugar. El código genético, escrito en cada célula, recrea el cuerpo a medida que éste envejece.

—De acuerdo. Creo que ya lo capto. ¿Y qué pintan los intrones en todo esto?

—Buena pregunta —dijo Ebersole—. ¿Qué pasa con los intrones? Grandes fragmentos de ADN, parecen no ser más que un amasijo de secuencias repetitivas al azar que prácticamente nunca se usan. Los genetistas las llaman «secuencias basura».

Flavia frunció el entrecejo.

—¿Cómo podemos visualizar los intrones? Imagínate esto. Si el ADN es como un programa de televisión, los intrones son como enormes intermedios que interrumpen la emisión. Excepto que en nuestro ADN los intrones son más largos que el programa en sí.

—Creo que lo entiendo —dijo Flavia.

—¿Los comprendemos de verdad? —prosiguió Ebersole—. No. Todavía no tenemos ni idea de por qué los intrones están presentes en nuestro ADN o cuál es su función, si es que tienen alguna. ¿Y qué se está haciendo al respecto? Pues nada. No se ha realizado ninguna investigación significativa sobre los intrones desde hace años.

Flavia pasó la página del cuaderno y siguió escribiendo.

Ebersole dio otro mordisco al sandwich. Cuando habló, su arrugada camisa se llenó de migas.

—Interesante, ¿no? Hace unos años se publicó un artículo escrito por un par de genetistas japoneses. Si no recuerdo mal, no fue muy bien recibido por la comunidad científica internacional. Estos científicos japoneses afirmaban que sus mediciones revelaban con claridad la secuencia Fibonacci y el número áureo en la estructura del ADN humano.

—Me he vuelto a perder. ¿La secuencia Fibonacci? ¿El número áureo?

—No estás muy puesta en matemáticas, ¿verdad? Se trata de conceptos matemáticos. Existe una forma sencilla de explicar la secuencia Fibonacci. Empieza por confeccionar una lista de números. Las dos primeras cifras de la lista son cero y uno.

—Muy bien —asintió Flavia mientras escribía ambos números en el cuaderno.

—Ahora añade un tercer número a la lista que sea la suma del primero y el segundo.

—De acuerdo. Cero más uno igual a uno.

—Ahora forma un cuarto número, resultado de sumar el segundo y el tercero. Sigue haciendo lo mismo una y otra vez.

Flavia dejó de escribir.

—La serie que obtienes es cero, uno, uno, dos, tres, cinco, ocho, trece, etcétera. Los matemáticos llaman a esto la secuencia Fibonacci. Y si divides cualquier número de dicha secuencia por su antecesor, el resultado siempre es una cifra próxima a 1,61803.

—¿Qué tiene eso de especial?

—La relación entre los números sucesivos de la secuencia Fibonacci, 1,61803, se conoce como el número áureo, también llamado número phi. Dicho número áureo puede hallarse en la naturaleza, el arte y la música.

—No lo pillo. ¿Cómo?

—Es un rompecabezas, ¿verdad? El número áureo aparece en la naturaleza en la disposición de las hojas de las plantas, en los patrones de crecimiento de los cristales, en los gráficos de población animal, en los valores críticos de los agujeros negros giratorios y en la forma de las piñas y de los huevos de gallina.

Ebersole se conectó a internet y siguió hablando mientras tecleaba.

—¿Dónde más lo vemos? En muchos sitios. Claude Debussy usó el número phien su música y Le Corbussier en sus obras arquitectónicas. Leonardo da Vinci lo utilizó al pintar la Mona Lisa, y los griegos, en la construcción del Partenón.

Flavia consultó sus notas.

—¿Y estos genetistas japoneses descubrieron rastros de la secuencia Fibonacci y del número áureo en el ADN?

—Aquí está —dijo él, y empezó a leer de la pantalla—. ¿Qué descubrieron? Según sus cálculos, el ADN humano mide treinta y cuatro angstroms de largo por veintiún angstroms de ancho para cada ciclo completo de la espiral de doble hélice. Treinta y cuatro y veintiuno son números que forman parte de la secuencia Fibonacci, y su ratio es 1,618, el número áureo. —Ebersole sonrió—. Notable, ¿no crees? Pero como te he dicho, nadie pareció tomarlo demasiado en serio. Y eso fue hace años. Al menos durante los cinco últimos años, nadie ha efectuado el menor progreso en el tema de los intrones.

Flavia meditó un momento.

—¿Y si te dijera que una de las ponencias clave de la Conferencia Internacional de Biogenética de este año versará sobre intrones?

—¿Quién es el ponente?

—Aparecen dos conferenciantes en el programa. La doctora Grace Nguyen y el doctor Joshua Ambergris, ambos de Triad Genomics.

Ebersole se acarició cuidadosamente la perilla que adornaba su mentón.

—La Conferencia Internacional de Biogenética es como la Superbowl de los genetistas. Si el doctor Ambergris va a dar una conferencia sobre intrones, deduzco que planea anunciar algún descubrimiento importante. ¿Qué es lo que creo? Pues que es probable que hayas dado con una gran historia.

 

Código Génesis
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