Capítulo 24
Residencia del doctor Joshua Ambergris.
Zona alta de Manhattan, Nueva York.
Arakai contempló la casa de tres plantas, construida con caliza roja y ubicada en una tranquila calle lateral de la zona alta de Manhattan, que había sido la residencia del doctor Joshua Ambergris. Lujosa e imponente, la vivienda había pertenecido a la familia Ambergris durante tres generaciones. Una placa de bronce colocada sobre el ladrillo rojo oscuro a la derecha de la puerta principal rezaba simplemente: «Ambergris».
Como no vio a nadie en la calle, Arakai se acercó a la parte delantera del edificio. Apostado tras unos setos cuidadosamente recortados, espió por una ventana.
El salón estaba vacío.
Arakai rodeó la casa por un pequeño callejón hasta llegar a la parte trasera. A través de una ventana vio a una figura femenina con un viejo delantal moviéndose por la cocina. Secaba la encimera con una gamuza de color rosa.
«La criada de Ambergris.»
En rápida sucesión, Arakai examinó cada una de las ventanas traseras de la planta baja. Estaban cerradas, pero Arakai no halló ningún indicio de la presencia de sistemas de seguridad.
«Muy descuidado, doctor Ambergris.»
Arakai sacó el cuchillo de la funda y clavó la hoja en el marco de la ventana. Con un movimiento rápido de la muñeca, hizo saltar aquel pestillo inútil.
Con el cuchillo entre los dientes, Arakai levantó la ventana despacio y se coló dentro de la casa.
* * *
Quiz se apoyó el teléfono en el hombro, pegado a la oreja.
—¿Qué necesitas? —preguntó, mientras daba un sorbo a la tercera Coca-Cola light del día.
—Están pasando muchas cosas, Quiz. Luego te lo explicaré todo. Pero por ahora necesito que examines el servidor de seguridad de Triad en busca de un archivo oculto. Grace y yo tenemos que acceder al diario de investigaciones del doctor Ambergris. Ella me ha dicho que lo escondía en el servidor de seguridad bajo un nombre aparentemente inocuo. Necesito que lo encuentres.
—No debería costar mucho —dijo Quiz—. Pero ¿por qué no le preguntas al doctor Ambergris dónde lo tiene guardado?
—No puedo hacerlo, Quiz. Te lo contaré todo a su debido momento, pero las cosas están yendo demasiado deprisa. ¿Puedes hacerme ese favor?
—Claro. ¿Qué quieres que haga cuando lo encuentre?
—Nada. No hagas nada. Y no le cuentes a nadie lo que te he pedido. Te llamaré en cuanto pueda.
—De acuerdo, Christian.
Madison colgó el teléfono. Se sentía muy incómodo.
—Ambergris me envió un correo electrónico anoche. A las cuatro y media de la madrugada. No había pensado mucho en él, pero...
Madison abrió el e-mail y lo imprimió con la impresora láser.
—¿Qué decía? —preguntó Grace.
Madison cogió la hoja de papel de la impresora y se la tendió a Grace.
—Solo esto. Sin más explicaciones.
Debajo del cuadro había una única y críptica frase: «Éste es el principio del mundo antiguo».
—Ya sé lo que es —dijo Grace mientras reseguía el cuadro con el dedo—. El cuadrado mágico.
—¿Qué?
—El cuadrado mágico. El doctor Ambergris lo citaba a menudo. Los llamaba los misterios numéricos chinos. Llevan miles de años en circulación.
Grace reflexionó un momento.
—Creo que Ambergris intentaba mandarte un mensaje.
* * *
Crowe avanzó por el pasillo de la planta treinta y cuatro, con la mandíbula apretada en un gesto decidido. Mientras aceleraba el paso, hablaba a través de un transmisor de radio.
—Desbloquea el cierre de seguridad del despacho número 2427 —ordenó a un subordinado de la sala de control de seguridad.
Crowe se detuvo de repente delante de una puerta. Los números de plástico identificaban el despacho como el 2427. Crowe creyó oír voces dentro.
—Sí, señor. Hecho.
Crowe oyó un leve clic cuando saltó el mecanismo de cierre de la puerta. Mientras giraba con cautela el pomo de la puerta, sacó la nueve milímetros de la cartuchera de piel que llevaba siempre oculta debajo del blazer azul marino.