Capítulo 44
Residencia del doctor Joshua Ambergris.
Zona alta de Manhattan, Nueva York.
Una sombra oscura salió disparada por la puerta. El rechoncho gato negro saltó directamente sobre Madison, que se apartó para evitar el proyectil felino. Sin aminorar la velocidad, el animal se escabulló por una estrecha abertura que había en la verja, ejecutó un giro de noventa grados y se internó en los arbustos.
Grace soltó un grito, perdió el equilibrio y trastabilló en el escalón. Madison fue hacia ella con los brazos abiertos y consiguió cogerla antes de que cayera.
—Buenos reflejos —dijo ella.
Madison la depositó de nuevo en el suelo de piedra.
—Vamos —dijo él, avanzando hacia la puerta—. Entremos antes de alarmar al barrio entero.
La casa estaba oscura y silenciosa. Un débil olor a limón flotaba en el aire. Grace y Madison subieron las escaleras que conducían al estudio del doctor Ambergris.
—No parece que haya venido nadie por aquí —dijo Grace.
—Mantén los ojos abiertos por si acaso —repuso Madison.
La puerta del estudio estaba entreabierta. Madison se acercó y echó un vistazo al interior.
—No veo a nadie.
—Mira —dijo Grace.
Señaló hacia una pared. Un cuadro había sido desplazado de su lugar; detrás del marco había una caja fuerte y un pequeño cuadro numérico.
—¿Lo habías visto antes? —preguntó Madison.
—No.
—La puerta de la caja está cerrada. Quizás Ambergris se olvidara de devolver el cuadro a su sitio la última vez que abrió la caja fuerte. O si alguien ha intentado registrarla, no ha podido abrirla.
Cruzaron la sala e inspeccionaron el cuadro numérico.
—¿Alguna idea? —preguntó Madison.
Grace meditó las posibilidades.
—La suma de las filas y columnas del cuadrado mágico que te envió el doctor Ambergris por correo electrónico sumaba doscientos sesenta —dijo ella.
—¿Por qué no lo pruebas?
Grace marcó los tres dígitos en el panel numérico. Se oyó un zumbido electrónico.
—Inténtalo.
Grace cogió la manija de la caja fuerte y tiró de ella hacia abajo. La puerta se abrió con un ruido metálico. En el interior había tres carpetas de piel y un puñado de cartas manuscritas. Grace se apresuró a sacar el contenido de la bandeja y a colocarlo sobre la mesa de Ambergris.
—Estas cartas van dirigidas al padre de Ambergris. El remitente es la doctora Georgia Bowman, de la Universidad de Yale. New Haven, Connecticut.
—Ese nombre me resulta familiar —dijo Grace—. El doctor Ambergris pasó mucho tiempo con ella en los últimos meses. Es catedrática de Historia en Yale; imparte cursos de posgrado sobre civilizaciones antiguas. Era amiga y colega del padre de Ambergris...
Grace se detuvo a media frase, sobresaltada; se oían pasos en el piso de abajo.
—Alguien se acerca —susurró Madison.
* * *
Escondido en el pequeño trastero del estudio del doctor Ambergris, Arakai observaba a Madison y a Grace a través del ojo de la cerradura. Al oír los pasos que llegaban desde abajo, la pareja se apresuró a recoger el contenido de la caja fuerte de Ambergris.
Arakai agarró la manecilla y tensó los músculos de las piernas, dispuesto a atacar.