Capítulo 89
Semisótano, nivel C.
Millennium Tower.
Manhattan, Nueva York.
En la sala reinaba un silencio expectante. Todos los ojos estaban puestos en el doctor Ambergris.
—En realidad, ese CD contiene la clave para desencriptar el Código Génesis. Después de muchos ensayos y errores, conseguí traducir el código —dijo Ambergris.
—¿El código se basa en un cifrado por sustitución? ¿Gematría? ¿Con jeroglíficos mayas? —preguntó Madison.
—Sí —respondió Ambergris—. La investigación de mi padre, la obra a la que dedicó su vida, me puso en el buen camino. La clave para la traducción del código estaba oculta en el texto del Popul Vuh. Pero he descubierto que la clave también estaba oculta en el alfabeto hebreo de los antiguos eruditos judíos. Puede hallarse en el texto del Sepher Yetzirah. Cualquiera de las dos puede usarse para traducir el Código Génesis. Y tal vez existan otras muchas claves escondidas en textos de distintas civilizaciones. Sospecho que puede haberlas en textos chinos, hindúes y asirios.
—Alucinante —exclamó Quiz.
—La secuencia de intrones que traduje narra la historia del origen del Código Génesis.
Madison contuvo la respiración, abrumado por la importancia de ese momento. Estaban a punto de descubrir los secretos más antiguos de la humanidad.
—La primera parte del Código Génesis cuenta en esencia lo siguiente: una avanzada civilización humana floreció en la Tierra en el pasado remoto, hace cientos de miles de años, y fue arrasada por un cataclismo de escala global. Esta civilización perdida es el antepasado común de lo que consideramos las culturas más antiguas de la tierra.
—Eso explica las notables coincidencias en las mitologías de las culturas antiguas del mundo, la recurrencia de números astronómicamente significativos y temas mitológicos —dijo Grace.
—Sí. Los supervivientes del cataclismo que acabó con esa civilización lo narraron oralmente de generación en generación. Antes de la destrucción, descubrieron un patrón de cataclismos globales que afectan a nuestro planeta de manera periódica. Estas catástrofes mundiales coinciden siempre con la precesión de los equinoccios y la alineación de la Tierra en relación con otros cuerpos astronómicos.
—¿Qué está diciendo? —preguntó Quiz—. ¿Que cada doscientos mil años la Tierra pasa por un período de debacles? ¿Y que una de ellas destruyó esa civilización?
—Exactamente —dijo Ambergris—. Mi suposición consiste en que, dado que la Tierra gira a través de la galaxia, pasa periódicamente por una región del espacio que tiene un impacto devastador sobre ella. Quizá se trate de un campo de enorme tensión gravitatoria, no lo sé.
—Sabían lo que se les venía encima, pero no cómo detenerlo —dedujo Madison.
—Sí. Nuestros antepasados estaban indefensos ante la catástrofe que los amenazaba, pero pergeñaron la forma de advertir a las futuras generaciones del patrón que seguían esos cataclismos.
—Crearon el Código Génesis —concluyó Grace.
—Ingenioso, ¿no creéis? La primera civilización humana evolucionó hace cientos de miles de años. Lograron un nivel muy alto de desarrollo tecnológico y científico. Como sabían que tenían que pasar decenas de miles de años antes de que terminara el siguiente ciclo con un cataclismo global, debían tener en cuenta ciertas posibilidades: la humanidad hablaría otros idiomas o usaría un sistema numérico radicalmente distinto. ¿Cómo transmitir entonces este conocimiento de una forma que fuera descubierta?
Ambergris guardó silencio y señaló hacia la pantalla de plasma, que seguía desgranando la secuencia de intrones.
—Decidieron enviarnos un aviso insertando un mensaje codificado en el ADN humano.
La secuencia de intrones invadía la pantalla.
—Una advertencia que volvería a ser descubierta cuando la humanidad hubiera alcanzado de nuevo el nivel necesario para encontrarla y leerla. Una advertencia que nunca se perdería, ni se borraría, porque estaba escrita en la estructura esencial de nuestros cuerpos. Mientras haya seres humanos, el mensaje sobrevivirá.
—Pero no pudieron salvarse.
—No. Al parecer eso quedaba fuera de su capacidad. Llegó la catástrofe global y diezmó drásticamente a la humanidad. El desastre fue tan terrible que la mayoría de seres humanos pereció. Los supervivientes se vieron obligados a vivir como animales mientras la Tierra se recuperaba, a lo largo de decenas de miles de años.
—En resumen, la humanidad tuvo que volver a empezar —dijo Madison.
—La humanidad perdió decenas de miles de años de avance. Casi no sobrevivimos. Durante cientos de generaciones, los recuerdos del pasado se desvanecieron y se perdió el conocimiento. La sociedad empezó de nuevo, de la nada, volvió a retomar creencias paganas y vivió de forma sencilla. Pero había algunos que sí recordaban, que retuvieron algunas técnicas avanzadas e ideas olvidadas por otros. Estos conocimientos antiguos aparecen en la mitología y la arquitectura de culturas ancestrales, dispuestos allí para ser preservado para futuras generaciones.
—Como las matemáticas codificadas en la estructura de las pirámides de Egipto y los templos mayas —dijo Madison.
—Y la repetición de cifras relacionadas con la precesión y los ciclos astronómicos de los antiguos mitos —añadió Grace.
—Sí —confirmó Ambergris—. Pero debéis preguntaros algo: ¿por qué aquellos que conservaban esta antigua sabiduría la mantuvieron en secreto para el resto de la humanidad?