Capítulo 74

 

Museo Field de Historia Natural.

Chicago, Illinois.

 

Madison y Grace salieron corriendo mientras Crowe se preparaba para disparar por segunda vez y llegaron a la doble puerta que conducía a la sala siguiente justo un instante antes de que éste apretara el gatillo. La bala zumbó como una avispa furiosa y se encastó en el marco con un fuerte crujido, a escasos centímetros de la cabeza de Grace.

Al irrumpir en la sala contigua, Grace vio un cartel de cristal suspendido del techo.

 

«BABILONIA»

 

Los ojos de Madison recorrieron la gran estancia en busca de una salida. La sala rectangular ofrecía una recreación de la antigua ciudad de Babilonia. En cada una de las paredes, fachadas de falsa piedra creaban la ilusión de edificios dispuestos en una larga calle.

Justo delante se alzaba una réplica de la puerta de Ishtar de ocho metros de alto, que marcaba la entrada de la Vía Procesional hacia el centro de la ciudad imperial de Nabucodonosor, rey del segundo gran Imperio babilónico. Los ladrillos de arcilla de la puerta estaban pintados de un vivo color azul y decorados con cenefas de toros y dragones.

Grace cogió a Madison de la mano.

—No podemos dejar al doctor Vásquez allí —dijo con voz temblorosa.

Madison se detuvo y miró a Grace. Las gotas de la sangre de Vásquez que le habían salpicado la cara habían adquirido un tono más oscuro. Grace parecía a punto de romper a llorar.

—El doctor Vásquez está muerto, Grace... —dijo Madison—. Recibió un tiro en la cabeza.

Ella temblaba.

—No... no puedes estar seguro. ¿Y si aún vive? Madison cogió las dos manos de Grace y las apretó con fuerza.

—Grace. El doctor Vásquez está muerto. Lo he visto. No me cabe duda.

Una lágrima resbaló por la mejilla de la chica.

—Fue Crowe —añadió Madison—. Lo vi en el otro extremo de la sala después de que disparara contra Vásquez. Volvió a disparar. Viene por nosotros. No podemos quedarnos aquí.

Grace se mordisqueaba el labio inferior, ausente. Se meció levemente; su rostro no denotaba expresión alguna.

—Vamos. Tenemos que salir de aquí.

Con Grace de la mano, Madison cruzó la puerta de Nabucodonosor y avanzó por la Vía Procesional. A medida que corrían por la avenida, la niebla que empañaba la mente de Grace comenzó a despejarse.

En el lado sur de la sala un modelo a escala del templo de Marduk sobresalía de los edificios circundantes. Una urna de vidrio mostraba una reproducción del Código de Hammurabi, tallada en un pilar de diorita. En el extremo norte, se hallaba la Torre de Babel bíblica. El gran zigurat era una estrecha y empinada torre que ascendía hacia el cielo.

Grace jadeaba por la carrera.

—¿Por qué querría Crowe matar al doctor Vásquez?

—Creo que ése no era el objetivo —respondió Madison—. Simplemente se interpuso.

Al final de la Vía Procesional estaba el palacio imperial de Nabucodonosor, un impresionante edificio de piedra protegido por un falso foso y un puente de madera. Dos guardias imperiales babilónicos custodiaban el puente, inmóviles, vestidos con sendas armaduras de piel y blandiendo armas de aspecto siniestro, lanzas largas de hojas curvadas. Donde debería haber estado la entrada al palacio, una doble puerta conducía a la sala siguiente.

—¡Madison! —gritó Crowe.

Su voz procedía de la galería egipcia.

Madison y Grace corrieron hacia el palacio imperial, rodeando un enorme expositor que mostraba el mapa de la Babilonia de Hammurabi. De tres metros de alto y cuatro de ancho, el diagrama de vidrio transparente era una intrincada recreación de las serpenteantes calles del antiguo reino de Babilonia, ubicado sobre un afluente del río Éufrates. En el extremo superior izquierdo del panel había dos serpientes entrelazadas talladas en el grueso cristal.

Crowe apareció en la entrada de la sala de Babilonia. Madison y Grace ya casi habían llegado al puente que surcaba el falso foso dispuesto en torno al palacio imperial.

Cuando Crowe los apuntó con la pistola, se refugiaron detrás del gran panel de cristal que contenía el mapa.

Crowe apretó el gatillo, con el brazo derecho extendido. La bala se incrustó en el panel de cristal. Durante una fracción de segundo, Crowe vio una especie de telaraña que se abría paso en el panel, surgida del punto donde la bala había impactado. Luego el cristal se partió y los pedazos sembraron las piedras del suelo.

Madison y Grace saltaron el foso y se refugiaron tras las puertas que había en el centro de la fachada del palacio.

 

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