Capítulo 42
Estación de metro Millennium Tower.
Manhattan, Nueva York.
Madison dejó escapar un suspiro de alivio cuando el vagón de metro cerró sus puertas y empezó a alejarse del andén. El vagón iba medio vacío. Ejecutivos trajeados, adolescentes con vaqueros holgados y camisetas, y turistas de cámara y mochila se diseminaban por los asientos de plástico duro.
Madison y Grace ocuparon un banco al final del vagón que les deparaba una mínima privacidad: allí podrían hablar sin que nadie les oyera. El suelo estaba lleno de periódicos. El aire del vagón era cálido y denso.
Madison hizo un gesto de dolor al masajearse el hombro derecho. Sacó del bolsillo la hoja donde había impreso el correo electrónico de Ambergris, la desdobló y la apoyó en su regazo.
—Quizá deberíamos acudir a la policía... o al FBI —sugirió Grace.
—¿Y qué les decimos? —preguntó Madison—. Hemos estado a punto de matar al jefe de seguridad de Triad Genomics y Crowe cree que estás implicada en el asesinato del doctor Ambergris.
—No estuve allí anoche —aseguró Grace—. Lo juro. O bien alguien ha cometido un error, o bien intenta implicarme en el homicidio del doctor Ambergris. —Grace señaló el correo impreso—. El doctor Ambergris te lo envió antes de que lo asesinaran. En forma de código, para proteger el mensaje de quien intentara leerlo en Triad Genomics. Quizá de la misma persona que ha urdido esas pruebas falsas en mi contra. Madison no dijo nada.
—Y quizá la misma persona que planea detonar una bomba durante la conferencia de biogenética —dijo Grace—. No podemos limitarnos a huir. Hay que avisar a alguien.
—¿Propones que vayamos al FBI y declaremos que el doctor Ambergris fue asesinado porque descubrió un código cifrado oculto en el ADN humano? ¿Y que recibimos una llamada de teléfono anónima en la que se nos advertía que los asesinos de Ambergris pensaban hacer volar por los aires la Millennium Tower?
—Dicho así parece una locura.
—Nadie nos creerá. Nos encerrarán en una sala de interrogatorios mientras el asesino de Ambergris elimina su rastro y, Dios no lo quiera, lleva a cabo sus planes de provocar una explosión en la Millennium Tower.
—¿He de suponer que tienes una idea mejor?
Madison cerró los ojos y pensó durante unos instantes.
—Necesitamos una prueba tangible que llevar a las autoridades.
—¿Y el diario? —preguntó Grace.
—Eso no demuestra nada. Necesitamos la información de Ambergris. Las notas de su investigación. Las secuencias del genoma en que ha estado trabajando. ¿Crees que el doctor Ambergris pudo haberlo guardado en su casa?
—No estoy segura —dijo Grace.
—Tarde o temprano, el personal de seguridad de Triad Genomics o el asesino de Ambergris registrarán su vivienda.
—Si es que no lo han hecho ya. Si hay algún documento en esa casa...
—Tenemos que llegar primero —concluyó Madison.