Capítulo 76
Museo Field de Historia Natural.
Chicago, Illinois.
La galería era una recreación completa de la cámara mortuoria y el tesoro del rey Tutankamón. El grueso muro de piedra que originalmente separaba la cámara funeraria del tesoro había sido sustituido por un tabique de plexiglás, que proporcionaba una vista panorámica de ambas cámaras.
Un hueco en el tabique permitía a los visitantes pasar de una sala a otra.
La cámara mortuoria se encontraba dominada por el elaborado sarcófago de Tutankamón. Cuando se descubrió, la tumba contenía cuatro sarcófagos, uno dentro de otro, y el cuerpo momificado del rey se hallaba en el menor de ellos. La exposición mostraba un corte transversal de la tumba que dejaba ver a los visitantes cada uno de los sarcófagos tal como habían sido dispuestos.
Una placa cerca de la puerta captó la atención de Crowe. Indicaba que, prendidos de las vendas que cubrían el cuerpo momificado de Tutankamón, se habían descubierto ciento cuarenta y cuatro objetos.
«Ciento cuarenta y cuatro.»
«El mismo número que se halló inscrito en la frente del dios maya Pakal en su tumba de Centroamérica.»
«El mismo número de milenios en un baktun del calendario maya: ciento cuarenta y cuatro mil días.»
Crowe recordó un versículo bíblico del Libro de las Revelaciones que había memorizado siendo adolescente bajo la estricta supervisión de una monja católica especialmente severa.
Y vi a un ángel que ascendía por el este, sosteniendo el sello del dios vivo y en voz alta gritó a los cuatro ángeles, diciendo: «No hagáis daño a la tierra hasta que hayamos recogido a los sirvientes de nuestro Dios». Y oí el número de éstos que eran recogidos: ciento cuarenta y cuatro mil.
En el centro del último sarcófago, en un sólido ataúd de oro, los restos momificados del rey Tutankamón estaban envueltos en largas tiras de tela gris. La momia llevaba una máscara dorada, hecha de oro puro con incrustaciones de cristales opacos de color azul.
Tutankamón llevaba un collar de perlas entrelazadas formando un complejo diagrama de seis brazos que recordaban a los rayos del sol. En el pecho tenía un broche hermosamente tallado en forma de escarabajo que empujaba un disco solar.
Una placa dorada colocada al lado de la momia informaba de que el collar estaba compuesto de cuatrocientas perlas, y de que las líneas que salían del centro del disco solar hacia el extremo opuesto dividían el disco en trescientos sesenta grados.
«400 x 360 = 144.000.»
En la pared norte de la cámara funeraria, un mural de colores representaba la figura del rey que iniciaba su viaje hacia las estrellas, donde renacería.
Crowe se movió en silencio por la cámara y entró en la parte del tesoro.
«Salid, salid de dondequiera que estéis.».