Capítulo 13

 

Torres Petronas, planta 63.

Kuala Lumpur, Malasia.

 

Hasta 1996, el rascacielos más alto del mundo siempre había estado en Estados Unidos. Pero la finalización de las obras de las Torres Petronas, dos edificios gemelos de ochenta y cuatro pisos de altura, arrebató el título a los norteamericanos. El 15 de abril de 1996, las Torres Petronas se convirtieron en los rascacielos más altos del mundo. Sobrepasando en doce metros a la Torre Sears de Chicago, las Torres Petronas eran un homenaje al emergente poderío económico de Malasia y a la prominencia de Kuala Lumpur como capital comercial y cultural.

La arquitectura única de los rascacielos malasios, con sus elegantes proporciones y diseño, captó la atención del mundo entero. El plano de cada una de las plantas de las torres forma una estrella de ocho puntas creada por dos cuadrados en intersección, un diseño que evoca los arabescos islámicos y las repetidas formas geométricas características de la arquitectura musulmana. Los salientes curvados y puntiagudos originan una fachada escalonada que recuerda a la forma de las torres de los templos antiguos.

Las dos torres, unidas por un puente a la altura del piso cuarenta y dos, han sido descritas como dos pilares cósmicos que se elevan incesantemente en espiral hacia los cielos. Para el industrial y multimillonario malasio Kai Tanaka, las Torres Petronas eran un marco incomparable para instalar en ellas las oficinas centrales de su creciente imperio empresarial.

Una de las paredes del lujosamente amueblado e inmenso despacho de Tanaka, situado en el piso sesenta y tres, estaba cubierta de arriba abajo con una enorme pantalla de LCD dividida en varios cuadrantes que mostraban la imagen digital a tiempo real de cada participante de la videoconferencia que se estaba celebrando.

Diseminadas por la estancia había piezas de museo de civilizaciones antiguas, iluminadas con una espectral luz azul procedente de los focos de xenón dispuestos en expositores de cristal con temperatura climatizada.

Una tablilla sumeria.

Una estela maya.

Un ankh egipcio.

Una escultura asiria de dos serpientes entrelazadas.

Tanaka recorrió su elegante despacho mientras se dirigía al grupo en tono imperativo.

—Caballeros —dijo—, la amenaza ha sido eliminada. Nuestro agente ha cumplido la misión exitosamente.

Se calló para cubrir el ligero retraso de transmisión producto del sofisticado software encriptado. Los rostros que aparecían en la pantalla de la videoconferencia mostraron un evidente alivio al escuchar las palabras de Tanaka.

—Por desgracia, nuestro agente ha sido incapaz de acceder al servidor central de Triad Genomics. No podemos estar seguros de que la prueba de ese descubrimiento no permanezca almacenada en el sistema informático de la empresa.

Tanaka hizo una pausa.

—El buen doctor se mostró notablemente poco colaborador cuando se le preguntó al respecto antes de su precipitado fallecimiento. Demostró una imprevista resistencia a las... innovadoras técnicas persuasorias de nuestro hombre.

Un individuo mayor, de rostro curtido, se dirigió al grupo.

—De manera que hemos conseguido poco y nos hemos arriesgado mucho. Precisamente por eso me opuse a una acción de esa índole.

Tanaka clavó sus ojos en aquel tipo reticente.

—Fue la voluntad de la Orden. Todos erais plenamente conscientes de los riesgos potenciales. La Orden ha matado antes en numerosas ocasiones para evitar que nuestros secretos salgan a la luz. Nuestros predecesores acabaron con la vida de muchos expertos y estudiantes de historia que se tropezaron con fragmentos de la verdad. Es necesario.

Tanaka extendió las manos.

—Nuestro primer intento de suprimir la verdad en este caso ha quedado a medias. Sólo nos falta terminar el trabajo. Con un estilo más... ¿cómo lo diría? Expeditivo.

—¿Qué significa eso?

—En primer lugar, el servidor de Triad Genomics debe quedar neutralizado.

—¿Qué propones? ¿Un virus informático? ¿Un incendio?

—No. Eso no bastará —dijo Tanaka.

Se sentó en la silla de acero y piel y juntó las manos sobre el regazo.

—Nuestro agente no pudo averiguar por el doctor Ambergris si éste comunicó o no sus hallazgos a alguno de sus colegas. No podemos permitir que nuestros secretos caigan en manos de cualquiera que trabaje en el equipo de Triad Genomics.

Los finos labios de Tanaka esbozaron una sonrisa malévola.

—Debemos tomar medidas más extremas.

 

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