Capítulo 8
Millennium Tower, planta 34.
Manhattan, Nueva York.
Grace Nguyen salió del ascensor en el vestíbulo de la planta treinta y cuatro del edificio de Triad Genomics. Todavía echaba humo debido a su enfrentamiento con los manifestantes de la calle, y sus ojos despedían destellos de ira. El agente de seguridad Michael Zoovas levantó la vista al oírla acercarse.
—Buenos días, doctora Nguyen.
—Buenos días, señor Zoovas. ¿Sería tan amable de telefonear a la comisaría de policía de Nueva York para informar de que un grupo de alborotadores se ha congregado en la calle, delante del edificio? Al parecer han escogido la conferencia de biogenética como una oportunidad para proclamar su oposición a la investigación con células madre. Y probablemente también a la ciencia y al progreso en general.
Zoovas intentó ocultar una sonrisa.
—Fui increpada por uno de ellos cuando entraba en el edificio.
—Sí, señora. Se lo comunicaré a la policía. Y también alertaré al señor Crowe.
—Gracias —dijo ella, y al pasar golpeó la superficie de la mesa con los nudillos.
Zoovas descolgó el teléfono y marcó un número que se sabía de memoria después de años en el cuerpo.
—¿John? Michael Zoovas al habla. Todo bien, ¿y tú? Escucha, tenemos un pequeño problema en la Millennium Tower...
Cuatro minutos más tarde, después de advertir a la policía de la presencia de unos manifestantes frente al edificio y de enviar un breve correo electrónico a Omar Crowe, Zoovas devolvió su atención a los monitores de seguridad que había detrás del mostrador.
Varias pantallas en blanco y negro mostraban las imágenes que captaban las cámaras de seguridad diseminadas por la planta treinta y cuatro. Zoovas también echó un vistazo al pequeño televisor en color que había colocado, disimuladamente, entre los monitores de seguridad. En la pantalla, un reportero de la BBC presentaba una entrevista con una mujer de aire distinguido vestida con una impoluta bata blanca de laboratorio.
—«... la doctora Bancroft ha encontrado la forma de aprovechar la capacidad de transmisión de información del ADN para enviar y recibir mensajes secretos. Con la creación del micropunto, que oculta mensajes cifrados en la inmensa complejidad del ADN, el espionaje se ha unido a la biotecnología.»
Zoovas subió el volumen del televisor.
—«En un reciente experimento, el equipo de investigadores de la doctora Bancroft demostró que la técnica de micropunto de ADN es todo un éxito. Un resumen de este notable experimento ha aparecido publicado este mes en la reputada revista científica Nature. Con nosotros está hoy la doctora Catherine Bancroft, de la Facultad de Medicina de Mount Sinai, Nueva York. Doctora Bancroft, ¿podría explicarnos lo que ha logrado con este experimento?»
—Eh, Occam, mira esto —dijo Zoovas.
Occam se acercó y observó las imágenes de la tele por encima del hombro de Zoovas. En la pantalla, la doctora Bancroft cruzó las manos y se tomó un momento para poner en orden sus ideas.
—«Lo que hemos hecho es codificar un mensaje secreto breve, de cuatro palabras, usando las propiedades naturales del ADN. Hemos creado una forma de transmitir un mensaje codificado a través del ADN que resulta totalmente indetectable.»
El periodista se inclinó hacia delante.
—«Y, en términos profanos, ¿cómo lo han logrado, doctora Bancroft?»
—«Bien, el primer paso de esta técnica es usar un código simple que convierta las letras del alfabeto en combinaciones de las bases químicas que forman el ADN.»
El entrevistador parecía perplejo.
—«¿Y cómo se inserta dicho mensaje en una cadena de ADN?»
—«Una vez se ha codificado el mensaje, se sintetiza un fragmento de ADN que incorpora el mensaje: contiene el mensaje secreto en el centro, más unos marcadores de secuencia cortos en cada extremo. Todo ello se introduce en un fragmento de ADN normal.»
—«Asombroso —dijo el periodista—. ¿Y cómo descodificaría el mensaje la persona a quien va dirigido?»
—«La clave para descifrar el mensaje es identificar los marcadores de cada extremo de la cadena de ADN. Dichos marcadores permiten al receptor del mensaje usar una técnica biotecnológica estándar, la reacción en cadena de la polimerasa o RCP, para multiplicar únicamente el ADN que contiene el mensaje.»
—«Me temo que todo esto está más allá de mi entendimiento, doctora Bancroft.»
—«Digámoslo de otro modo. Si el receptor del mensaje sabe dónde buscar en la cadena de ADN, esa porción concreta de ADN puede secuenciarse y el mensaje codificado puede leerse.»
—«¿El gobierno se ha puesto en contacto con ustedes en relación con este experimento?» —preguntó el entrevistador.
—«No, de momento nadie lo ha hecho. Pero es cierto que dudé que nos dieran el permiso para publicar los resultados del experimento. Nos movemos en un peliagudo terreno científico» —dijo la doctora Bancroft.
Zoovas se rascó la cabeza y se rió.
—Increíble —comentó, volviéndose a Occam—. ¿Qué será lo siguiente que se les ocurra?