Capítulo 29
Despacho del doctor Christian Madison.
Millennium Tower, planta 34.
Manhattan, Nueva York.
El teléfono del despacho de Madison sonó. La luz roja parpadeante indicaba una llamada en espera.
—¿Cómo puedes recibir llamadas? ¿No está activada la alarma de seguridad?
—No lo sé —dijo Madison.
El teléfono volvió a sonar. Con reticencia, Madison descolgó y apoyó el receptor telefónico sobre su oreja.
—Doctor Madison al habla.
—Quiero que me escuche con mucha atención.
La voz que hablaba era levemente grave y poseía un acento neutro, sintetizado.
«La están distorsionando digitalmente», pensó Madison.
—¿Quién es usted?
—Está en peligro. Su vida y la de cientos de personas están en juego.
Grace señaló el botón del altavoz. Con un gesto de asentimiento Madison lo apretó y devolvió el teléfono despacio a su sitio.
—Dígame con quién hablo o colgaré el teléfono —amenazó Madison.
—Doctor Madison, a estas horas ya debe de estar al tanto del asesinato del doctor Joshua Ambergris.
—Así es.
—Quienes planearon el asesinato del doctor Ambergris han puesto en marcha un plan para hacer detonar una bomba en la Millennium Tower durante la primera jornada de la conferencia de biogenética.
Grace ahogó un grito.
—¿Qué dice? ¿Está loco? —exclamó Madison.
—Doctor Madison, le aseguro que estoy totalmente cuerdo. He arriesgado mi vida para hacerle llegar este mensaje. No volveré a llamar. La detonación tendrá lugar a las nueve treinta de la mañana de la jornada inaugural de la conferencia.
Madison palideció.
—¿Quién está detrás de todo esto? ¿Quién ha matado al doctor Ambergris? —preguntó.
Grace gritó cuando la puerta del despacho de Madison se abrió de par en par, con tanta fuerza que se estampó contra la pared e hizo un agujero en el yeso.
El enorme cuerpo de Crowe llenó el umbral.
—Buena suerte —dijo la voz.
La línea se cortó.