Capítulo 22
Despacho de Dante Giovanni.
Suite ejecutiva, Triad Genomics.
Manhattan, Nueva York.
Crowe descolgó el teléfono de Giovanni y marcó una extensión de tres dígitos.
—Aquí Crowe. Yo...
La voz del otro lado de la línea le interrumpió.
—Me importa un rábano que alguien se queje —vociferó Crowe—. El cierre seguirá en pie hasta que yo ordene lo contrario. ¿Está claro?
Crowe esperó a la confirmación.
—Bien. Ahora quiero que escanees las contraseñas de seguridad. El sistema permite el acceso y la salida de todos cada día. Descubre quién estuvo en la planta treinta y cuatro entre las diez treinta de anoche y las seis de esta mañana.
Crowe se cambió el teléfono de mano y se apoyó en el borde de la mesa de Giovanni.
—No —dijo—. Esperaré a los resultados.
Giovanni, aún sentado a la mesa de reuniones, cruzó una pierna por encima de la otra y se quitó una mota de polvo del pantalón.
—Conecta el altavoz —ordenó.
Crowe presionó un botón de la base del teléfono y depositó el auricular en ella. Durante casi un minuto el altavoz se mantuvo en silencio.
Luego se oyó una voz.
—Señor, después de que se marchara usted, a las diez y media en punto, sólo tres personas permanecieron en la planta treinta y cuatro: el doctor Ambergris, la doctora D'Amico y Marilyn Sams.
Crowe habló hacia el altavoz.
—La doctora D'Amico trabaja en los laboratorios de animales. La conozco. ¿Quién es Marilyn Sams?
—Personal técnico, señor. Del departamento de informática.
—¿Y la señora Sams suele trabajar a horas tan intempestivas? —preguntó Crowe.
—Un minuto, señor.
Se oyó un breve y frenético tecleo.
—Tengo delante la ficha de Marilyn Sams según consta en el router de la planta treinta y cuatro —informó la voz—. Cumplió con su horario a las nueve cincuenta y cinco.
Más tecleo.
—Sams salió de la planta a las diez cero tres. El equipo de seguridad informa de que la doctora D'Amico se marchó de la planta a las once cero tres; algo bastante habitual en ella. D'Amico es un ave nocturna.
Crowe se inclinó hacia delante.
—Así que el doctor Ambergris se quedó solo en la planta a partir de las once. ¿Llegó alguien a esa planta entre las once y las seis de la mañana?
—Un minuto.
El tecleo prosiguió.
—Sí —dijo la voz—. Sólo una persona accedió a la planta durante ese período de tiempo. La doctora Grace Nguyen cruzó la puerta de seguridad contigua al ascensor a las cuatro y once minutos de la madrugada.