Capítulo 3
Aparcamiento abandonado.
Harlem, Nueva York.
Un individuo vestido con un traje italiano oscuro se hallaba sentado al volante de un BMW serie 700 aparcado en una fila de huecos vacíos del aparcamiento abandonado. Mantenía las ventanillas subidas para que no entrara el olor a orina rancia. El coche emitía un zumbido suave: el motor estaba encendido porque tenía puesto el aire acondicionado. El hombre miró la hora y lanzó un suspiro de impaciencia.
Unos minutos más tarde se abrió la portezuela del copiloto y Takeyo Arakai ocupó el asiento de piel negra. En el interior del BMW flotaba un débil olor a puros caros.
Arakai aguardó un instante antes de tomar la palabra.
—Ya está hecho —dijo mientras hacía crujir los nudillos de la mano izquierda.
—¿Estás seguro?
Arakai se volvió y sus labios esbozaron una sonrisa fría.
—Del todo.
—¿Y el resto?
—El escenario está preparado —respondió Arakai.
—Excelente. El Consejo estará satisfecho.
El hombre metió la mano en el bolsillo interior de la chaqueta y sacó un sobre que tendió a Arakai. Este lo cogió sin hacer comentario alguno y lo guardó en un bolsillo de los pliegues de su abrigo.
—¿Qué hay de las notas y papeles de Ambergris? —preguntó el hombre.
—Nada de qué preocuparse. Los he destruido. He desmontado el disco duro. Por desgracia...
El hombre enarcó una ceja.
—¿Sí?
—No pude acceder al archivo principal de Triad Genomics. No hay forma de saber si el doctor Ambergris guardó parte de sus notas en el servidor principal.
El individuo se quitó las gafas y se frotó el puente de la nariz con los dedos pulgar y corazón.
—Comprendo —dijo.
—También queda un cabo suelto del que ocuparse —dijo Arakai, al tiempo que mostraba una tarjeta electrónica que se había llevado del despacho del doctor Ambergris.
—Muy bien. Pero mantente a la espera. Tal vez requiramos tus servicios dentro de poco. Me pondré en contacto contigo durante las próximas doce horas.