Cucarachas y ordenadores

Cuando aparecieron las primeras calculadoras electrónicas -y hundieron las ventas de su libro, nuevo por aquel entonces, sobre la regla de cálculo- Isaac escribió que, por lo que él sabía, las cosas funcionaban porque cada una tenía en su interior una cucaracha muy viva e inteligente.

Treinta años después, la imagen no aparece muy desencaminada. La observación original fue inspirada por el afectuoso recuerdo del famoso Archy de Don Marquis, pero este insecto literario era inteligente porque era un poeta cuya alma, por desgracia, había sufrido una «transmigración» al cuerpo de una cucaracha. Las cucarachas reales no son poéticas.

¿Hay alguna semejanza entre las cucarachas y los ordenadores? Para empezar, las cucarachas han deambulado hace 250 millones de años antes de que los hombres existieran, y los ordenadores son más jóvenes que muchos de nosotros. El pedigrí de las cucarachas es impresionante: phylum Arthropoda, subphylum Uniramia, subclase Insecta (presente en la Tierra durante 630 millones de años). Al igual que todos los artrópodos, las cucarachas tienen un exoesqueleto duro y, como todos los insectos terrestres, respiran a través de conductos de aire provistos de válvulas. Su sistema nervioso está formado por una doble cadena de células nerviosas agrupadas en masas llamadas «ganglios». El ganglio mayor, situado en la cabeza, recibe los impulsos sensoriales y envía instrucciones, pero los del tórax y el abdomen son también lo bastante grandes como para contraer los músculos, incluso cuando se escacha la cabeza de la cucaracha con el pie.

Los exoesqueletos y los conductos respiratorios obligan a todos los insectos a ser relativamente pequeños. No se pueden desarrollar cerebros grandes en animales muy pequeños, pero en conjunto -como si los individuos estuvieran conectados como los chips de un ordenador- algunos insectos hacen cosas extraordinarias. Los insectos sociales tales como las abejas, avispas y hormigas construyen sociedades complejas con comunicaciones intrincadas. Las cucarachas no lo hacen, pero los científicos creen que son las antecesoras de un insecto social impresionante: las termitas, expertas en construir grandes edificios para sí mismas o en derribar los de los humanos.

Las cucarachas parecen pequeñas máquinas, pero aprenden con más rapidez que ellas. Sensibles a la vibración del aire y de las superficies, nos evitan e incluso aprenden a evitar los lugares en los que se suele colocar el veneno. Cada cucaracha vive unos cuatro años y puede llega a poner unos mil huevos. Se las puede encontrar en casi cualquier parte donde pueden vivir los seres humanos. Por poco inteligentes que sean, las cucarachas tienen éxito. También los ordenadores.

Utilizo un ordenador pero estoy de acuerdo con Isaac en que debe de haber un Archy dentro. Llamé a mi hermano, un experto en ordenadores, y aprendí que los ordenadores modernos están basados en chips de silicio de circuitos integrados que tienen el aspecto de pequeños cuadrados con muchas patitas minúsculas (más parecidas a ciempiés que a cucarachas, que andan con seis patas). No corren por debajo del frigorífico porque las patas (para entrada/salida de datos) están soldadas a una placa de circuitos que contiene pequeñas barras metálicas para conectar los chips.

Un chip está compuesto de finísimas capas de silicio adaptadas para que desarrollen las propiedades electrónicas adecuadas. Se utilizan microfotografías de los circuitos para grabar los circuitos en las capas del chip, lo que le permite manejar muchos datos de entrada y salida. Una placa puede contener muchos chips. Con las nuevas técnicas que utilizan haces de electrones y rayos X para grabar los circuitos, los componentes podrán ser más pequeños, así que se integrarán más y aumentará la potencia de los ordenadores.

Mi cerebro estaba saturado cuando mi hermano llegó a las puertas lógicas (partiendo de cuatro tipos de puertas lógicas -como válvulas- se puede construir cualquier ordenador). Seguí imaginando a las cucarachas como máquinas pequeñas pero eficientes y a sus descendientes, las termitas, como chips conectados químicamente.

Después he leído algo sobre quienes construyen «neuronas de silicio», circuitos analógicos integrados que se aproximan a las características de las células nerviosas reales, que utilizan corrientes iónicas para producir impulsos nerviosos. Algunos científicos están intentando incluso combinar muchas neuronas de silicio para formar un microchip y conectar los chips para imitar el modo en que los cerebros orgánicos procesan la información.

Parece que estamos en camino de construir lo que Marvin Minsky ha llamado una «red neural». Los ordenadores, por lo general, estudian un problema de manera lineal, las cosas de una en una, pero un ordenador con una red neural puede asignar partes de un problema a pequeños procesadores que están conectados a todos los demás.

Si la comunicación organiza las actividades de las neuronas de un cerebro humano o de los individuos en una colonia de termitas, la facilidad de comunicaciones en una red neural artificial debería hacer maravillas en los ordenadores. Aprenderían más rápido y mejor: pronto estos chismes artificiales imitarán a los cerebros, pero ¿al de quién?

Los microchips son teóricamente indestructibles, pero pueden ser afectados por el calor o romperse si se los maltrata lo suficiente. A una cucaracha se la puede pisar, envenenar a muchas, pero el clan, con toda probabilidad, sobrevivirá al humano. En la ciencia-ficción, los ordenadores inteligentes también sobreviven a los humanos.

No se desanime nadie. A diferencia de las cucarachas, los microchips no saben cómo reproducirse. Por ahora.

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