Monstruos
El monstruo más famoso de nuestros días es el del lago Ness, al que a veces se le llama, más o menos cariñosamente, Nessie. El Ness es un lago alargado y estrecho de Escocia, y se considera que Nessie es algo parecido a un plesiosaurio extinguido, con cuello y cola largos y cuerpo ancho.
En realidad nadie ha visto nunca a Nessie y en mi opinión nadie lo verá, porque no existe. El lago Ness no es lo bastante grande para alojar a un plesiosaurio; es inimaginable que pudiera vivir ahí y a pesar de todas las investigaciones nadie lo haya vislumbrado siquiera.
Entonces, ¿por qué sigue siendo tan popular y por qué hay tanta gente que cree que existe? En primer lugar, a la gente le encanta que los científicos sabelotodo resulten estar equivocados. En segundo lugar, los lugareños obtienen mucho dinero del turismo y la gente visita el lago sobre todo con la esperanza de ver a Nessie.
En realidad, la humanidad ha vivido siempre con monstruos, por lo general mucho más temibles que la pobre Nessie, a lo largo de toda su historia. El hecho se remonta, sin duda, a los tiempos de los primitivos antepasados del hombre, cuando iban de un sitio a otro bajo el temor constante a los grandes depredadores que les rodeaban. Por muy terribles que puedan haber sido el mamut, el tigre primitivo y el oso de las cavernas, es la esencia misma de la mente humana la que los ha imaginado todavía peor. Las fuerzas temibles de la naturaleza se visualizaban como animales gigantes. Los escandinavos imaginaban que el Sol y la Luna eran perseguidos por lobos gigantes. Cuando éstos alcanzaban a su presa se producía un eclipse.
Animales relativamente inofensivos podían ser magnificados hasta convertirse en terroríficos. Los pulpos y los calamares, con sus tentáculos retorcidos, fueron transformados en Hidra, la serpiente mortal de siete cabezas destruida por Hércules; en Medusa, con su pelo ondulado, y en Escila con sus seis cabezas.
Probablemente el animal más temido era la serpiente. Se deslizan sin ser vistas por la maleza y saltan sobre su víctima de improviso. Sus ojos sin párpados, su mirada fría y maligna, su ataque repentino, todo sirve para aterrorizar a los seres humanos. No es una sorpresa que a menudo se utilice como el epítome de la maldad, como en el Paraíso Terrenal.
Pero la imaginación puede incluso perfeccionar la imagen de la serpiente. Se pueden imaginar serpientes que matan no por mordedura, sino por una simple mirada, y aparece un «basilisco».
O si no, convertir a la serpiente en un ser inmenso, en lo que los griegos llamaron «pitón», que representaba el caos original que tuvo que ser destruido por los dioses antes de que pudiera ser creado el Universo en orden.
Drakon es una palabra griega para designar a una serpiente grande, que se convirtió en el monstruo más popular de todos, el «dragón». A la longitud de la serpiente le fueron añadidos el cuerpo más ancho y las patas achaparradas de otro reptil temible, el cocodrilo. Así conocemos al monstruo Tiamat, que el dios babilonio Marduk tuvo que destruir para organizar el Universo. Piénsese en el mordisco ardiente de la serpiente venenosa y obtendremos al dragón lanzando fuego por la boca.
Por supuesto, algunos monstruos son animales que han sido malinterpretados en el sentido de la belleza en vez del horror. El rinoceronte con su cuerno único puede haber contribuido al mito del unicornio. El espantoso manatí, con su cola en forma de aleta, saliendo apenas del agua y llevando a su cría sujeta en el pecho, bien puede haber sido metamorfoseado en una bella sirena.
A lo largo de la historia, el mayor enemigo del hombre es el propio hombre, por tanto, no es sorprendente que los hombres hayan servido de idea a muchos de los monstruos más espantosos: Los gigantes y los ogros caníbales de todo tipo. Algunas de estas historias surgieron cuando las tribus primitivas encontraban civilizaciones más avanzadas. Así, las tribus israelitas, que eran bastante primitivas, al encontrar ciudades amuralladas y soldados bien armados, pensaron que los cananeos eran una raza de gigantes. En la Biblia hay recuerdos de estas creencias.
También una gran civilización puede derrumbarse, y los que la suceden pueden olvidar la civilización pero observan las ruinas gigantescas que dejaron detrás de sí y piensan que sólo pudieron ser construidas por gigantes. Los primitivos griegos, al encontrar las murallas enormes y anchas que rodeaban a las ciudades en ruinas de los micénicos, anteriores y más civilizados, imaginaron que tenían que haber sido construidas por gigantes de un solo ojo, los «Cíclopes».
Los cíclopes fueron situados posteriormente en Sicilia. Deben de haber sido dioses celestes y su único ojo debe de haber representado el Sol en el cielo. También pudieron haber surgido por el hecho de que los elefantes vagaran por Sicilia en tiempos prehistóricos. El cráneo de dichos elefantes dispondría de un gran orificio nasal en la parte anterior que pudo ser interpretado como un único ojo.
A medida que el conocimiento humano sobre el mundo se enriquece, el sitio libre debido a los monstruos temibles o hermosos inventados por el hombre disminuye y la creencia en ellos se desvanece. En cierto modo es una pérdida.