Peligro cósmico

Los rayos cósmicos son producidos por acontecimientos violentos en el espacio remoto, tales como la explosión de estrellas o la vida de los agujeros negros. Están formados por partículas de carga muy energéticas, protones en su mayor parte, que atraviesan a gran velocidad el vacío del espacio interestelar. Su trayectoria gira y se curva al atravesar los campos electromagnéticos y acaba bombardeando la Tierra en todas direcciones.

Al chocar violentamente contra los átomos y las moléculas de nuestra atmósfera, se forma una «radiación secundaria» que alcanza a la superficie terrestre, tan energética que atraviesa cualquier objeto que encuentre en su camino, incluidos los seres humanos, y se deposita en la Tierra.

Al atravesar el cuerpo humano, la radiación choca contra las moléculas y las afectan. Por lo general el daño no es importante y el cuerpo puede repararlo. De vez en cuando, sin embargo, un rayo cósmico puede afectar a un gen y cambiar su estructura, produciendo una «mutación». Esta mutación puede dar lugar a un cáncer o a algún otro estado indeseable.

La atmósfera de la Tierra, por lo general, consigue absorber y debilitar la mayor parte del bombardeo de rayos cósmicos, convirtiéndolos en relativamente inofensivos, de manera que la cantidad que nos alcanza no es mortal. La vida ha continuado durante miles de millones de años sin que los rayos cósmicos supongan un peligro evidente.

En realidad, hay gente que piensa que el bombardeo de rayos cósmicos es esencial. Las mutaciones que producen por lo general son perjudiciales, pero alguna vez pueden ser provechosas. El proceso de la evolución se desarrolla gracias a la producción al azar de dichas mutaciones útiles y poco frecuentes. Algunos creen que sin rayos cósmicos la evolución se habría producido de manera tan lenta que incluso en la actualidad la vida en la Tierra podría remontarse al estado de bacteria.

No obstante, todo esto depende de la acción protectora de la atmósfera. Cuanto más alta se sitúa la posición, menos aire existe y mayor es el número de rayos cósmicos que se reciben. La población de Denver (Colorado), situada a gran altitud, recibe muchos más rayos cósmicos que la de Los Ángeles o Nueva York, situadas al nivel del mar (Con todo, la población de Denver está suficientemente protegida). La gente que vuela en avión a gran altitud recibe todavía más radiación cósmica, pero se expone sólo durante unas horas.

El problema surge, sin embargo, cuando el hombre llega más allá de la atmósfera y no dispone de ninguna protección contra estos rayos. Los recibe con toda su fuerza y en gran cantidad.

Por supuesto, nuestros astronautas han llegado a la Luna y han vuelto sin observar ningún efecto perjudicial. El cohete permanece en el espacio durante un tiempo limitado y la gente que lo pilota no se ve afectada. Pero, ya en este caso, estamos hablando de exposiciones que se prolongan, en un supuesto, una semana. Sin embargo, algunos astronautas han permanecido en órbita durante más tiempo. Algunos cosmonautas rusos han permanecido en el espacio incluso hasta un año, pero han sufrido cambios fisiológicos durante el proceso.

Pero ¿y si se tratara de un vuelo a Marte, durante el cual los astronautas tuvieran que permanecer en el espacio durante un año y medio? ¿Y si habláramos de hombres que van a trabajar a la Luna durante largos períodos de tiempo? ¿Y si se trata de construir colonias espaciales, pequeños mundos independientes en los que los seres humanos quieran pasar toda su vida?

No sólo necesitamos preocuparnos por la cantidad normal de rayos cósmicos. De vez en cuando el Sol produce «llamaradas», pequeñas explosiones en su superficie. Esto origina una explosión de radiación energética, por lo general no tan potente como los rayos cósmicos pero lo bastante como para dañar a los seres humanos que se encuentran sin protección en el espacio.

¿Qué es lo que hay que hacer?

Es obvio que la gente en el espacio tiene que ser protegida. Las naves y las colonias espaciales deben estar recubiertas de metales del tipo del aluminio; pero los rayos cósmicos saturan estos metales y producen una radiación de neutrones que puede ser igualmente perjudicial.

Probablemente se podría amalgamar la materia lunar y extenderla en capas en la cubierta de las naves espaciales, proporcionándoles la protección de la roca, aunque posiblemente también fuera saturada por los rayos cósmicos.

Un físico de la NASA, Rein Silberberg, es de la opinión de que el agua sería una barrera efectiva. Imagina una especie de doble barrera con agua en su interior. Piensa que una capa de agua de 10 centímetros de espesor reduciría la radiación cósmica hasta el punto de que el riesgo de cáncer sólo aumentaría en un 2% respecto a la Tierra, aunque el método no sería adecuado en el caso de una llamarada solar repentina. Debemos resolver el problema de la radiación cósmica, así como otras consecuencias graves de la exposición a largo plazo a la gravedad cero, como la desmineralización de los huesos. La vida siempre ha seguido avanzando y a los seres humanos siempre nos ha gustado llegar a las fronteras. Sin duda rebasaremos la Tierra, desafiando a la nueva frontera del espacio.

Fronteras II
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