Ballenas con patas

Recientemente, un equipo de paleontólogos de las universidades de Michigan y Duke, bajo la dirección de Philip D. Gingerich, descubrieron los restos fósiles de una antigua ballena en el desierto de Egipto, a unos 150 kilómetros de El Cairo. ¿Qué hacía una ballena en el desierto? Para empezar, aquello no era un desierto hace 40 millones de años, sino un brazo de mar, que desde entonces se ha replegado y ha dejado detrás de sí el mar Mediterráneo.

No obstante, lo realmente insólito de la ballena fósil era que tenía dos pequeñas patas traseras con el mismo tipo de huesos que tiene el hombre en la pierna, incluidos los que indican la presencia de tres dedos en cada pie.

El resto fósil que se encuentra en una roca es como un libro antiguo de valor incalculable, al que por desgracia le falta la mayor parte de las páginas. Lo que es más, algunas páginas están tan arrugadas y borrosas que no se distingue su contenido con claridad. Después de todo, el resto fósil tiene 500 millones de años y ha sufrido grandes daños a tenor de la formación de montañas, la erosión de la tierra, los terremotos, las erupciones volcánicas, etc. Y por añadidura, la mayoría de las formas vivas no mueren en condiciones que permitan la fosilización. El resultado final es que persisten muchas incógnitas a la hora de dar sentido a los restos fósiles.

Por ejemplo, los mamíferos se desarrollaron a partir de reptiles terrestres hace 200 millones de años. Desde entonces, la mayor parte de los mamíferos han subsistido en tierra. Algunos mamíferos han vuelto a la vida acuática en su búsqueda de alimentos, pero la mayoría de estos grupos muestra signos claros de descendencia de mamíferos terrestres.

Las nutrias, por ejemplo, se asocian a los ríos, pero no son muy diferentes de sus parientes terrestres, las comadrejas, los hurones y algunos otros especímenes. Las nutrias marinas están mejor adaptadas al mar, pero sus semejanzas persisten.

Las focas, morsas y manatíes están todavía mejor adaptados, hasta el punto de que tienen aletas en vez de extremidades para andar por tierra, de forma que mientras se mueven en el agua con garbo, en tierra son patosos. No obstante, sus aletas disponen los huesos de la misma manera que en las patas de los mamíferos terrestres.

Las ballenas y los delfines (los «cetáceos») son el verdadero enigma, ya que los signos de su ascendencia terrestre son muy confusos. Son mamíferos terrestres que regresaron al mar hace 50 millones de años y resultan, en la actualidad, los mamíferos mejor adaptados a la vida acuática. Los cetáceos han desarrollado una forma aerodinámica similar a la de los peces y mientras conservan dos aletas delanteras que sin lugar a dudas fueron en otros tiempos patas delanteras, no conservan ningún indicio de patas traseras. En los músculos de la zona de la cadera subsisten pequeños restos de lo que alguna vez pudieron haber sido los huesos de los muslos, pero eso es todo. Hasta ahora, no se habían descubierto fósiles con más indicios de patas traseras que éstos.

¿Es posible que las ballenas no sean mamíferos? No, eso no es posible. Su reproducción es vivípara y las crías se desarrollan en el seno materno dentro de una placenta y maman la leche materna después del nacimiento. Las ballenas tienen diafragma y sus embriones incluso muestran señales de pelo. Tienen todas las características de los mamíferos, por tanto, es evidente que, en otros tiempos, sus antepasados tuvieron que vivir en tierra.

Por desgracia, en los restos fósiles no hay indicios de ningún mamífero que tenga las características que nos permitan afirmar: se trata de un mamífero en evolución hacia una ballena. Tampoco se ha encontrado ningún mamífero fósil que sea claramente una ballena pero que muestre mayores indicios de ascendencia terrestre que las ballenas actuales. Había un vacío desesperante en los restos fósiles.

Pero este nuevo fósil ha servido para llenar ese vacío en el registro. Es una especie de ballena primitiva llamada Basilosaurus, de unos 15 metros de largo, y más delgada y menos voluminosa que las ballenas actuales. Tiene un cráneo relativamente pequeño, una caja torácica reducida y una columna vertebral larga y serpiginosa.

El Basilosaurus tiene unos 40 millones de años, por tanto, nadaba en los océanos 10 millones de años después de que aparecieran las ballenas. Y al cabo de 10 millones de años seguían teniendo patas traseras. No muy grandes, desde luego, pero sus huesos lo delatan y no hay error posible. En toda su extensión medirían unos 60 centímetros de largo. Tienen fémur (el hueso del muslo), tibia y peroné (los dos huesos de la pierna) y los huesos de tres dedos.

Las patas son muy pequeñas en comparación con la talla del Basilosaurus y no debían de ser muy útiles. Parece que estaban flexionadas de forma permanente y desde luego no tenían ningún uso en tierra. Tampoco resultarían muy útiles para nadar. Las debían de utilizar para arrastrarse en el barro en aguas poco profundas.

Algunos científicos sostienen como su función fundamental la de sujetar a la hembra durante la copulación. Si esto es así, puede que sólo fueran útiles para los machos Basilosaurus y que en las hembras fueran menores o no existieran. Sería interesante, por tanto, encontrar otros ejemplares fósiles para estudiar esa posibilidad.

Fronteras II
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