Más antiguo de lo que pensábamos

A veces, los científicos, cuando reciben nueva información, deben modificar cosas de las que, hasta entonces, se sentían bastante seguros. Esto sucedió cuando las perforaciones en los arrecifes de coral obligaron a revisar algunas fechas de las que los arqueólogos estaban, hasta ese momento, convencidos.

Las fechas en cuestión son las que se obtienen al estudiar el contenido en carbono 14 de organismos antiguos. El carbono se presenta en tres variedades: carbono 12, carbono 13 y (en cantidad escasa) carbono 14. De ellos, el carbono 12 y el 13 son estables, pero el carbono 14 se desintegra lentamente. Mientras un organismo esté vivo, sigue incorporando carbono nuevo a sus tejidos, incluido el carbono 14. El nuevo carbono 14 se incorpora a la misma velocidad que se desintegra el viejo, de manera que permanece constante en los tejidos.

Sin embargo, después de morir un organismo, el carbono 14 continúa desintegrándose, pero no se incorpora de nuevo a la materia muerta. Esto quiere decir que la cantidad de carbono 14 va disminuyendo lentamente, y a partir de la cantidad que se pierde, los científicos pueden deducir con precisión cuánto tiempo ha transcurrido desde que la materia estaba viva.

De esta manera, los científicos pueden fechar trozos antiguos de madera o carbón y decir el tiempo que ha pasado desde que formaban parte de los árboles vivos. Pueden fechar semillas o trozos de coral muerto y calcular el tiempo que ha transcurrido desde su estado vivo.

Este método parece digno de todo crédito. El carbono 14 se descompone a una velocidad constante y uniforme, y la medida de la cantidad presente es minuciosa y precisa. ¿Qué puede fallar? Para empezar, depende en gran medida de la cantidad de carbono 14 (en forma de dióxido de carbono) que haya en el entorno. Si la cantidad aumenta, se incorpora más, y si la cantidad disminuye, se incorpora menos. La actividad volcánica aumenta el contenido de dióxido de carbono en el aire, al igual que un incremento en la actividad de los rayos cósmicos. Una disminución de la temperatura del océano incrementa la cantidad de dióxido de carbono disuelto en él, y todos estos efectos se pueden producir también a la inversa.

Esto significa que los científicos no pueden estar seguros de la cantidad de carbono 14 que «debería» de haber tenido la materia antigua en estado vivo, y por tanto cuántos años indica el nivel actual. La suposición más sencilla es pensar que el nivel de carbono 14 del medio ambiente ha sido más o menos siempre el mismo, pero no es muy seguro hacerlo así.

Es preferible correlacionar los descubrimientos del carbono 14 con otros medios científicos. Por ejemplo, se pueden determinar algunas edades tanto por los anillos de los árboles como por el carbono 14. Los datos de estos anillos indican la variación de los niveles de carbono 14, y hay razones para creer que las edades obtenidas con carbono 14, mediante el procedimiento normal, eran algo más bajas, pero es difícil saber cuánto exactamente, sobre todo teniendo en cuenta que los datos que proporcionan los anillos de los árboles se remontan sólo hasta 10 000 años.

Las perforaciones en los corales proporcionan edades mucho mayores que éstas, y se pueden comprobar por la cantidad de isótopos de uranio y torio presentes. También éstos se desintegran a velocidad uniforme y conocida, pero no se trata de medir la variación de las cantidades de estos isótopos en el tiempo, de modo que las edades basadas en el uranio/torio son más fidedignas que las basadas en el carbono 14, sobre todo ahora que las técnicas de medida de los isótopos de uranio/torio son mucho más precisas.

Se demuestra pues que existe una discrepancia del 20%. Los datos de carbono 14 mostraban que el máximo de la glaciación más reciente se produjo hace 18 000 años, pero ahora se piensa que la fecha real data de hace 21 500 años.

Cuando estos cambios se consideran necesarios, a menudo los profanos dicen, con más o menos alegría: «Habrá que revisar todos los libros de texto», pero esto ocurre pocas veces. En realidad, sólo significa que se tendrán que modificar algunos párrafos. La nueva actitud hacia el carbono 14 no altera el orden en el que se supone que sucedieron las cosas. Lo único que hay que hacer es aumentar en un 20% la edad que se aplicaba a todo lo que se ha medido por medio del carbono 14.

Esto no quiere decir que tales cambios no puedan ser importantes en otros aspectos. Por ejemplo, muchos científicos piensan que las glaciaciones del último millón de años aumentaban y disminuían con arreglo a ligeros cambios cíclicos en la órbita terrestre, que suponían la llegada a la Tierra de un poco más de calor o un poco menos.

Estos cambios cíclicos, si están bien calculados, indican que hace unos 23 000 años hubo una tendencia lenta hacia el calentamiento. Esto hizo disminuir la velocidad de acumulación de los glaciares y, finalmente, después de unos miles de años, los hizo detenerse y los forzó a retirarse. Una espera de 5000 años antes de que se estableciese el máximo y empezara la retirada era demasiado larga, y los científicos se preguntaban por qué persistían los glaciares. Pero si el tope ocurrió hace 21 500 años, se produjo sólo 1500 años después de que empezara la tendencia al calentamiento, y esto es mucho más lógico. En lo que respecta a esta teoría, al menos, la modificación del sistema de determinación de la edad es bienvenida.

Fronteras II
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