La gran fusión
Los huracanes provocan grandes daños, pero son una minucia comparados con algunos de los desastres naturales que han podido azotar a la Tierra. Y no estoy hablando del choque del cometa, hace 65 millones de años, que acabó con los dinosaurios, sino de los acontecimientos posibles hace sólo unos pocos milenios, cuando los seres humanos estaban en ciernes de establecer civilizaciones en el Oriente Medio.
Durante el último millón de años, la Tierra ha pasado por períodos intermitentes en los que enormes capas de hielo cubrían la mitad septentrional de América del Norte, así como grandes extensiones del norte de Eurasia. Su causa se puede referir a ligeros cambios periódicos en la órbita terrestre, y las consecuencias han sido muy graves durante esta época debido a los desplazamientos de la corteza terrestre que han rodeado el polo Norte de zonas de tierra firme.
Parece ser que hay períodos durante los cuales los veranos del hemisferio norte son un poco más fríos. Si eso sucede, la nieve del invierno no tiene posibilidad de fundirse completamente antes de que se produzcan las nevadas del invierno siguiente. Poco a poco, de año en año, la cubierta de nieve aumenta. Al hacerlo, cada vez más se refleja al espacio la luz solar y deja de calentar la Tierra, puesto que la nieve refleja la luz más que la tierra desnuda. Por tanto, los veranos son cada vez más fríos.
De esta manera, los glaciares se formaban lentamente e iban avanzando hacia el sur, llegando tan lejos como el río Ohio y Long Island. El nivel del mar descendía y aparecían puentes de tierra que conectaban Asia con América del Norte por el norte y con Australia por el sur, de manera que los hombres se abrieron camino hasta estos continentes desde sus orígenes en el Viejo Mundo.
Pero después, los veranos se templaron un tanto, cuando los ciclos orbitales terrestres volvían a ser los de antes, y entonces se fundía más nieve de la que caía al invierno siguiente. Se reflejaba menos luz y se absorbía más, puesto que la tierra desnuda quedaba al descubierto, y los veranos resultaban todavía más calientes. Poco a poco, los glaciares retrocedían. Hace diez mil años completaron su retirada más reciente y el mundo se convirtió en lo que es ahora.
Por lo general, se piensa que las idas y venidas de la capa de hielo son lentas, glacialmente lentas, en realidad. No hay otra manera de imaginar el avance de los glaciares que no sea lento, pero ¿y su fusión?
Allá por 1975, Cesare Emiliani, de la Universidad de Miami, estudió los restos fósiles de organismos microscópicos presentes bajo los sedimentos del fondo del golfo de México. De sus estudios dedujo que hubo un período, hace 11,000 años, en el que el agua del golfo era mucho menos salada que la actual. Sostenía que las capas de hielo habían experimentado una fusión repentina y que una gran avenida de agua penetró en el golfo y provocó la subida del mar de manera notable.
Su idea fue ignorada en gran parte porque era difícil imaginar el hielo fundiéndose tan deprisa, pero en 1989, John Shaw, de la Universidad de Queen en Kingston (Ontario), propuso una teoría sobre la formación de estas enormes avenidas. En las regiones en otro tiempo cubiertas por el hielo hay pequeñas colinas desperdigadas llamadas «drumlins». Siempre se ha supuesto que se habían formado por la acción pulverizadora de los glaciares mientras avanzaban y retrocedían. Sin embargo, Shaw cree que es más fácil que se hayan formado por la acción de un gran torrente de agua.
Según él, las capas de hielo sí se fundieron lentamente, pero no es necesariamente cierto que el agua se desbordara, empapara la tierra, se vertiera en los ríos y llegara al mar a medida que se formaba.
En vez de eso, el agua pudo haberse depositado bajo la capa de hielo, empapando la tierra hasta alcanzar un lecho de roca y, entonces, se acumulara poco a poco. De esta manera habría formado un lago de agua bajo la capa de hielo al que el dique no dejaba desbordarse.
Con el tiempo, como los glaciares seguían fundiéndose lentamente, algunas zonas del dique debieron debilitarse y terminaron por romperse. Entonces, el lago de agua helada que había quedado encerrado debió vaciarse hacia el mar en una avalancha enorme que excede a cualquier otra que podamos imaginar.
Shaw ha calculado que pudieron verterse de golpe algo así como 80 000 kilómetros cúbicos (80 billones de metros cúbicos) de agua procedentes del hielo, que formaron los campos de drumlins del norte de Saskatchewan. El río Amazonas, el mayor de la Tierra, tarda diez años en descargar esa cantidad de agua en el océano Atlántico, pero el lago de hielo pudo haberlo hecho en cuestión de unos pocos días. Por tanto, debió tener el efecto de un río unas mil veces mayor que el Amazonas.
Tal cantidad de agua, vertida sobre el océano, pudo haber hecho subir el nivel del mar más de 20 centímetros en unos pocos días. El agua creciente debió cubrir la plataforma continental poco profunda que había quedado al descubierto durante las glaciaciones. Los hombres que se habían retirado tierra adentro antes de la avalancha de agua, más tarde habrían debido recordar viejas historias y después las iban a exagerar, dando origen a leyendas de continentes hundidos y diluvios universales.