Nuevas incógnitas sobre los planetas

Hasta la generación actual, los astrónomos estaban desgraciadamente seguros de que nunca podrían conocer la superficie de Venus, porque el planeta está rodeado por una capa de nubes espesa y continua, impenetrable a la vista.

El radar, sin embargo, utiliza ondas muy semejantes a las ondas luminosas, pero un millón de veces más largas. La ventaja del radar es que puede atravesar las nubes, la niebla y el polvo. Puede atravesar la capa de nubes de Venus como si no existiera, chocar contra la superficie sólida del interior y reflejarse. Las ondas de reflexión rebasan las nubes de vuelta y pueden ser detectadas.

El radar tiene dos inconvenientes. Primero, no disponemos una forma biológica de detección; por decirlo de otra forma, no hay «ojos para el radar», y segundo, las ondas largas no «ven» con tanta claridad como las ondas cortas de la luz. Ambas desventajas se han corregido. Existen instrumentos para detectar las ondas de radar reflejadas y dispositivos para agudizar la «visión».

El resultado es una gran mejora respecto de los anteriores intentos de trazar el mapa de Venus mediante el radar, y observamos su superficie casi con tanta claridad como la de la Luna. Naturalmente, algunos resultados son sorprendentes. Como ocurre con la ciencia en general, las nuevas observaciones plantean también nuevas cuestiones.

Por ejemplo, en Venus se han detectado varios cráteres grandes, pero casi ninguno pequeño. Esto tiene su explicación. La atmósfera de Venus es casi cien veces más densa que la de la Tierra, de manera que los meteoritos pequeños son calentados y volatilizados con más eficacia que en el aire terrestre, más ligero. Sólo los meteoritos grandes pueden sobrevivir al viaje a través de la atmósfera de Venus, y son ellos la causa de los grandes cráteres.

Lo que resulta extraño, sin embargo, es que el polvo y los cascotes propulsados desde los cráteres grandes forman un círculo discontinuo. Se parecen algo así como a los pétalos abiertos de una flor. Algo parecido ocurre en Marte y suele atribuirse a la acción del agua. Cuando en un mundo no hay agua, como en el caso de la Luna, los restos forman un círculo continuo.

Aquí está la pega. Venus es absoluta y totalmente seco, así que, ¿por qué los cráteres están rodeados de estructuras en forma de pétalos? ¿Puede ser debido al viento (no hay viento en la Luna) o al efecto de los gases forzados a salir a la superficie cuando el meteorito choca? Una sugerencia que no he oído hacer a nadie, pero que para mí tiene sentido, es la de que el meteorito penetra lo suficiente como para lanzar hacia fuera «magma», o roca líquida del interior. La roca líquida puede producir el mismo efecto que el agua líquida.

A 3200 millones de kilómetros de Venus se encuentra el planeta Neptuno, con un satélite bastante grande (algo menor que nuestra Luna), llamado Tritón, fotografiado de cerca por el Voyager II.

Las fotografías muestran manchas oscuras sobre la superficie de Tritón, por lo general brillante, deslustradas con metano y nitrógeno congelados. Es como si alguien hubiese pasado la mano por encima del globo con los dedos manchados de chocolate. Después de estudiar las fotos, los astrónomos redujeron las posibles explicaciones a dos, las que consideraron más probables.

Una posibilidad es que la superficie de nitrógeno, en su mayor parte clara y blanquecina, contenga zonas con partículas oscuras que absorben la luz débil del Sol, muy lejano, y se calienten lo suficiente para volatilizar el nitrógeno sólido.

Al convertirse una determinada cantidad del sólido en gas («un volcán de nitrógeno»), podría producirse una explosión repentina que lanzara el material oscuro hacia fuera. Tritón tiene una atmósfera muy ligera y su viento puede arrastrar la materia y formar pequeñas extensiones ovales, origen de las manchas oscuras. Otra posibilidad es que de vez en cuando se produzcan pequeños remolinos en la atmósfera de Tritón, algo parecido a los «remolinos de polvo» con los que estamos familiarizados en la Tierra, los cuales pueden provocar que el polvo oscuro se arremoline y se pose formando figuras alargadas.

Aprender más de lo que sabíamos antes sobre cualquier cuestión puede responder preguntas que nos hacíamos con anterioridad, pero también nos induce a plantear otras cuestiones diferentes.

Por ejemplo, un satélite de Urano, Umbriel, es casi totalmente oscuro, pero muestra una región blanca en forma de rosquilla. No sabemos lo que es. Otro satélite de Urano, Miranda, parece haberse roto y vuelto a componer, de manera que es un montón extraño de estructuras, incluidas unas marcas similares a los galones de un sargento. En realidad, no tenemos ni idea de lo que es todo esto. El satélite mayor de Saturno, Titán, tiene nubes tan opacas como las de Venus. Es preciso obtener más información sobre su superficie con ayuda del radar.

Y el planeta Neptuno es una sarta de enigmas, con sus vientos extraordinariamente rápidos y una gran «mancha negra». ¡Nuevas incógnitas por todas partes!

Fronteras II
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