Asteroides gemelos

El 9 de agosto de 1989, Elinor Helin, del Instituto Tecnológico de California, descubrió un nuevo asteroide. El hecho en sí mismo no es asombroso, ya que se conocen cerca de dos mil asteroides. Pero al investigarlo resultó ser el más asombroso que conocemos.

El primer asteroide fue descubierto el 1 de enero de 1801 (el primer día del siglo XIX) por un astrónomo siciliano, Giuseppe Piazzi, totalmente por casualidad. Los astrónomos sostenían que tenía que haber un planeta entre Marte y Júpiter, pero Piazzi no lo estaba buscando. Se limitó a encontrarlo y lo bautizó con el nombre de Ceres, diosa protectora de Sicilia en la antigüedad.

Ceres es muy pequeño, sólo tiene unos mil kilómetros de diámetro, mucho menos que cualquier otro planeta, razón por la que no había sido descubierto antes. Otros astrónomos pensaron que era demasiado pequeño y que debía haber algo más entre Marte y Júpiter. En 1807 se habían descubierto otros tres pequeños planetas en la misma zona, todos ellos más pequeños todavía que Ceres. Eran tan pequeños que, incluso en un telescopio, aparecían sólo como puntos de luz, como lo hacen las estrellas, y no se expandían hasta parecer pequeñas esferas de luz como lo hacían otros planetas mayores. Debido a su aspecto, a los nuevos planetas pequeños se los llamó «asteroides», en griego «semejantes a las estrellas».

A medida que pasó el tiempo se descubrieron más y más asteroides, todos pequeños, la mayoría de sólo unos kilómetros de ancho. Todos se concentraban en el espacio entre Marte y Júpiter y parecían ser restos de un planeta que hubiera explotado o, más probable, de uno que nunca había llegado a formarse porque la atracción gravitatoria de Júpiter evitó que los asteroides se agruparan.

La región entre Marte y Júpiter donde se encuentran los asteroides se conoce como el «cinturón de asteroides».

Los asteroides del cinturón están repartidos por una zona que dista de la Tierra entre 65 y 650 millones de kilómetros, incluso cuando se sitúan lo más cerca posible. Debido a la distancia y a su pequeño tamaño, nunca se había podido ver ningún detalle en estos cuerpos.

Sin embargo, en 1898, Gustav Witt, un astrónomo alemán, descubrió un asteroide que, en su órbita, penetraba en el espacio entre Marte y la Tierra. Era el asteroide número 433 en orden a su descubrimiento y recibió el nombre de Eros. Algunas veces, si Eros y la Tierra estaban situados en el punto adecuado de sus órbitas, Eros se encontraba a sólo 23 millones de kilómetros de la Tierra, más cerca que cualquier otro objeto que no fuera la Luna. En 1931 se acercó hasta 41 millones de kilómetros y su localización fue medida con tanta exactitud que la distancia entre todos los demás cuerpos del Sistema Solar se calculó a partir de ella. Éstos fueron los cálculos más exactos de las proporciones del Sistema Solar hasta que los astrónomos dispusieron de las ondas de radar que reflejan los planetas y empezaron a calcular las distancias de esta manera.

Eros es ejemplo de un «desollador terrestre» y en los últimos cincuenta años se han descubierto muchos más. En la actualidad se conocen unos 130 asteroides que se mueven más cerca del Sol que la Tierra. Algunos, en ocasiones, se pueden acercar a sólo unos pocos millones de kilómetros de la Tierra. Un asteroide, Hermes, que debe de tener unos dos kilómetros de ancho, no chocó con la Tierra por una diferencia de 320 000 kilómetros en los años treinta y, desde entonces, no se le ha vuelto a ver…

Un desollador terrestre u otro cuerpo similar podría chocar con la Tierra cada cien millones de años. Un asteroide o un cometa relativamente grande pudo haber chocado con la Tierra hace 65 millones de años, eliminando los dinosaurios y muchas otras formas de vida.

El nuevo asteroide descubierto por Elinor Helin es un desollador. Una de las razones de su descubrimiento fue su aproximación a la Tierra (realiza una cada cincuenta años aproximadamente), a sólo cuatro millones de kilómetros.

A esa distancia, existe la posibilidad de distinguir algún detalle, sobre todo con los equipos tan avanzados de hoy en día. Hay un radiotelescopio de 300 metros en Arecibo (Puerto Rico), por ejemplo, que es el mejor del mundo de su clase. Si se envía un haz de microondas (como las del radar) al asteroide, se reflejará y el telescopio de Arecibo captará la reflexión. Un equipo dirigido por Steven Ostro desarrolló el haz y pudo «ver» el asteroide mediante su reflexión (igual que cuando se refleja la luz).

La prueba se llevó a cabo el 22 de agosto de 1989; se analizaron los datos y, para asombro general, mostraron dos asteroides que parecían estar en contacto, girando como una hélice, cubriendo una vuelta completa cada cuatro horas. Que se sepa hasta el momento, sin embargo, nunca se habían visto antes asteroides gemelos, y es posible que haya más que no podemos ver porque se sitúan demasiado lejos para apreciar detalles.

Es posible que estos asteroides gemelos se formaran porque se trataba de dos asteroides casi con idéntica órbita, moviéndose uno al lado del otro alrededor del Sol. Una fuerza gravitatoria mínima pudo acercarlos hasta que finalmente se pusieron en contacto. Y permanecen juntos en un tímido abrazo, rodeándose el uno al otro, en ocasiones aproximándose más a la Tierra.

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